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El agente retirado Jack Byrnes (Robert De Niro) y su yerno enfermero, Greg Focker (Ben Stiller), chocan una vez más por el lugar del patriarca de la familia.

CINE

Los pequeños Fockers

La tercera parte de la serie cómica protagonizada por Ben Stiller y Robert De Niro es, sobre todo, un vergonzoso desperdicio de talento.

Ricardo Silva Romero
8 de enero de 2011

Título original: Little Fockers
Año de estreno: 2010
Género: Comedia
Dirección: Paul Weitz
Guión: John Hamburg y Larry Stuckey
Actores: Robert De Niro, Ben Stiller, Owen Wilson, Dustin Hoffman, Barbra Streisand, Blythe Danner, Teri Polo, Jessica Alba, Laura Dern, Harvey Keitel.

Qué desperdicio de talento. Qué triste manera de probarnos lo mal que puede salir una película cuando se ha hecho "porque sí", cuando no tiene ninguna historia para contar, cuando su único objetivo es ganar dinero dándole a la gente lo que supuestamente quiere. Los pequeños Fockers es un desastre de comedia: una deprimente oportunidad perdida. Continúa, sin acudir a algo semejante a la imaginación, sin intentar algo semejante al ingenio, la saga que comenzó con las entretenidas La familia de mi novia (Meet the Parents, 2000) y La familia de mi esposo (Meet the Fockers, 2004), pero quizás decir "continúa" sea decir demasiado: nada nuevo les sucede ni a los espectadores ni a los personajes que todos conocemos gracias a este nuevo capítulo de las aventuras del enfermero interpretado por Ben Stiller y su paranoico suegro, encarnado por Robert De Niro.

Por supuesto: de vez en cuando, en la hora y media que dura, sucede algo gracioso. De vez en cuando se siente uno frente a un mal episodio de la comedia de situaciones Curb Your Enthusiasm. Pero lo que ocurre resulta tan inconexo, tan innecesario, tan forzado que todo el tiempo, incluso en cine, se experimenta la tentación de apagar el televisor.

De Niro, protagonista de Malas calles, El padrino II, Taxi Driver, El francotirador, Toro salvaje, Érase una vez en América, Los intocables, Buenos muchachos, Fuego contra fuego y Cortina de humo (para solo citar diez clásicos de las últimas décadas), tal vez sea el actor cinematográfico más importante de los últimos 40 años: sigue siéndolo aunque se haya resignado, sin necesidad, a ser un profesional que simplemente hace su trabajo, semejante a ese Bob Dylan de voz ruinosa que vive de gira para desmontar su mito o a ese Paul Auster cansado que cada vez escribe más parecido a Paul Auster, como diciéndonos que él es solo un hombre que hace libros. En fin. Que nadie le saque a De Niro en cara su vocación a hacer dinero divirtiéndose. Pero que nadie olvide su estatura de artista. Y nadie se resigne, con él, a verlo en comedias tan mediocres.

Eso es lo peor de Los pequeños Fockers: ese imperdonable desperdicio de talento. Por la pantalla desfilan algunos de los más grandes intérpretes del cine de estos años: ¡Dustin Hoffman!, ¡Harvey Keitel!, ¡Laura Dern! fingiendo que hacen parte de una historia.

Pero la historia, a pesar de los chispazos y de los guiños al cine gringo de los años setenta, no está en ninguna parte. Y como las principales estrellas del elenco solo se reúnen en una última escena, que parece parte de "la buena comedia que pudo ser" (todo el tiempo, como en la mala televisión, los protagonistas resuelven los problemas por teléfono), el espectador confirma el rumor de que este largometraje es el resultado de una filmación apurada que desde el principio se les salió a todos de las manos. Qué vergüenza.