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LOS QUE ASOMAN LAS OREJAS

Camilo Velásquez y Beatriz Jaramillo, franqueza decorativa y sabor popular.

19 de julio de 1982

Al contrario de lo que sucede en la política colombiana, el entrenamiento visual y técnico de nuestros artistas plásticos se efectúa en muy diversas escuelas y escenarios conceptuales; lo que ayuda, efectivamente, para que nuestro arte (bastante universalizado en referencias materiales) se diferencie sustancialmente de nuestra política, uno de los fenómenos al que se puede calificar de netamente colombiano.
¿De dónde toman los artistas nacionales sus recursos temáticos y de dónde derivan sus experimentos técnicos? La respuesta es bastante ambigua e irónicamente no reviste demasiada importancia para comprender la génesis de los productos artísticos elaborados en el país. Por una parte, las influencias se filtran de las metrópolis culturales (New York, París), pero por otra, no existe monopolio cultural definitivo cuando de detectar influencias creativas se trata (Haití, por ejemplo, ha sido decisivo en el desarrollo de una clase de pintura primitivista no necesariamente de artistas "primitivos").
La pintura nacional de la última promoción, o sea aquella practicada por artistas jóvenes desde hace unos siete años, también ha buscado ideas generativas en modelos y prácticas extranjeras; esta característica es más una necesidad que un esnobismo como quisieran hacerlo creer algunos comentaristas poseídos de cierto nacionalismo pretendidamente progresivo.
Sin embargo, también es cierto que junto a la detectable influencia exterior, se percibe el rastro de la enseñanza formal de los maestros y pintores colombianos que más seriamente han investigado sobre pintura: Botero, Santiago Cárdenas, Beatriz González, Manuel Hernández, Alvaro Herrán, Ana Mercedes Hoyos, Carlos Rojas y Manolo Vellojín. A la impecable y culta tradición pictórica de estos artistas, más la dosis inevitable de la tradición internacional, se debe que entre la maraña de pintores jóvenes surjan aquellos nombres a quienes se podría adjetivar de innovadores de la pintura nacional: Rafael Echeverry, Alvaro Marín, Pablo Gilberto Montoya, Javier Restrepo, Camilo Velásquez y Beatriz Jaramillo. En la obra de los dos últimos se puede dilucidar la tendencia innovadora y la búsqueda de un lenguaje independiente y personal afín al grupo de pintores mencionados. En el caso particular de Camilo Velásquez, el cambio y la originalidad estilística de su trabajo se hallan confrontados y confirmados en una exhibición titulada "Tres" (Galería Garcés-Velásquez) que presenta además las pinturas de Diego Mazuera y Santiago Uribe.
La obra de Velásquez (32 años) transcribe la claridad que produce una obra madurada, pensada estrictamente y producida con una técnica elegante y sofisticada. Las obras son fraccionadas en secciones geométricas que le dan el título a cada una (Políptico, Tríptico, etc.). El acrílico es esparcido en una capa muy delgada sobre una tela fina (espectro) de manera que la fragilidad y la delicadeza de los materiales trasmitan una sensación de ingravidez y espacialidad .
Lo realmente importante en el trabajo de Velásquez es la franqueza acerca de la calidad decorativa de sus pinturas, dada por el "sabor" pictórico con que se aplica el color.
Por su parte, Beatriz Jaramillo es una pintora "a distancia". En su obra "Seña" (Sala de Proyectos, Museo de Arte Moderno, Bogotá), la más pura tradición de la pintura popular colombiana se trasmite a través de un proyector de diapositivas que ella tomó (con belleza excepcional) en los zócalos y calles de pueblos antioqueños, que aún conservan la costumbre de decorar las fachadas de sus edificios con diseños geométricos coloreados.
La intención de Jaramillo con sus diapositivas es la de recrear un cuento visual estructurado con elementos arquitectónicos (frisos, calados, marcas). En la ficción plástica de la artista, ella y su proyector son el medio, mientras que la pintura anónima y popular de las casas es el fin. La agudeza del trabajo de Jaramillo reside en que a una técnica popular (pintura de fachadas) se yuxtapone una tecnológica (proyector y diapositivas). Sus zócalos cuentan ya con una distinción: Primer premio del último salón de Artes Visuales de Colcultura.
Dos figuras nuevas, dos posibilidades.
José Hernán Aguilar