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Einaudi, pianista y compositor, autor de diferentes bandas sonoras, una de ellas ‘The Reader’.

MÚSICA

De una película invisible

Comienzan a conseguirse en Colombia los discos de Ludovico Einaudi, el compositor que algunos identifican como padre de la música posclásica.

Juan Carlos Garay
19 de abril de 2014

La historia del compositor Ludovico Einaudi es la de un hombre que elude las categorías. Nacido en Turín en 1955, comenzó a destacarse como alumno de Luciano Berio y se perfilaba como un joven exponente de las nuevas corrientes de la música clásica. Pero en los años noventa empezó a colaborar con grupos de danza y multimedia, y no tardó en hacer conciencia de que el lenguaje clásico le quedaba corto a esos ejercicios. Así fue incluyendo elementos electrónicos y de música pop, trabajados con buen criterio, y terminó configurando su sonido propio, ambiental y colorido.

En internet, un musicólogo habla de su creación como parte de una corriente ‘posclásica’. En Europa, las emisoras culturales menos conservadoras programan su música al lado de, digamos, las Imágenes para piano de Debussy. No es que haya demasiados puntos en común, pero la asociación se entiende porque ambas son músicas que logran estimular la imaginación. En una interpretación de Debussy, la utilización del pedal por parte del pianista permite que las notas se alarguen y se envuelvan en sus propias resonancias. Einaudi juega de una manera similar, pero con más recursos a su favor: toda la electrónica, toda la ingeniería de sonido.

Su más reciente disco, In a time lapse, era muy esperado porque significaba su ingreso a una disquera grande (Decca, de la multinacional Universal), y ello a su vez implicaba un mayor presupuesto para escenificar todas sus ideas. En ese sentido, el disco se antoja a veces como el equivalente a una superproducción de Hollywood. En los instantes más sentimentales, se oyen instrumentos inusitados como la celesta o el moog. Y luego, en los momentos más aguerridos, Einaudi se da el lujo de dirigir una orquesta completa de 15 músicos. Todo se asemeja a una banda sonora, solo que la película no existe más allá de la mente del oyente.

Y otra ventaja de grabar con una multinacional: cuenta con el respaldo, casi diríamos el ‘copilotaje’, del violinista inglés Daniel Hope que pertenece a la misma casa. Hope se encarga de las partes solistas, que son las más exigentes técnicamente. Frente al rol central que tiene el piano de Einaudi, el violín se convierte en una contraparte elocuente.

La presencia compartida de estos dos músicos en el disco lleva al oyente curioso a investigar un poco más sobre Hope. Y la sorpresa es grande cuando uno sabe del más reciente proyecto del violinista: se llama Esferas, también circula en Colombia y va por un camino semejante. Hope ha reunido una serie de composiciones de distintas épocas (lo más antiguo es del siglo XVII, lo más reciente es de un compositor de 38 años) con un elemento en común: todas son piezas basadas en la astronomía, en la idea de que el movimiento de los planetas genera una armonía que se puede traducir en música.

Ludovico Einaudi mira hacia dentro, inventa películas en la mente y las recrea con su piano. Daniel Hope mira hacia arriba, a la bóveda celestial, que evoca a través de su violín. Ambas creaciones terminan pareciéndose, y entonces uno recuerda las palabras de Ptolomeo, el astrónomo al que la historia ubica en las recámaras de la Biblioteca de Alejandría, allá por el siglo II: “El poder de la armonía habita en todo lo que es perfecto por naturaleza, y por eso aparece más claramente en el alma humana y en los movimientos de los astros”.