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Una de las cosas que aprendió Antonio de Vargas Llosa fue la disciplina y la necesidad de meterse en problemas a la hora de escribir. Aplicó estas enseñanzas las en su nueva novela ‘Recursos Humanos’

LITERATURa

Maestro de lujo

Antonio García se ganó una beca de Rolex para escribir una novela bajo la tutoría de Mario Vargas Llosa. El resultado de esta experiencia, 'Recursos humanos', sale a la venta esta semana.

2 de septiembre de 2006

Un día cualquiera de 2003 le llegó a Antonio García una carta en la que decía que era uno de los candidatos nominados a la beca Rolex Mentor Protégé Arts Initiative en la disciplina de literatura, cuyo tutor en esa versión sería el escritor peruano Mario Vargas Llosa. "¿Le interesa? Si la respuesta es afirmativa, por favor envíenos un mail", decía uno de los apartados de la misiva. "La pregunta no es tan loca porque tal vez la persona preseleccionada no esté interesada en trabajar con el tutor elegido", explica Antonio. Para él no fue el caso. Había tenido su época de lector empedernido del peruano a quien desde entonces ha admirado como escritor. Después de responder que sí, lo incluyeron en un proceso de selección que llevarían a cabo los cinco cazadores de talentos que Rolex había escogido para descubrir los mejores jóvenes escritores de lengua castellana. Entre este grupo se encontraban los colombianos Patricia Cepeda y Santiago Gamboa, quien había nominado a 'Toño' y quien luchó hasta el cansancio para que éste quedara entre los tres finalistas.

Vargas Llosa tendría la palabra final sobre quién sería el escritor que trabajaría bajo su tutela durante un año. Leyó los trabajos de los tres, vio los videos de presentación que cada uno había enviado y, por último, se reunió con ellos por separado en Lima. "Mario -como lo llamó Antonio durante todo el tiempo que trabajaron juntos- dijo que me había seleccionado en parte porque creía que yo era el que más podía necesitarlo de los tres". Los otros dos preseleccionados tenían más obras publicadas y ya habían ganado premios importantes. Antonio, por el contrario, sólo había publicado una novela, Su casa es mi casa y, por ese entonces, sólo tenía un cuento corto que él consideraba digno de mostrar. Pero lo que para muchos podría significar una felicidad plena, para Antonio se convirtió en una especie de tormento que sólo termina ahora, cuando tiene en sus manos su novela Recursos humanos.

En ese entonces pasaba por una época de aridez en su trabajo que lo tenía con la autoestima por el suelo. Todos los proyectos que empezaba morían en la página 30. No tenía ninguna idea en concreto para empezar a trabajar. Le sonaba escribir sobre algo relacionado con el mundo laboral de una fábrica, pero era sólo una idea vaga. Y en ese lío mental se encontraba cuando se reunió por primera vez con Vargas Llosa en Londres. "Estuvimos, una semana juntos, pero para mi sorpresa lo que hicimos fue ir al cine, a galerías, a teatro, a museos, a su biblioteca, donde me sugería qué leer. Lo que hicimos fue conocernos. Al final me dijo que de ahora en adelante yo le mandaría los viernes por correo el trabajo y él me llamaría los domingos para darme las indicaciones. Me dijo 'usted diga ¿quiere que lo hagamos cada semana o cada 15 días

'. Yo de atrevido, le dije que cada semana"; cuenta 'Toño' que al principio del proceso se vio en problemas para cumplir con los plazos.

"Los primeros meses todo iba a cuentagotas. Construí con ayuda de un amigo arquitecto los mapas de las diferentes casas que conformaban la fábrica y lo único que escribía era la descripción de la empresa. Pero cuando iba en la página 60, Mario me dijo, 'oiga, ¿y los personajes '. Si no me lo dice, yo sigo en las mismas hasta el infinito".Esta advertencia fue un choque para 'Toño'.

Tenía que dejar de irse por la tangente y empezar a escribir la historia en serio. "Por algunos días sentí que no estaba dando la talla, que estaba fracasando. Además era muy difícil para mí mostrar los borradores y más a un señor como él. Pero un día de repente la historia hizo 'clic' y empecé a escribir 'Los pensamientos de Ricardo Osorio se habían encarrilado en el tic tac. Miedos, culpas...' y después todo fue brotando con facilidad". Mientras tanto, Vargas Llosa sólo le decía cada domingo: "Tú dale, no pares". Así hasta que se encontraron de nuevo en París, una de las cuatro ciudades (las otras son Londres, Madrid y Lima) donde el escritor tiene casas abiertas permanentemente. "Él es ciudadano del mundo y una de las cosas que siempre me quiso enseñar es que había que cultivar la ambición, que con la literatura uno podía llegar a tener todo eso que él había logrado. Fue realmente generoso conmigo porque me mostró muchas cosas. Yo era de alguna manera muy provinciano" .

Fue en el café donde Vargas Llosa había escrito parte de la Casa verde donde le dijo que para que él pudiera serle de más utilidad lo mejor sería que hiciera una escaleta. Así que armaron la estructura de la novela en un papel, la discutieron entre los dos y esto le ayudó a descubrir muchas cosas de la historia, entre otras cosas que la historia duraba 17 días. "Quería hacer una historia que no supiera hacer. Sentía que tenía que embarcarme en algo más polifónico, que tuviera más aristas que la novela anterior". De ahí en adelante, sus apreciaciones eran del tipo "no descuides eso, cuida tal personaje que lo estás caricaturizando o que no rizara el rulo". Para 'Toño', lo importante de este proceso es que Vargas Llosa no ejercía de niñera. Por el contrario, hacía observaciones y su deber era revisar el resto del manuscrito para ver dónde había caído en ese error. "Aunque tenemos estilos diferentes, él siempre trató de respetar el mío". No deja de ser anecdótico que mientras el pupilo dedicaba todo su tiempo a escribir su novela, el maestro -que trabaja todos los días ocho horas- tuvo tiempo para escribir su novela Travesuras de una niña mala, el libro sobre Israel y Palestina y decenas de columnas de opinión más.

Con la novela bajo el brazo llegó a Londres. Se veían tarde tras tarde y Vargas Llosa iba haciendo observaciones de cada capítulo. "Tengo guardado ese manuscrito como un tesoro. Al final de cada uno de ellos hay una anotación suya", cuenta 'Toño', que después de un año de ese encuentro londinense tiene por fin en sus manos esa novela que luego leyó y corrigió hasta el cansancio. Fue el fin de un año que García no olvidará jamás. No todo el mundo tiene, al fin y al cabo, la oportunidad de haber sido el único alumno tutorial que ha tenido en la vida uno de los escritores vivos más importantes del mundo.

Y no todos los escritores pueden darse el lujo de recibir unas palabras tan elogiosas como las que expresó Vargas Llosa sobre Antonio el día de la ceremonia final, en el Lincon Center de Nueva York: "Trabajar este año con Antonio ha sido una maravillosa experiencia. No sé si he podido transmitirle mis ideas sobre los errores y las dudas más frecuentes que un joven escritor debe evitar. Pero puedo asegurar que durante este año que hemos compartido juntos he aprendido mucho más de él. Nos hemos convertido en buenos amigos. Además, me he deleitado con su disciplina y la manera de crear, en la que transformó una pequeña idea hacia un sutil y humorístico universo de ficción acerca de los inesperados giros del espíritu humano y la excéntrica inclinación de ciertas personas".