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Mandrake: abogado criminalista

Rubem Fonseca enriquece la biografía de su personaje emblemático y protagonista de varios de sus libros.

Luis Fernando Afanador
9 de junio de 2007

Rubem Fonseca
Mandrake, la Biblia y la espada
Norma, 2007
195 páginas


Antes de morir, el maestro Rubem Fonseca quiere darnos nuevos datos de Mandrake, el abogado criminalista, su gran personaje. Este libro cuenta dos buenas historias policíacas –a mi juicio, mejor la segunda que la primera–, pero además quiere enriquecernos su perfil con una interesante y valiosa información. Quizá por última vez, Fonseca abre la puerta de la oficina de Mandrake. Entonces el gustazo –que no el gustico, pequeño placer de presidente reprimido– de descubrir el misterio de las dos historias dejémoslo al lector y vamos directo a las buenas nuevas sobre él.

Mandrake nació en 1979 en un cuento del libro El cobrador. Luego fue el protagonista de dos novelas, El gran arte (1983) y De este mundo prostituto y vano sólo quise un cigarro entre mi mano (1997). HBO Latinoamérica hizo una miniserie sobre Mandrake, dirigida por un hijo de Fonseca, que es mejor olvidar ¡Ay los hijos!). ¿Qué sabíamos de Mandrake por esos libros? Que es culto pero lo disimula con un bajo perfil, que le gustan demasiado las mujeres pero es soltero irredimible. Sí, un libertino que escandalizaría a los castos detectives ingleses. Y para más, hedonista: le gusta el tabaco, la comida y los vinos portugueses. El deseo, el placer y el instinto de muerte mueven a los seres humanos y él no pretende mirar el espectáculo del mundo desde un lejano balcón. Inmerso en las pasiones juzga a sus semejantes y se juzga a sí mismo con cierto cinismo no exento de condescendencia. Mandrake, como bien lo dice Bernardo Esquinca, es un singular “filósofo noir” que entiende que el mundo debe ser interpretado a través de los bajos fondos y las situaciones límite.

Su visión de mundo es clara y sólida y sería necio esperar que la cambie. Pero eso no impide que nos sorprenda con nuevas y agudas reflexiones: “La visión de una mujer bonita es siempre una especie de epifanía, la aparición de una divinidad, y el sentimiento que nos domina, si no estuviera presidido por Eros, se asemejaría al que nos despierta la música. No me avergüenzo de mi libido, es la energía fisiológica y síquica asociada a toda actividad humana constructiva; se opone a Tánatos, el instinto de muerte, fuente de todos los impulsos destructivos”. José Lezama Lima pedía que escapáramos al instante en el que alcanzamos nuestra definición mejor. Quien logra definirse por completo carece de aliciente para vivir: ya es, no necesita buscarse ni desear. Mandrake, una suerte de Sísifo moderno, repite para nosotros y para sí mismo la eterna ceremonia del deseo insatisfecho.

Pero no nos pongamos trascendentales. No todo es filosofía de bolsillo en esta obra, el humor negro abunda y hay una amplia galería de personajes divertidos y entrañables que desfilan por el bufete del abogado criminalista. Su socio Weksler, el judío triste, leal y trabajador; Raúl, el viejo zorro y cínico jefe de homicidios; doña Neide Gonzaga, la inefable cliente que será condenada porque en la indagatoria hará exactamente todo lo contrario de lo que se le dijo, y Caveirinha, el falsificador perfecto pero de billetes nacionales de baja denominación; Jessica, la extorsionista que mata a su compinche y amante por bruto: quería gastarse toda la plata del botín en un Ferrari. Y por supuesto, las infaltables mujeres con las cuales se enredará y a la cuales engañará: Karin, Angélica, Helena, Maritza y la Condesa. O creerá engañar: él no es más que un cazador cazado. Un Mandrake más íntimo y proclive a las confesiones nos conmoverá con los recuerdos de su padre, nos dirá por qué razón no se casa y explicará los sinsabores de su oficio: “A nadie le gustan los abogados, sólo le gustamos al cliente cuando quiere librarse de la cárcel u obtener algún bien o ventaja, después nos detesta, por eso existen tantos chistes contra los abogados”.

“La puta de Ema Bovary va a vivir mientras yo me estoy muriendo” dijo Flaubert. El ‘puto’ Mandrake también va hacia la inmortalidad mientras a nuestro querido Fonseca se lo está llevando un cáncer.