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Dos estrellas del cine francés protagonizan esta cinta. Foto: Michael Crotto

CINE

Dos mujeres

Una partera retoma su relación con una examante de su padre, en esta película francesa que reflexiona sobre los vínculos que crea entre la gente tener una historia común.

Manuel Kalmanovitz G.
7 de octubre de 2017

Título original: Sage femme
País: Francia
Año: 2017
Director: Martin Provost
Guion: Martin Provost
Actores: Catherine Frot y Catherine Deneuve
Duración: 117 min

Son un asunto complejo las carreras tardías de los actores icónicos. En parte porque sus rostros –y cuerpos– están cargados de historia: tras haberlos visto en tantos escenarios y con tantos peinados y gestos, resulta inevitable para cualquier nueva producción llevar a cuestas una parte de ese pasado.

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Y la fuerza de Dos mujeres reside en buena parte en el leve giro que se le da a ese ícono del cine francés llamado Catherine Deneuve que lleva casi 60 años en las pantallas (su primer papel fue en 1960).

Se trata también de otro de estos filmes que parece producir por decenas la industria francesa actual –¿o será simplemente lo que les gusta a quienes distribuyen esta clase de cine en el país?– de gente mayor, cansada y enferma, que se encuentra con la muerte respirándoles en la nuca sin haberlo previsto jamás.

Es una situación dramática en proceso de convertirse en un lugar común, algo que la dirección adecuada y más bien cálida de Martin Provost no parece capaz de evitar como sí lo logró, digamos, Michel Haneke en Amour, con su énfasis despiadado en los egoísmos cotidianos.

Porque, a pesar de la enfermedad, acá no hay nada muy desa-gradable. De hecho, pareciera una película diseñada para que el público se sienta bien, ignorando los ángulos más escabrosos del tema, para encontrar una celebración de amistades y placeres posibles, de una vida carnívora y fiestera que se puede cerrar con un “no lamento nada”, como dice la célebre canción de Edith Piaf.

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Los personajes centrales son Claire Breton (Catherine Frot) y Béatrice Sobolevski (Deneuve), dos mujeres que se habían conocido cuando la segunda era amante del padre de la primera, y que se reencuentran 30 años después cuando un tumor cerebral obliga a Sobolevski a restablecer la relación.

Inicialmente, el encuentro entre las dos parece no tener futuro. Breton es una partera que no fuma ni bebe, que come saludable y que disfruta de ayudar a otros en su trabajo, mientras que Sobolevski se deleita con vinos y carne y parece nunca haberse preocupado por el bienestar de nadie más que ella.

En este carácter sanguíneo está el giro de Deneuve, que en algunos de sus papeles más memorables interpretó muchachas inestables (Repulsión) o de una belleza fría e inalcanzable (Belle de Jour), siempre misteriosamente alejadas de la carnalidad.

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Se insinúan varias situaciones dramáticas que la cinta, en su insistencia por evitar incomodidades, prefiere mostrar rápidamente y de ladito. Está, por ejemplo, el mundo tecnificado que hará obsoleto el oficio de Breton, o la enfermedad de Sobolevski, que es retratada como una serie de incomodidades menores que no le dan desgano ni le cortan el apetito por las carnes rojas bañadas en mantequilla.

Pero en la relación de las dos, en su conciencia de una historia compartida, Dos mujeres logra mostrar de forma convincente cómo los lazos que vienen con el tiempo siguen teniendo un peso significativo, sin importar los caminos tecnificados o individualistas que tome el mundo.