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María, llena eres de gracia

El estadounidense Joshua Marston, rodeado por una serie de colombianos talentosos, consigue ponernos en los zapatos de una mula llamada María. ***1/2

Ricardo Silva Romero
11 de abril de 2004

Título original: María llena eres de gracia.
Año de producción: 2004.
Director: Joshua Marston.
Actores: Catalina Sandino Moreno, Jhon Álex Toro, Yenny Paola Vega, Virginia Ariza, Guilied López, Orlando Tobón, Patricia Rae, Jaime Osorio.
La angustia que traen todas las escenas de María, llena eres de gracia -en el centro de la narración se entiende, de un golpe, qué quieren decir cuando hablan de historias que "llevan al borde del asiento"- es el resultado de un guión ajustado, una serie de interpretaciones contenidas y una dirección sin titubeos ni efectismos. La primera película del norteamericano Joshua Marston parte demasiado pronto, sin darles a sus personajes suficientes razones para obrar como obran, sin presentárnoslos todo lo que querríamos, pero lo olvidamos cuando nos damos cuenta de que estamos temblando. La confundida María Álvarez, trabajadora altiva de un cultivo de rosas como tantos, hija de una señora que no la entiende del todo, hermana de una madre soltera que le echa al mundo entero la culpa de su suerte, ha decidido llevar 60 bolsitas de cocaína a Estados Unidos. Se las ha tragado, una por una, frente a todos nosotros. Hemos querido quitar la mirada de la pantalla, por supuesto, pero no nos hemos atrevido a hacerlo.

Porque es eso, eso precisamente, lo que pretende este largometraje: que nos pongamos en los zapatos de esa María, embarazada de su novio de los viernes, convencida de que esa no era la vida que le tocaba, fascinada con la imagen de una capital que se mueve más rápido, mientras se convierte en una cifra que aparecerá en alguna columna del periódico. No, María, llena eres de gracia no es una columna de opinión disfrazada de película ni un efectivo video institucional (no es, gracias a Dios, un dramatizado inspirado en el eslogan "no sea mula") sino una ficción documentada que nos convence casi por completo de lo que nos cuenta. No hay juicios morales que la detengan, no hay moralejas baratas que la empañen, no hay momentos pedagógicos que la vuelvan aburrida. La tradición narrativa del cine norteamericano -que desde hace años ha contado, en tres actos, la aventura de una persona con serios problemas para alcanzar lo que busca- le ha servido bien a este drama universal que sólo podría ocurrir en Colombia.

No sólo la actuación de la ganadora del pasado Festival de Berlín, Catalina Sandino, resulta atinada. Jhon Álex Toro, el único experimentado del elenco, vuelve a poner los acentos en donde van en los pocos diálogos que le corresponden. Y otros más, Yenny Paola Vega, Guilied López, Patricia Rae y Charles Patiño, casi todos actores no profesionales, abordan sus papeles sin dejarse llevar por falsos histrionismos. El propio Jaime Osorio, productor asociado del proyecto, encarna sin problemas a ese demonio de barba que le ofrece a la protagonista el trabajo de mula como si le hablara de un oficio free lance para su pequeña empresa subterránea. El mérito es de todos ellos, claro, pero también de Joshua Marston: ya que hablamos de zapatos, a él le han quedado perfectos los de esta cultura.