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Más sobre la opinión de los poetas y sus referencias

30 de noviembre de 2003

Juan Felipe Robledo

En cada uno de estos poemas está viva la emoción fundamental, íntima, que la poesía convoca. Pertenecen a universos muy distintos, guiados por una música que canta la realidad de formas lejanas, pero todas ellas marcadas por la ensoñación, la lúcida visión que no se opone al ensueño, están llenos de verdad que se revela en las palabras, hablan de una tradición poética que, vigorosa, nos acompaña con amor y belleza.

- Morada al sur, Aurelio Arturo

- Relato de Ramón Antigua, León de Greiff

- Amén, Álvaro Mutis

- Canto del extranjero, Giovanni Quessep

- Carta rumbo a Gales, Juan Manuel Roca

Luis Fernando Afanador

Tendría uno que ser muy despistado o muy ciego para no reconocer que José Asunción Silva es nuestro primer gran poeta: la poesía colombiana comienza con él. En esto y en lo que viene después, coincido con muchos críticos y poetas de mi generación y de generaciones anteriores: dos o tres poemas de Barba-Jacob; León de Greiff por su irresistible música -aunque tenga ecos de modernista tardío-, su universalidad y su figura de poeta íntegro; Aurelio Arturo, el imprescindible. Luego, el canon se vuelve discutible, tal vez más personal: Mutis, que me reveló a la vez el paisaje colombiano y la certeza de la vida y de la muerte (el eje de la poesía); Jorge Gaitán Duran, Eduardo Cote Lamus, Jaime Jaramillo Escobar, Giovanni Quessep, José Manuel Arango y Raúl Gómez Jattin. A la hora de elegir -difícil- elegiría estos cinco poemas:

1. Nocturnos (José Asunción Silva)

2. Canción de la vida profunda (Porfirio Barba-Jacob)

3. Morada al sur (Aurelio Arturo)

4. Oración de Maqroll (Álvaro Mutis)

5. Canto del extranjero (Giovanni Quessep)

Juan Gustavo Cobo Borda

Leyendo a Silva. Guillermo Valencia.

Futuro. Porfirio Barba-Jacob

El relato de Guillaume de Lorges. León De Greiff.

Seremos triste. Rafale Maya

Morada al sur. Aurelio Arturo.

Galope súbito. Eduardo Carranza.

Ciudad. Fernando Charry Lara.

Cita. Alvaro Mutis.

El regreso. Jorge Gaitán Durán.

Elegía a mi padre. Eduardo Cote Lamus.

Federico Díaz-Granados

- Nocturno de José Asunción Silva (a pesar de ser un poema del siglo XIX

considero que inaugura el siglo XX en la poesía colombiana) ,

- Canción de la vida profunda de Porfirio Barba Jacob,

- Morada al sur de Aurelio Arturo,

· Balada de las cosas perdidas de Mario Rivero

· Canto del extranjero de Giovanni Quessep.

Sin duda esos son mis 5 poemas colombianos que más leo y releo. 'La balada de las cosas perdidas' de Rivero es el poema que más presente tengo en mi poesía porque relata todas esas ruinas y esas cosas perdidas y derrotadas por el tiempo, afectos idos, temas que me preocupan como poeta. 'El canto del extranjero' al igual que el poema 'La alondra y los alacranes' de Quessep me han permitido entender el amor desde un punto de vista más ideal y musical. Me han servido de ayuda en más de una "conquista". Otros poemas que por su temática y su honda preocupación por la soledad del hombre me conmueven son: 'Una palabra' de Alvaro Mutis, 'Razones del ausente' de Darío Jaramillo Agudelo y 'Salmo de la derrota' de Héctor Rojas Herazo.

Rogelio Echavarría

Mis cinco poetas del siglo pasado. Pues, primero, dos que nacieron a la vida en el XIX pero a la gloria en el XX: Porfirio Barba-Jacob y León de Greiff. Barba fue mi primera lectura y mi inicial influencia bacheril tal vez porque yo podía decir como él: no tuve amor y huían las hermosas/ delante de mis furias monstruosas" (esos complejos de adolescencia) y también emigré de Santa Rosa: "Hundiendo en el fango mis plantas fugaces/ huí de mis campos feraces/ un día.". Y el segundo, León, me recibió en Bogotá, en su mesa del Automático, porque yo quería ir lejos pero me quedé cerquita: "sin brújula en la bitácora/ -bitácora non había-/ una vez tomé la vía/ que va de Aguadas a Pácora". Después mi "padre y maestro mágico" Aurelio Arturo, quien de su "Morada al sur" vino a vivir al Polo Norte, en el Polo Club, donde fue mi vecino de alma y casa hasta su muerte. Otro dilecto hijo literario de Arturo es Fernando Charry Lara, y esa fraternidad me hace feliz, porque es amigo de todos los días y para siempre. Esta no es una ultrantología (como llama su libro Jorge Cadavid) sino un álbum de familia, que termina, pero no acaba, con José Manuel Arango, quien con Luis Fernando Macías y Juan José Hoyos me publicó 'El Transeúnte' en la Universidad de Antioquía y quien decía que él (Arango) era mi hijo. y como tal lo he llorado.