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Matar para contarlo

Por años el arte y la violencia han estado relacionados: son muchos los pintores, escritores o músicos que han cometido terribles delitos.

27 de julio de 2003

Ademas de ser uno de los escritores más leídos en Rusia, Denis Latktionov es también un asesino múltiple. En efecto, este autor de novelas policíacas asesinó a tres personas en Moscú para poder escribir su novela Las vírgenes. Según las declaraciones del propio autor a las autoridades, se encontraba escribiendo una novela en la que relataba la historia de un asesino pero no encontraba el estilo adecuado. Al no lograr describir bien las escenas del crimen el escritor decidió que la mejor solución para su bloqueo era conocer de primera mano la experiencia del asesinato. Así que Latktionov se armó de un puñal y entró en la noche al apartamento de una familia. Primero asesinó a los padres y luego a la hija de 12 años. El ruido alertó a los vecinos, quienes llamaron a la policía. Latktionov fue atrapado cuando intentaba escapar por una ventana. Ahora el escritor está recluido en un hospital siquiátrico, donde pasará el resto de su vida y tendrá tiempo de sobra para escribir una novela magistral sobre el asesinato. Este no es el primer caso en el que un artista se ve involucrado en un crimen. De hecho, por años, el arte y el crimen han estado relacionados: son muchos los pintores, escritores y músicos que han estado obsesionados con este tema. Basta recordar al artista surrealista André Breton, quien en una ocasión afirmó: "El acto surrealista más puro consiste en bajar a la calle, revólver en mano, y disparar al azar contra la multitud". El escritor Jonathan Swift dijo en un artículo que una de las soluciones para la pobreza de Irlanda era que los famélicos padres devoraran a sus hijos. Igualmente se pueden citar los casos de pintores como Heinrich Füssil, William Blake, Francisco de Goya y de escritores como George Roomey o Edgar Allan Poe, quienes han retratado en sus obras la fascinación que les produce el crimen. Para algunos ensayistas, como Thomas de Quincey o Georges Bataille, las obras de arte son delitos que suceden en la imaginación de los artistas. Para los creadores el crimen es una acción que por su riesgo y fuerza es comparable al arte (ver recuadro). De Quincey escribió un ensayo llamado El asesinato como obra de arte, en el que se explica cómo un asesinato puede tener la misma calidad estética que un poema. Pero el problema es que en algunas ocasiones estas fantasías tienden a salirse de las manos de los artistas y convertirse en realidad. Uno de los casos más conocidos es el del músico italiano Antonio Salieri. Este intérprete, nacido en 1750, tenía una enorme rivalidad con Wolfgang Amadeus Mozart. Aunque Salieri era uno de los músicos más conocidos de las cortes europeas sentía que el talento de Mozart lo opacaba y por eso decidió envenenarlo. Esto nunca fue comprobado y siempre se creyó que Mozart había muerto de una fiebre reumática. Pero cuando Salieri estaba agonizando confesó que había mandado envenenar a su rival en 1791. Nadie lo tomó en serio entonces pero una reciente investigación demuestra que fue verdad. Otro nombre que siempre ha estado relacionado con el crimen es el del Marqués de Sade. En 1768 Sade fue encarcelado por un año, acusado de torturar a su criada. Al parecer el Marqués continuó sus prácticas pues en 1772 fue condenado a prisión de por vida por cometer delitos sexuales. Pero la historia ha reivindicado al Marqués pues parece ser que las acusaciones no eran muy verídicas y se trataba más bien de una estrategia de la Iglesia para silenciarlo. Claro que el Marqués pasó gran parte de su vida en la clínica de Charenton y escribió sus grandes obras recluido al lado de sicópatas. La relación entre crimen y arte es tan profunda que se ha llegado a creer que uno de los asesinos más famosos de la historia, 'Jack el Destripador', era pintor. La investigadora Patricia Conwell asegura que el asesino era en realidad el pintor expresionista Walter Sickert. Según ella, algunos de los lienzos pintados por éste guardan una enorme similitud con las imágenes posmortem de las víctimas de 'Jack el Destripador'. Y, en realidad, esta afirmación no es nada descabellada pues muchos de los lienzos pintados por Sickert muestran imágenes de prostitutas asesinadas tal y como lo hacía en la vida real el destripador. "Sickert nunca pintaba nada que no hubiera visto. Y él no hubiera tenido manera de saber el aspecto de aquellas mujeres si él mismo no hubiera estado allí", argumenta la investigadora. En uno de sus libros Conwell presenta pruebas de ADN sacadas de los cuadros de Sicknert que son muy similares a la descripción del asesino. El pintor murió a los 60 años en Munich y nunca se abrió una investigación formal contra él. Ya en el siglo XX la relación entre crimen y arte parece hacerse más profunda. Uno de los casos más conocidos es el del poeta, novelista y mago Aleister Crowley. Este extraño personaje nació en 1899 y a los 8 años envenenó y despellejó a su gato. Desde entonces sus amigos y familiares lo llamaba cariñosamente 'La Bestia Humana'. Desde muy joven se dedicó a la práctica del satanismo. Su fijación era tan grande que se afiló los colmillos para poder marcar a sus amantes y además bebía sangre todos los días. A los 20 años Crowley se unió a la Goden Dawnn, la más grande organización de magos del mundo, y aunque no hay pruebas muchos sospechan que en los rituales de magia se llevaban a cabo torturas y violaciones. Crowley llegó a ser tan famoso que en una ocasión el Primer Ministro de Gran Bretaña se refirió a él como "el personaje más perverso e inmundo del Reino Unido". Sin embargo Crowley fue un gran escritor y además amigo de artistas como Rodin y Rilke. Después de su muerte se convirtió en un ícono y los Beatles, los Rolling Stones y Led Zeppelin le rindieron homenaje. Otro de los grandes artistas que tuvo problemas con la autoridad fue el dramaturgo francés Jean Genet. Desde que tenía 10 años robaba y se prostituía en las calles de París. Por eso vivió en un reformatorio más de 15 años. Allí, entre la violencia y los abusos, escribió grandes obras de teatro como Nuestra señora de las flores. Apenas tres años después de ser liberado Genet volvió a robar y de nuevo fue encarcelado. Pero gracias a la ayuda de Jean Cocteau y Jean-Paul Sartre fue liberado después de cinco años. Genet partió a Estados Unidos, donde se unió al grupo revolucionario Panteras Negras. En 1967 se suicidó pero aún es recordado como uno de los más importantes autores del siglo XX. En el campo de las artes plásticas también ha habido criminales. Uno de los ejemplos más siniestros es el de Rudolf Schwarzkogler. Este escultor vienés sostenía que el arte no era más que un crimen. Aunque nunca asesinó a nadie sí fotografió cadáveres y personas mutiladas. Es más, la última obra de Schwarzkogler fue un asesinato: el suyo. El artista se cortó las venas y pintó un lienzo con su propia sangre. El título de la obra, bastante macabra por cierto, es Fin. Uno de los casos más sangrientos es el del japonés Issei Sagawa, autor de varias novelas. Cuando estudiaba literatura comparada en la Sorbona, en París, se enamoró de una compañera de clase. Esta no le puso atención, entonces el escritor la invitó a su apartamento, donde la asesinó, la descuartizó y la preparó al estilo sushi. La policía atrapó a Sagawa y lo deportó a Japón. Allí su poderosa familia logró que fuera declarado demente y quedó en libertad. Durante su reclusión Sagawa escribió una novela llamada En la niebla. Más tarde, en la década de los 90, hizo una antología sobre canibalismo. En el mundo del séptimo arte también se han presentado varios casos. Quizás el más famoso es el del director de El pianista: Roman Polanski. En la década de los 70 Polanski fue acusado de violar a una menor de edad. Gracias a la ayuda de algunos hombres poderosos el director pudo huir a Francia, donde se exilió, pero por este delito Polanski no puede volver a Estados Unidos. Como si fuera poco, años atrás su esposa, Sharon Tate, fue asesinada por el célebre Charles Manson (quien a su vez afirmaba que seguía órdenes de Helter Skelter, una canción de los Beatles). La vida de este genio del cine ha estado marcada por la violencia. Otros han estado relacionados con crímenes pero nunca se ha podido demostrar su culpabilidad. Por ejemplo, existe una leyenda según la cual Ernest Hemingway asesinó a un hombre en 1960. Al parecer el escritor pasaba una temporada en su casa en La Habana, solitario y deprimido a causa de una terrible enfermedad que no le permitía escribir. En un momento de desesperación Hemingway mató con su escopeta a un hombre que se encontraba en su jardín. Igualmente, uno de los más grandes escritores de novela policíaca, Georges Simenon, se vio involucrado en un doble asesinato. El creador del detective Maigret fue relacionado con el asesinato de una joven pareja en un motel pero el autor logró demostrar su inocencia ante la justicia. Los casos son innumerables, hasta el punto de que es posible pensar que no se trata de una coincidencia. Tal vez los artistas están condenados, por su misma naturaleza, a cometer crímenes. Una posible explicación es la del ensayista Publio Galonni, quien asegura en su artículo 'El arte imposible': "Toda experiencia artística es, a su manera, religiosa, es decir, una forma de demencia en un mundo donde la lucidez absoluta es insoportable". Así que todo artista es, en el fondo, un demente.