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“Me gustaría que el Reino Unido se desintegrara y que Escocia respirara democracia”

El escocés Irvine Welsh, autor de Trainspotting’, habló con Semana.com sobre la adaptación de esta novela al cine y sobre T2, la secuela que se estrena hoy en Colombia.

20 de abril de 2017

La forma como Irvine Welsh escribe es tan cruda y coloquial que los jóvenes del mundo aman sus libros. Los de los noventa, los millennials y los de ahora, que esperan con ansia el estreno en sus respectivos países de T2, la secuela de la adaptación al cine que hizo Danny Boyle en 1996. De nuevo, las aventuras de cuatro amigos que pertenecen a la clase obrera escocesa y que encuentran en las drogas el antídoto para la tristeza vuelve a ser el referente de toda una generación. Ni el Internet, ni la globalización pudieron cambiarlo, dice Welsh. Más bien lo empeoraron.

Semana.com: Hace 24 años usted sacudió el mundo literario con ‘Trainspotting’, una novela que marcó a muchos jóvenes del mundo. ¿Hoy cómo es recibida por los de esta nueva generación?

Irvine Welsh (I.W.): Curiosamente, la recepción ha sido muy buena. Treinta años de neoliberalismo y de desindustrialización, destruyeron la cultura. Ya no existe ni cultura callejera ni de clase, y la que hay es impulsada por los medios. Por eso creo que los jóvenes de ahora la han acogido como suya.

Semana.com: ¿De qué cultura hablamos?

I.W.: Toda cultura joven es de la clase trabajadora. Una cultura que formaron los jóvenes en sus comunidades, influenciada por el trabajo que hacían en las fábricas y oficinas. Así subculturas como los ted, los mod, el punk, los hoolingans, los skinheads, los soulboys, incluso los ravers eran todas reacciones hedonistas en contra del orden existente.

Semana.com: Pero, según usted, todo acabó…

I.W.: La desindustrialización acabó esos lugares de trabajo y socavó esas comunidades. Y esto empeoró con Internet, con la globalización, con la mercantilización, la esterilización y venta masiva de esa cultura al mercado global. La imagen ‘cool‘ de ‘Britannia‘ era una cultura británica falsa, mediática, empaquetada para el mundo y limpia de todo peligro. Toda la cultura obrera fue imitada por todas las clases sociales y perdió su naturaleza. Por ejemplo, la palabra ‘Mockney‘ nació para expresar como el Cockney (dialecto de la clase obrera) fue apropiado-modificado por las clases medias y altas. Y se volvió muy común y permite identificar con exactitud de dónde provenía ahora la cultura.

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Semana.com: La realidad de Edimburgo, Escocia, parecería distinta a la de otros rincones del planeta, pero ¿cómo explica que, por ejemplo, en América Latina haya surgido tal nivel de identificación con los personajes de su libro?

I.W.: Creo que es porque los personajes son arquetipos. Todo el mundo conoce (en cierta medida) a un intelectual cínico, a un psicópata violento (Begbie), a un manipulador inescrupuloso (Sick Boy) y a un perdedor adorable (Spud). Entonces, la gente se identifica con eso. Aunque también tiene que ver con la transición que ha habido hacia un mundo sin empleo, que termina afectando a todos.

Semana.com: ¿Qué cree hubiera pasado con su libro si no se hubiese adaptado al cine? ¿El destino de ‘Trainspotting’ hubiese sido otro?

I.W.: En esa época prácticamente todas las productoras de cine querían adaptarla entonces no había manera de que su destino fuese otro. El truco era encontrar la gente adecuada para hacerlo.

Semana.com: ¿Quizás tuvo algo que ver que el lenguaje en que está escrito es demasiado coloquial y hasta para los angloparlantes de países distintos a Escocia es difícil entender las expresiones que usted utiliza?

I.W.:
Definitivamente, era un libro que llevado a la imagen podía universalizarse. De lo contrario, no.

Semana.com: ¿Cómo se involucró en T2?

I.W.:
Hemos estado trabajando por 10 años con John Hodge, el guionista, y Andrew MacDonald, uno de los productores, para lograr un buen resultado. Pero hace tres años nos fuimos a vivir a una casa grande, cocinábamos juntos y salíamos a la calle. El resultado de esa convivencia fue el guión de John.

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Semana.com: Se dice que no hay fórmula más ganadora y vendedora que la mezcla de sexo, drogas y rock n’ roll (además, en ‘Trainspotting’, usted le agrega fútbol). ¿Coincide con esa afirmación?

I.W.: No creo que haya una fórmula como tal. Si existiera todo el mundo lo haría, todos los libros serían iguales y, por ende, nadie vendería.

Semana.com: Las drogas son protagonistas en casi toda su obra…

I.W.: Las drogas ganan cuando no hay nada más en la vida de una persona. Sustituyen el trabajo o cualquier otra ocupación. De hecho, estas y la calle han reemplazado el empleo, a las oficinas, a las fábricas y se convirtieron en un escenario irresistible para el drama.

Semana.com: ¿Y qué es el rock n’ roll para usted?

I.W.:
Es una salida de noche agradable y una manera de pasar el tiempo.

Semana.com: ¿Por qué es tan importante el fútbol para usted?

I.W.: Porque es una de las mejores distracciones que tenemos para rellenar la vida.

Semana.com: ¿Y el sexo?

I.W.: Cada vez se pone mejor.

Semana.com: Usted ha dicho varias veces que hay muchos pasajes de ‘Trainspotting’ que son de su vida: usted consumió drogas, peleó callejeramente, hizo parte de un par de bandas punk. ¿De todo esto que quedó en Irvine Welsh?

I.W.: Nada. Soy la persona más juiciosa del mundo. Ni siquiera cruzo una calle si no hay otro transeúnte haciendo lo mismo.

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Semana.com: los libros ‘Porno’ y ‘Skagboys’, secuela y precuela de ‘Trainspotting’, no decepcionaron. ¿Qué podría decir usted de T2?

I.W.: No me atormenta la crítica. Incluso, la transición más difícil de mi vida fue pasar de crítico a creador. Y no tengo el más mínimo interés en reversar eso. Me interesa la gente que paga e invierte mucho tiempo en leer y ver películas. Nada más.

Semana.com: Los personajes de Trainspotting 24 años después. ¿En qué han cambiado? ¿Cuál es su lucha hoy?

I.W.: La misma del resto de seres humanos que viven en una era posindustrial: tener dinero y relevancia.

Semana.com: De aquella realidad de la clase obrera deprimida y escéptica que usted mostró de Escocia hace 24 años, ¿aún queda algo?

I.W.: Esa enfermedad se propagó a todo occidente. El capitalismo y el socialismo están muriendo con la desindustrialización y no sabemos qué viene.

Semana.com: Hoy se habla de la independencia de Escocia del Reino Unido y hasta de una posible anexión a Canadá. ¿Usted estaría de acuerdo? ¿Tiene ahí materia para un próximo libro?

I.W.: Creo que por ahora eso está en el aire pero definitivamente me gustaría que el Reino Unido se desintegrara y dejara que la gente de Inglaterra, Escocia, Irlanda y Gales respiraran otra vez el dulce aire de la democracia.