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La favorita Breaking Bad podría alzarse con el premio de la mejor serie dramática del año. Sus figuras, Aaron Paul, nominado a mejor actor secundario, y Bryan Cranston, mejor actor principal.

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Mejor que los Óscar

Hoy el mejor cine está en la televisión. Lo confirma la calidad de los nominados a los premios Emmy, que se entregarán el próximo 25 de agosto en Los Ángeles.

16 de agosto de 2014

Se hacen cálcu-los, se argumenta, se rememora, se especula, se apuesta. Se hace y se dice de todo sobre la próxima entrega de los Premios Emmy, que no solo es para muchos la edición más importante en la historia del evento que premia anualmente a lo mejor de la televisión, sino que también es considerada más interesante que las últimas ediciones de los premios Oscar. Semejantes afirmaciones se originan, fundamentalmente, por el duelo entre Breaking Bad y True Detective, estimadas ya como dos de las mejores series de la historia y ubicadas en el mismo pedestal de Twin Peaks o The Wire.
 
Ni siquiera en 2005, cuando estuvieron en competencia a mejor drama programas como Los Soprano, Deadwood, The West Wing, Six Feet Under, Lost y 24, se presentaba un duelo tan reñido y de tal calidad como el de este año, en el que también compiten Juego de tronos, House of Cards, Mad Med y Downton Abbey.

Aunque todas son de gran nivel, ninguna parece poner en riesgo la supremacía de las favoritas. Breaking Bad, que ya ganó este galardón el año pasado, parece tener cierta luz de ventaja sobre su competidora. Narra la historia de un profesor de Química que al saber que tiene cáncer de pulmón se convierte, con el argumento de no dejar desamparada a su familia, en el mejor y mayor productor de metanfetamina de Estados Unidos. El éxito de la serie, creada por Vince Gilligan, se cimienta en cómo Walter White, interpretado por Bryan Cranston, muda de protagonista a antagonista. 

Los elogios recibidos por esta serie son incontables. El director de cine argentino Juan José Campanella (El secreto de sus ojos) dice “es como ver a Dostoievski en televisión”. Y el apoyo de sus seguidores fue incondicional. Su capítulo final, emitido el 29 de septiembre del año pasado, marcó un récord de audiencia: 10,3 millones de televidentes en Estados Unidos.

 Su rival, True detective –creada por Nic Pizzolatto y dirigida por Kary Fukunaga–, ha sido el gran batacazo de este año en la televisión. En apenas ocho capítulos dejó una estela de fans en el mundo (se calcula una sintonía promedio de 3,5 millones por capítulo en Estados Unidos). Su argumento, narrado en diferentes tiempos, trata de dos policías que deben resolver una sucesión de crímenes rituales en Luisiana, Estados Unidos. Hasta ahí, nada tendría de especial de no ser por las características de sus personajes principales: Marty Hart (Woody Harrelson), un esclavo de la crisis de la edad mediana, y Rust Cohle (Matthew McCounaghey), un nihilista carismático que suelta frases que no pasan inadvertidas: “claro que soy peligroso, soy policía. Podría hacer cosas terribles a la gente con total impunidad”.

Esta serie también cautivó porque, como pocas, está llena de referencias literarias. Alude a filósofos como Nietzche y Cioran, a escritores de terror o fantásticos como Ligotti, Ambrose Bierce, H.P. Lovecraft y Chambers, o, incluso, a autores de historietas como Alan Moore.

Según la crítica especializada, ganará Breaking Bad, casi como un homenaje a sus cinco muy buenas temporadas y, además, porque de ganar True Detective sería visto como una injusticia. Esta serie apenas cumplió con su primera temporada en la que tanto su historia como sus personajes ya tuvieron un fin: la idea de sus creadores es que cada temporada tenga distintos protagonistas y diferentes argumentos. Por esta razón muchos creen que HBO, la productora del programa, debió presentarla como miniserie.

La competencia entre Breaking Bad y True Detective no solo será en mejor serie dramática, también lo harán en la categoría de mejor actor, donde McCounaghey y Cranston son los preferidos. La analista de televisión de El País de Madrid, Natalia Marcos, hace cálculos: “Si gana McConaughey sería muy justo, pero me daría pena por Cranston. Si gana Cranston pensaré que es injusto con McConaughey”. 

En otras dos importan-tes categorías, mejor guion y mejor dirección, también se ven las caras. Muy parejos, pero en ambos casos ganaría Breaking Bad: ‘Felina’, el capítulo final de la serie, y ‘Ozymandias’, el antepenúltimo, son ya considerados de los mejores de todos los tiempos en cuanto a escritura y dirección. Sin embargo, el cuarto episodio de True Detective (‘Who Goes There’) es también catalogado como pieza maestra por un plano secuencial  de seis minutos de duración.

Nadie tiene en sus cuentas un ganador distinto en cuanto a series dramáticas, ni Juego de tronos, con 19 nominaciones, parece ser una amenaza. Bárbara Ayuso, quien escribe para la revista digital Jot Down, dice sus opciones: “Se llevará premios –especialmente técnicos– pero no será la gran ganadora, aunque no le faltan galones para serlo”. 

Y sin importar quién sea el ganador, los dos programas reflejan la calidad de la televisión que se hace hoy. Jorge Carrión, experto en series y autor de Librerías y de Los huérfanos, explica que ambas son obras de una gran ambición estética, en todos los niveles, interpretación, puesta en escena, planificación, efectos especiales, música, guion...

Estas producciones son el resultado de la migración de directores, actores y guionistas del séptimo arte hacia la pantalla chica. No en vano Campanella, quien trabaja en los dos medios, afirma que es “mucho más interesante la televisión norteamericana que su cine”. Natalia Marcos al respecto dice: “Desde hace años la televisión tiene un nivel tan alto o más que el del cine. Tenemos suerte de estar viviendo esta época televisiva”.

Aunque la afirmación puede ser polémica, la expectativa que generan los Emmy puede ser un indicio de que el mejor cine está hoy en la televisión.