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MENTES PELIGROSAS

'Otra en mí' es la recreación novedosa de uno de los temas más típicos y efectistas de la telenovela latinoamericana.

12 de agosto de 1996

Después de Pecado santo, una incursión novedosa en la mitología de los santos populares y en los amores prohibidos de los sacerdotes, la programadora TV Cine ha decidido volver por terrenos más conocidos y menos polémicos. En un giro de 180 grados cambió sus experimentaciones en el alma oscura de una Latinoamérica agraria y supersticiosa para nadar en las tranquilas aguas de un dramatizado tradicional, con temas arquetípicos del culebrón, que transcurre en un decorado urbano. Se trata de Otra en mí, una propuesta que desde hace unas semanas vuelve a sacar del baúl de Delia Fiallo, Corín Tellado y otras musas el manido tema de las dos gemelas separadas por el destino que, al criarse una en un hogar pobre y la otra en uno rico, asumen personalidades antagónicas. Liliana, la que más sufrirá, es el recipiente ideal de todas las bondades, virtudes y humildades. Valentina, la que más se divertirá, es en cambio un imán que atrae poderosamente la perversión, la mezquindad y la maldad. Después de echar estas cartas de la buena suerte perteneciente a la memoria colectiva del melodrama, el libreto le ha mezclado otras obviedades, como la de la lucha por el mismo hombre, el ascenso social, el enfrentamiento a muerte con la madre y la perfidia de un mundo malo porque sí. Sin embargo las libretistas Socorro González y Consuelo Garrido (típicas exponentes de la escuela mexicana de Televisa) también han sacado otro as debajo de la manga, que le ha imprimido movilidad a la historia tradicional y ha enriquecido los movimientos de las fichas conocidas. Se trata del misterio nacido de los fenómenos parasicológicos en los que se debaten este par de gemelas. Este es el giro original de la historia y es esta fuerza oscura, muy bien interpretada por la dirección de Luis Alberto Restrepo y la recreación atmosférica, la que ha jalonado los mejores momentos vistos hasta ahora en el dramatizado. Es de destacar que Geraldine Zivic, quien no se había distinguido precisamente por sus dotes histriónicas, ha logrado dar la talla con su doble representación, mientras Mauro Urquijo no ha podido despegar de su eterna imagen de joven lánguido en el papel de Luis Fernando. Por lo demás, el ritmo de la historia ha sido bastante decoroso, con actuaciones equilibradas aunque un poco frías y promete, por el lado de las comunicaciones telepáticas, explotar una veta interesante del melodrama.