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MIRARTE: UN BUEN BALANCE

La feria de arte de Bogotá cambia de rumbo.

2 de diciembre de 1996

Adiferencia de las versiones anteriores la última feria de arte de Bogotá arroja un saldo favorable debido a la claridad con que fueron definidos sus objetivos. Su presentación como un evento eminentemente comercial impidió que fuera confundida con un certamen dedicado a planteamientos radicales, tipo Salón Nacional, o que se pretendiera que los artistas participantes alcanzaban una consagración definitiva. Es más, gracias a esta feria el público capitalino comprendió finalmente que esta clase de eventos está dedicada a la compra y venta de pinturas y esculturas, y que si un artista se incluye en Mirarte _al igual que en la Fiac de París o en Arco de Madrid_ el hecho no tiene implicaciones en cuanto a la calidad de sus obras. La realización de Mirarte en el claustro de La Enseñanza, cuyos impecables espacios constituyeron un escenario digno y amable, la participación no muy numerosa pero bastante profesional de las galerías extranjeras, el entusiasmo de los galeristas nacionales y la calidad de buena parte de las obras presentadas, jugaron también un papel importante en el éxito de la feria, y así lo confirmaron el numeroso público que la visitó y las diversas transacciones a que dio lugar. Como era de esperarse, las entidades participantes se concentraron más en la historia que en la actualidad, pero lo hicieron sacando a relucir verdaderas joyas del arte moderno, muchas de ellas realizadas hace dos, tres y hasta cuatro décadas. En la feria pudieron apreciarse dos espléndidos Boteros, Girasoles de la galería Garcés Velásquez y una escultura masculina de la galería Tovar y Tovar. Se presentaron igualmente dos maravillosos Obregones, Icaro con Avispa de la galería El Museo, obra que representó a Colombia en la Bienal de Sao Paulo de 1967 cuando el maestro se hizo acreedor al primer premio, y Flor, de la galería Elida Lara, entidad que mostró asimismo dos sabias pinturas de Manuel Hernández. La galería Diners se hizo presente con sugestivos tejidos dorados de Olga de Amaral, y el maestro Negret expuso esculturas alusivas a los hipogeos de Tierradentro en el espacio asignado a la casa-galería que lleva su nombre. La galería Alfred Wild exhibió una espléndida pintura de Leopoldo Richter; Garcés Velásquez y El Museo coincidieron en incluir importantes trabajos de Carlos Rojas, y las galerías Tovar y Tovar y Luis Pérez ofrecieron la rara oportunidad de apreciar en el país los lujosos trabajos pictóricos de Ana Mercedes Hoyos. Pero no sólo los artistas mayores gozaron de una representación elocuente. La galería Sextante presentó una serie de exquisitas esculturas de Ronny Vayda; Diners complementó su participación con atractivas obras de Maripaz Jaramillo y Luis Luna; y las galerías de Luis Pérez y Alfred Wild mostraron trabajos de primera línea de Darío Morales, Luis Caballero y Antonio Barrera. La participación más osada estuvo a cargo de las galerías de Jenni Vilá y Carlos Alberto González. La primera mostró una combinación de pintura e impresiones de Laignelet, así como la disección pictórica de pollos y muñecos de Johanna Calle y poéticos ensamblajes de Luz Angela Lizarazo, mientras que la segunda presentó irónicos objetos 'al estilo precolombino' de Nadín Ospina y sugestivas pinturas selváticas de Carlos Jacanamijoy. Otras galerías que incluyeron obras jóvenes fueron: El Museo, que exhibió una lúdica construcción de Carlos Salas, Casa Negret, que mostró técnicas mixtas de Carlos Otálora, y Garner Uribe, que expuso una delicada serie de dibujos de Juan Carlos Delgado. En cuanto al arte internacional, dada la cruda realidad del mercado en el país, no hubo en esta oportunidad los grandes Picassos ni los importantes Mirós de otras épocas, pero se vieron obras de artistas como el cubano Julio Larraz presentado por Alonso Arte, cuyas pinturas constituyeron uno de los puntos más sobresalientes del evento. La galería Graphic mostró trabajos cinéticos del venezolano Carlos Cruz Díez, la galería argentina Der Brücke exhibió delicados paisajes acuáticos sobre metal de Silvia Rojas, y la galería Praxis, también de Argentina, presentó espesas pinturas de objetos cotidianos de Ignacio Iturria. La feria de arte de Bogotá arroja un balance favorable no sólo porque permitió enriquecer las colecciones nacionales y apreciar buenas obras de arte moderno, sino porque sacó a relucir algunas deficiencias en el manejo comercial del arte en Colombia. Por ejemplo, el hecho de que no existan contratos de exclusividad ha revertido en que los mismos artistas estén representados por muchas galerías, que impiden que estos establecimientos cuenten con una identidad y crean una confusión perjudicial para su imagen. También en este aspecto es muy posible que Mirarte haya resultado un evento positivo para la consolidación y desarrollo del mercado de arte en el país.