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MOLIERE EN BARRANQUILLA

Al montar "Las preciosas ridículas", Antonio Corralos descubre la vigencia de una sátira del siglo XVII en la Colombia del siglo XX

16 de agosto de 1982

En 1659 Moliére estrenó, en el Teatro Petit-Bourbon, una de sus comedias más mordaces, en la que hace una crítica abierta al despotismo ilustrado que florecía sin piedad en París. El éxito que obtuvo su comedia, "Las preciosas ridículas", obligó a su compañía a doblar el precio de la taquilla desde la segunda función para evitar la excesiva afluencia de público. Sin embargo, el teatro sostuvo la obra en escena por cuatro meses con llenos totales cada noche, hasta que las críticas y las presiones del gobierno forzaron a retirarla. Los ataques contra el dramaturgo iban desde la acusación de haber plagiado a un abate de Pure, hasta la composición de otra comedia, "Las verdaderas ridículas", escrita por un insignificante autor llamado Somaire quien trataba, así, de reivindicar la clase a la cual criticaba Moliere.
El tema de "Las preciosas ridículas" no podía despertar más sensibilidad. Una buena parte de la sociedad parisina de la primera mitad del siglo XVII la conformaban familias de terratenientes que emigraban hacia la gran ciudad esperando ser aceptadas dentro de la clase burguesa. El primer paso de esta gente-arribista, se llamaría hoy-era la de transformar sus costumbres provincianas mejorando su manera de hablar y el acento, aprendiendo a tocar piano o flauta dulce, leyendo lo que se consideraba la mejor literatura, yendo a la ópera y, ante todo, manteniendo un excelente contacto social.
Pero mientras trataban de avanzar en esta transición de lo ordinario a lo sofisticado, más de una familia caía en el ridículo, el mal gusto, la pose fingida, la exageración o en el fatal destino de no poder asimilarse finalmente al espíritu de la ciudad. Es todo este fresco pintoresco el que le sirve a Moliere para dibujar a sus "Preciosas ridículas", la breve historia de dos muchachas campesinas y ricas que acaban de instalarse con su viudo padre en París. Moliere reúne todos los ingredientes del preciosismo (la supuesta elegancia en el vestir, las cintas, las plumas, el empolvado), los extrema y escribe la comedia donde el mismo desempeña uno de los papeles principales, Mascarilla.
Han pasado ya 300 años desde aquel aspaviento. Ahora el grupo de Actores Teatro Estudio que dirige Antonio Corrales optó por la puesta en escena de este clásico francés "porque en realidad el momento colombiano se acerca más a la tragicomedia que al drama", según afirma Corrales. Y agrega que si se tratara de hacer una comedia semejante, totalmente colombiana, podría llamarse "Las preciosas lobas" o "El preciosismo del lobo".
Así, aunque el montaje que ha hecho el Teatro Estudio se acerca casi fielmente al original (han agregado un fragmento de otra comedia de Moliere, "La escuela de mujeres"), hay situaciones en las que las escenas sugieren comportamientos no sólo de gentes de la provincia, sino del arribismo y ganas de figuración de que hacen gala muchos personajes de este trópico.
En las funciones de estreno de "Las preciosas" en el Teatro Nacional, de Bogotá, el vestuario y las pelucas parecían descuidados, pero no tanto como la excesiva tendencia de los actores a confundir la comedia con la farsa. El grupo experimental que se reúne en torno a Corrales va ahora a Barranquilla para participar en el programa de inauguración del Teatro Municipal, uno de los más modernos de Latinoamérica. El público barranquillero podrá tal vez aprovechar más esta comedia del siglo XVII, a diferencia de los muy serios y escasos espectadores que presenciaron este esfuerzo artístico en la fría capital.
Valentín González