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MORALES AL DESNUDO

A raíz de su exposición en el MAM, el pintor cartagenero Darío Morales, fue entrevistado por SEMANA.

12 de marzo de 1984

SEMANA: ¿Cuánto hacía que Darío Morales no exponía en Bogotá?
DARIO MORALES: La única exposición que he hecho en Bogotá fue en el año 70, aunque vengo a Colombia a menudo y hace poco estuvimos haciendo una exposición en Barranquilla. Esta exposición consta de cerca de 30 piezas de escultura, 7 u 8 óleos y muchos dibujos. Digamos que ésta es una exposición muy importante para mí porque recoge mis últimos años de trabajo.
S.: ¿Cómo cuajó la idea de esta exposición?
D. M.: Esta exposición se ha venido planeando desde hace mucho tiempo. Tú sabes que hacer una exposición, transportar todas esas obras, no es una cosa fácil, pero creo que se concretizó el proyecto en un principio a causa de la exposición que hicimos en Barranquilla,en Avianca. Pudimos unir la exposición de Avianca con la del Museo de Arte Moderno después de dos años de estar planeandose.
S.: ¿Cree que su obra, por el hecho de haberse expuesto poco en el país, no es muy conocida entre los colombianos?
D.M.: Yo diría que el común de la gente no conoce suficientemente mi obra, pero digamos que en las exposiciones que he hecho en el extranjero hay mucho público colombiano que conoce mi obra, y que no solamente la conoce sino que también la ha traído a Colombia y la tiene en sus casas. Precisamente, he querido conseguir algunos de esos cuadros que practicamente se desconocen aquí porque inicialmente fueron expuestos en París o Nueva York.
S.: ¿Esta exposición coincide con qué etapa de su trabajo como pintor?
D.M.: Esta es para mí la etapa más importante de mi vida en el sentido de que a través de todos estos años he tratado de encontarme a mí mismo y en esa medida encontrar un lenguaje propio para que mi trabajo se desarrolle. Una serie de puertas se me abren constantemente cada día y se vuelve como una especie de juego por buscar la perfección. Pero cuando crees que has logrado una cierta perfección todo se te invierte, y comienzas a destrozar ese camino por el que estabas transitando e inicias la búsqueda de caminos paralelos que van apareciendo a medida que tu trabajo se va desarrollando.
S.: Uno de esos caminos paralelos sería, por ejemplo, ¿la escultura que comenzó a trabajar desde hace 5 años?
D. M.: Por ejemplo, la escultura ha sido una cosa muy importante para mí porque me ha ayudado a ver la pintura de otra manera. De una manera más directa y total debido a ese volumen infinito y a esos ángulos también infinitos que posee la escultura. Eso ha sido para mí muy decisivo en este momento. Los últimos cuatro años los dediqué casi completamente a la escultura y al dibujo. La escultura y el dibujo son cosas que van muy bien juntas. Pasa lo contrario con la pintura que se vuelve una cosa diferente, que requiere un tiempo diferente. En este momento he resuelto elaborar más mi pintura y trabajar esporádicamente la escultura. Sin embargo, yo creo que lo importante en el arte es ese paso de la escultura a la pintura, al dibujo, al grabado, pues todo se vuelve el mismo lenguaje con diferentes maneras de expresión.
S.: ¿Existe actualmente alguna evolución en su trabajo?
D. M.: Yo creo que mi trabajo está cambiando todo el tiempo. En un principio trataba de hacer un trabajo demasiado perfeccionado. Trabajaba mucho tiempo en un cuadro tratando de guardar una emoción durante días. Hoy, en cambio, trato de expresar la emoción en un momento, y que esa emoción no sea la de mañana, ni la de pasado mañana, sino que sea la de hoy. O sea trabajar el cuadro lo más rápido que tu puedas hacerlo y no recrearme en detalles que a veces son superfluos a la obra en sí. Creo que una obra tiene su impacto desde el Primer día, en el golpe que recibes en el primer momento. Esas son mis intenciones hoy en día: no recrearme en espacios y detalles innecesarios.
S.: Sin embargo, todavía sigue pintando tres o cuatro cuadros a la vez. ¿No habría entonces un poco de contradicción con querer sacar cada obra mientras dure el impulso, o golpe, inicial?,
D.M.: Sí, creo que de todas maneras el paso no está completamente dado para mí. Es algo que sólo está en proceso.
S.: Usted ,llegó a Francia en el año 68. ¿En que medida le afectaron los acontecimientos del turbulento "Mayo Francés", o prefirió marginarse totalmente?
D.M.: Llegué justo después, pero creo que uno no está marginado completamente de las cosas sino que uno asume la responsabilidad, como artista, de otra manera. Cuando yo llego a París no solamente hay ese ambiente político que era un poco confuso, sino también hay que tener en cuenta que yo llegaba joven, recien egresado de una escuela de bellas artes, viendo museos, viendo el arte que se había producido a través de la historia y el que se estaba produciendo en ese momento. No solamente era el aspecto político el que era confuso para mí, sino también toda esa cantidad de cosas que estaba viendo en el arte. Fue un momento muy decisivo para mí por todas esas cosas que se mezclan y entran a formar parte indisoluble de una persona. Cuando uno va conociendo poco a poco la historia de las luchas políticas, por ejemplo en el Renacimiento, uno comprende que Miguel Angel no estaba pensando en coger una espada e irse al frente a luchar. El tenía otra misión y cada persona tiene una misión a la cual está destinada y debe asumirla a su manera. Eso yo lo aclaré en ese momento y comprendí que las modas son cosas pasajeras. Lo importante en una persona es reencontrarse con esos hechos que lo han marcado, que son un reflejo de una sociedad que el pintor va a plasmar de otra manera.
S.: Muchos artistas jóvenes aquí en Colombia sueñan con irse a París, pues la siguen viendo como la Meca del arte. ¿Qué opina?
D. M.: Yo creo que eso es un espejismo, una especie de idea romántica que uno se ha hecho a raíz de esos grandes momentos que vivió el arte en Francia y uno llega con esa idea romántica no sé si de revivirlo o deseando tal vez que pase en cierta manera lo mismo. Pero cuando uno está allá se da cuenta de que esos tiempos, ya pasaron. Por ejemplo, para mí el libro de Hemingway, "París era una fiesta", lo leo siempre con cierto cariño porque refleja una época que en cierta manera uno como que comienza a vivir de otra manera. De todas formas, París es una ciudad bellísima en la que uno se siente feliz viendo el paisaje, caminando por las calles. Es una alegría que te da la ciudad, no solamente en el aspecto cultural sino también en lo cotidiano. En esa ciudad sigue existiendo algo mágico para mí.
S.: ¿Hasta qué edad vivió en Cartagena?
D. M.: Yo viví en Cartagena hasta los 16 años. Me vine a Bogotá, estudié en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional y después me fuí a París.
S.: ¿Existen algunas vivencias en especial que lo hayan marcado defnitivamente durante su niñez y adolescencia cartagenera?
D. M.: Yo creo que uno está enmarcado por una cierta atmósfera que vive en su niñez y que la lleva a cuestas durante toda la vida, viva en el sitio en que viva. Yo creo que eso ha ocurrido en el caso mío. Creo que el hecho de irme a vivir joven a París me ayudó a tratar de revivir todas esas experiencias que viví de niño. El mundo interior de una persona se forma en su mayor parte, en su niñez. Cuando uno se encuentra lejos de un sitio, comienzan a surgir las nostalgias y ese mundo se vuelve un poco más soñador y, no sé, en la medida que esas nostalgias están bien arraigadas dentro de uno se comienza a jugar con ellas.
S.: ¿Hubo algún choque en su niñez por haberse dedicado tan temprano a la pintura?
D. M.: Sí, claro. En ese momento era extremadamente raro que alguien en Cartagena se dedicara a la pintura. Además, dedicarse a la pintura en la costa era mal visto, era una profesión que no existía, ni era "interesante" según el decir de la gente. Lógicamente era mirada por esa sociedad de una manera muy diferente a como se ve hoy en día.
S.: ¿Se respiraba en su casa algún ambiente cultural en particular? Usted es descendiente del poeta Luis Carlos López...
D. M.: Aparte de ese aspecto no había en mi familia ningún interés artístico. Sólo mi abuelo me inculcó algo. Cuando era niño y dibujaba tiras cómicas como todos los niños, él creía que yo tenía algún don especial y dijo que yo debería estudiar bellas artes. Fue en ese momento en que comencé a estudiar bellas artes. Fue una ayuda muy importante para mí. Claro que la opinión de mis padres no era la misma que la de mi abuelo.