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NI CONTIGO, NI SIN TI

En "La mujer de al lado", última pelicula de Truffaut, el tema vuelve a ser el amor

8 de septiembre de 1986

"La mujer de al lado", la penúltima película realizada por el desaparecido Francois Truffaut, demuestra cómo el amor, en todas sus formas, con todas sus perversiones, con todos sus fantasmas, siempre fue la obsesión de este director, quien había comenzado su carrera en 1959 con "Los cuatrocientos golpes", contando una crónica sobre el desamor y finalizó en 1983 con Vivement Dimanche, historia policíaca llena, como toda su obra, de lirismo y humor negro y esa gran pasión por el cine que se siente en cada gesto y en cada secuencia.
Entre esos dos títulos cabe la filmografía de quien podría considerarse junto a Jean Renoir (a quien miraba como su maestro) el realizador más representativo de un cine francés que en todo momento ha trabajado con base en lo cotidiano, lo doméstico, lo pueril, lo ridículo, lo extravagante, lo violento, lo sucio y también lo hermoso que hay en el amor. Películas como "Tiren sobre el pianista", "Julio y Jaime", "El amor a los veinte años", "La piel dulce", "Farenheit 451", "La novia vestía de negro", "Besos robados", "La sirena del Misisipi", "El niño salvaje", "Domicilio conyugal", "Las dos inglesas y el continente", "Una chica bella como yo", "La noche americana", "Historia de Adéle H.", "La piel dura", "El hombre que amaba las mujeres", "El cuarto verde", L'Amour en Fuite, "El último metro" y "La mujer de al lado", cada una con su intensidad particular, demuestran la enorme sensibilidad de Truffaut, quien contaba historias que partían de situaciones comunes y en las que el amor y sus variaciones siempre eran la clave para solucionar nudos que, a veces, se alimentaban con personajes tomados de la novela policíaca.
"La mujer de al lado" es un resumen cargado de presagios, sombras y rictus de amargura, desolacion y celos, cuando este hombre y esta mujer que fueron amantes varios años atras, descubren que el destino les hace la más terrible de las bromas: por simple azar quedan de vecinos, en una zona campestre donde todos viven en comunidad muy estrecha y cuyas leyes ellos tendrán que aceptar, cada uno con su respectiva familia, cada uno aparentemente con el alma ya cicatrizada. Lo que en un principio se toma como algo cauteloso, poco a poco va perdiendo la cordura, va desechando los frenos necesarios y se desboca.
Truffaut, amante de la narración literaria y meticulosa, ha acudido en este caso a un personaje extraño, herido, lleno de clarividencia, una amiga de la pareja que cuenta la historia, desde el presente hacia atrás. La imagen ominosa de la ambulancia que corre por el campo es apenas la iniciación de esta crónica dura y violenta que gira alrededor de una frase que será machacada insistentemente: "Ni contigo, ni sin ti", el lema de dos amantes que se han separado, se reencuentran, intentan organizar el caos que esta vecindad les produce.
Pocos realizadores contemporáneos han mirado el amor con tanta profundidad como Truffaut: sus personajes aman con desesperación, como si esperaran la muerte de esas situaciones, como si estuvieran dispuesttos a ese ritual que acaba por destrozarlos. Sus personajes aman y van a la cama, en todas sus películas, con un sentido de la liberación que a veces se contradice pocos momentos después, cuando los celos hacen de las suyas. Ese sentido doméstico de la pasión, esa misma pasión que el espectador anónimo considera parte de la suya, es lo que ha convertido a Truffaut en uno de los realizadores más populares. No es el amor heróico, ni el amor bandido, ni el amor pervertido, ni el amor desfasado, sino el amor de cada día, el que se va armando como si fuera un rompecabezas que debe quedar incompleto alguna vez.
Gerard Depardieu y Fanny Ardant (la esposa de Truffaut en la vida real), logran dos personajes auténticos, cálidos, llenos de dudas y contradicciones, devorados por el deseo sexual, celosos de la otra pareja, tratando de salvar su hogar y al mismo tiempo no perder al amante que vuelve a serlo. A pesar de este ambiente sentimental y lleno de gritos, lágrimas, golpes, chillidos y otros signos inequívocos, Truffaut jamás pasa la raya de la ridiculez y por eso sus historias de amor que en ocasiones tienen la ingenuidad, la ternura y la simplicidad de una buena telenovela, se miran como confesiones abiertas dentro de las cuales caben todas las interpretaciones. En este caso, un encuentro que se convierte en desencuentro cuando el hombre y la mujer, de tanto que se aman, de tanto que se necesitan, de tanto que se desean, convierten sus vidas y las de los demás en un auténtico infierno.