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UN libro sobre la locura y decadenciadel poeta Gómez Jattin.

MARIA MERCEDES CARRANZA
26 de octubre de 1998

Los últimos pasos del poeta Raúl Gómez Jattin Vladimir Marinovich Ministerio de Cultura Bogotá, 1998 $ 3.000
Lo hizo, por ejemplo, Simone de Beauvoir en su libro La ceremonia del adiós y resultó repulsivo que saliera a contar intimidades de los penosos últimos años de Sartre, relacionadas con su enfermedad y su decadencia física. El caso de Gómez Jattin es distinto, pues su triste y doloroso final fue público, como que ocurrió en las calles y plazas de Cartagena, que eran su lugar de residencia.
Por ellas deambuló demente y drogado los cuatro últimos años de su vida y compartió con indigentes las penurias de vivir, dormir y comer tirado en las aceras. Me pregunto si el hecho de que su drama fue tan público autoriza a describirlo con pelos y señales y así volverlo aún más público.
Tal cosa ha hecho el cartagenero Vladimir Marinovich en su libro Los últimos pasos del poeta Raúl Gómez Jattin, con el cual obtuvo en 1997 el Premio Nacional de Cultura, en la modalidad de testimonio. Marinovich fue cercano al poeta en esos años finales y, como tantos de sus amigos, debió soportar su agresividad y el viacrucis de atenderlo en los peores momentos.
Esos peores momentos y toda la degradación a que lo llevó su enfermedad es, precisamente, lo que cuenta el libro. La verdad: no sé hasta qué punto alguien tenga derecho a hacerlo, por muy público que haya sido el asunto. O si, por el contrario, es una obligación dejar un testimonio semejante sobre quien, sin duda, fue un buen poeta. Debo confesar que, como amiga de Raúl y conocedora de sus problemas, me dolió en el alma leer el relato de Marinovich. Pero esta es solo una consideración personal, ajena al tejemaneje de la historia literaria.
Ahora al libro: se trata de una crónica hecha sin pretensiones literarias y, no cabe duda, con buena fe. Para mí, su interés real radica en que transcribe bastantes poemas del libro que Gómez Jattin dejó inédito y que Marinovich le pasó al computador, así como versos de ocasión que el poeta hizo para conseguir algunos pesos en la calle.
El volumen se titula Los poetas, amor mío y, según el cronista, fue escrito durante su último encierro siquiátrico en 1995, es decir dos años antes de morir. Ya Raúl atravesaba su crisis final y fatal y ello se advierte en esos últimos poemas, que no tienen la frescura _la inocencia diría yo_ y la creación verbal tan afortunada de su obra anterior. Hay mucha improvisación, incoherencia y bastante lugar común. Pero habrá que esperar a su publicación íntegra para tener una opinión seria. Sobre la oportunidad o improcedencia del resto del libro, el lector tiene la palabra. En esta ocasión soy incapaz de opinar.


Los ministros del libro
En un desayuno de trabajo, organizado por el director de Noticias de la Noche, Diego Betancur, al que asistieron productores de televisión y periodistas para escuchar al Ministro de Cultura sobre el tema del IVA al libro, la sorpresa fue mayúscula por la pilera con que Casas se le ha metido al asunto. Lo ha tomado casi como una cosa personal, aunque _según dijo en broma_ no puede pelearse con el Minhacienda, pues éste es quien define finalmente el presupuesto para la cultura. En contraste, nada se ha sabido sobre las gestiones del Ministro de Educación y el sector relacionado con el libro se pregunta si está haciendo alguna. Es claro que esa cartera debería tomar cartas en el asunto, ya que los libros de texto son mayoría en nuestra industria editorial: el 70 por ciento de los ejemplares vendidos en 1996 fueron libros de texto.