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NO SOLO MONSTRUOS

Las figuras negras y arropadas de este nuevo pintor sugieren un mundo cínico y personal

28 de junio de 1982

Pese a sus escasos 26 años, el pintor bogotano Luis Fernando Rodríguez es uno de esos jóvenes artístas que creen que el único modo de seguir haciendo arte en Colombia es asumiéndose crítica y responsablemente. Con los antecedentes pictóricos que nos corresponde y no tomando posturas de enfant terrible, o de subversivo de un pasado que apenas existe en ciernes.
Desde la buhardilla de su apartamento al norte de la capital donde mantiene su estudio, Luis Fernando hace con sus palabras, pero más que nada intenta hacerlo con su pintura, un llamado a la humildad --a la propia y a la de los demás artistas- para retornar a fuentes de una tradición propia, no como una actitud conservadora, sino precisamente revolucionaria ante todo lo que ofrece el realismo y la magia de nuestro pasado cultural.
El resultado de esta especie de toma de conciencia de Luis Fernando es, con todo, singular. Oyéndole hablar se pensaría en un abogado provinciano que invita ingenuamente a abolir la imaginación o desconocer los logros y los movimientos de la pintura universal. Afortunadamente cuando se contempla su pintura no se produce ese efecto. No sólo por la madurez académica y formal que demuestra su pintura, sino por los temas que propone, Luis Fernando es, de alguna manera, lo menos y lo más parecido a un pintor colombiano.

CON EL CABALLETE A CUESTAS
Con sus 26 años y una apariencia de estudiante javeriano de segundo semestre, LuisRo--como firma sus plumillas, óleos, agua fuertes, carboncillos, etc.--ha recorrido el camino de una ardua educación plástica: cuatro años en el Taller de David Manzur, donde fue profesor de dibujo a los 19 años. Tres años de estudios en la Central School of Art and Design de Londres donde contó con la asesoría de veinte profesores de todas las tendencias plásticas y donde finalmente obtuvo el cartón de pintor licenciado que otorga la Corona Británica.
Todavía con los ímpetus que debieron infundirles sus maestros en Londres, Luis Fernando quiere lanzarse con un caballete al borde de las carreteras para dibujar el paisaje como Manet, o dormir en los bosques como Cézanne, o de pronto va a hacerse una balsa para pintar de cerca el mundo de las riberas de un río somnoliento. Y esto es porque para el joven pintor la pintura debe volver a ser documental "no fotografía, ni cine, ni literatura sino una realidad repartida en lenguajes diferentes"
Luis Fernando pasó una parte de su infancia en España donde su padre era piloto civil. Es allí donde recibe la influencia temática que se desprende de sus trabajos más recientes y la ironía un poco pendenciera con que hace mutaciones a personajes pintados por Ribera o Velásquez--dos de sus héroes--como el "Misionario jesuíta" que LuisRo transforma en un personaje siniestro que arrastra una obsesiva y libinidosa culpabilidad.
Valentim González-B.