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Nómadas versus sedentarios

Una obra notable que cuenta la historia de la humanidad desde la perspectiva de los nómadas. Se traduce por primera vez al español en una editorial colombiana.

Luis Fernando Afanador
23 de mayo de 2010

Jacques Attali
El hombre nómada
Luna Libros, 2010
471 páginas

Hasta ahora, la historia había sido contada desde el punto de vista de los sedentarios, nunca de los nómadas. Esa injusticia, que reclamaban Gilles Deleuze y Felix Guattari en Mil mesetas, acaba de ser reparada con creces: El hombre nómada, de Jacques Attali, es una obra extraordinaria. Es la gran épica de la aventura nómada y, como todo intento arriesgado de hacer una reinterpretación de la historia, abarca varias disciplinas: antropología, religión, economía, política. Aunque la historia "nunca es lección para el futuro", como dice Attali, ofrece muchos elementos para entender el fenómeno de la globalización, la última expresión del nomadismo: "La globalización mercantil continuará acelerando la migración de los hombres, de las empresas y de las cosas; creará nuevas categorías de viajeros -ejecutivos, expatriados, nómadas urbanos, 'road-movers', mochileros, viajeros electrónicos-; inventará nuevas formas de curiosidad -hacia nuevos deportes, nuevos juegos- y nuevos instrumentos de viaje -real o imaginario-".

Jacques Attali, un intelectual orgánico -prolífico escritor, asesor de Mitterrand, fundador del Banco Europeo para la Recontrucción y el Desarrollo- empieza por rebatir la leyenda negra de los nómadas. Ellos no son los "bárbaros" que han pintado algunos historiadores, en la mejor tradición de los griegos y los romanos que llamaban "barbarus" a quienes no hablaban sus lenguas. Y no es así, la humanidad les debe logros esenciales: el dominio del fuego, la caza, las lenguas, la agricultura, la cría de animales, el calzado, el vestido, las herramientas, los ritos, el arte, la pintura, la escultura, la música, el cálculo, la rueda, la escritura, la ley, el mercado, la cerámica, la metalurgia, la equitación, el timón, la marina, el monoteísmo, la democracia. Sin duda, un legado fundamental que le deja poco margen de invención a los sedentarios del futuro, empezando por los romanos: la invención del Estado, del impuesto, de la prisión, del ahorro y, más adelante, del fusil y de la pólvora.

En cifras, la balanza también se inclina a favor de los nómadas: son cinco millones de años frente a cinco milenios de sedentarismo. En realidad, el sedentarismo es un breve paréntesis en la historia de la humanidad. El hombre nace del viaje, es la carrera de un bípedo -el australopiteco- que baja de los árboles, se endereza en sus dos piernas y se echa a andar por los parajes de África, Europa, Asia central, India, Indonesia y China. "Ahora mide el espacio en jornadas de marcha: para él, la distancia solo es tiempo. No acumula, no ahorra, no guarda nada como reserva. No destruye ni su entorno ni los recursos renovables; solo transmite objetos nómadas, como el fuego, saberes, ritos, historias, odios y remordimientos... La música es su principal expresión artística. Dibuja, talla y adorna sus primeras tumbas: los primeros sedentarios son los muertos".

El sedentarismo triunfa pero la impronta del nomadismo queda en la historia. El nomadismo persiste y el Estado -invento de los sedentarios- los quiere dominar y reducir. Los nazis fueron particularmente implacables con dos pueblos nómadas, los gitanos y los judíos. En el siglo XVI se inicia una primera mundialización, un primer nomadismo mercantil que posibilita la circulación de mercancías, ideas y mercaderes -no de pobres- al cual le sigue un periodo represivo y cierre de fronteras. Lo mismo va a ocurrir en los siglos XIX y XX. Jacques Attali ve la historia como una tensión permanente entre las corrientes del nomadismo y el sedentarismo. En los últimos años, con la globalización, el péndulo se inclina hacia aquel. Sin embargo, se trata de un nomadismo peligroso, sin altruismo ni responsabilidad colectiva, que exacerba el egoísmo, hace apología del yo, del éxito personal y los placeres solitarios. El nuevo imperio del mercado se debate entre la democracia y la fe. ¿Podrá haber una síntesis entre el nomadismo y sus valores de obstinación, hospitalidad, y el sedentarismo con sus valores de vigilancia y ahorro? Attali le apuesta a una Tierra finalmente acogedora para los viajeros de la vida.