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12 de diciembre de 2004

Mefisto (Alberto Iriarte)
Villegas Editores y Seguros Bolívar, 2004
225 páginas

El pintor colombiano Alberto Iriarte (1920-1993), más conocido por sus amigos como Mefisto, es el ejemplo exacto de la expresión 'artista de culto'. Minoritario, secreto, inmune a las modas estéticas, a la fama, y reverenciado apenas por un selecto grupo de admiradores.

Mefisto nació en Bogotá, estudió arquitectura en la Universidad Nacional, vivió en Europa, en Venezuela, y trabajó en Nueva York con Sert, discípulo de Le Corbusier. Luego, "sin que mediara ninguna desilusión", en compañía de su esposa, Eugenia Lince, se retiró a pintar de tiempo completo en una austera casa de campo cercana a Envigado. Pintaba desde el amanecer -era su luz preferida- y en las tardes descansaba escuchando a Bach y leyendo a Marco Aurelio, a Cervantes y a Plutarco: "Cada vez que estoy deprimido me pongo a leer a Plutarco". En esas condiciones, celoso de su intimidad, se dedicó pacientemente a los pocos cuadros que constituyen su obra breve -apenas ocuparía dos paredes- pero suficiente para asegurarle un lugar importante en la historia del arte.

Su tema único fueron limones, naranjas, auyamas, alcachofas, rábanos, repollos morados, cestas de mimbre, ratoncitos, es decir, lo que desde el siglo XVII se conoce en pintura como 'bodegones'. El arte de Mefisto es claramente influido por los españoles Juan Sánchez Cotán y Francisco Zurbarán y, desde luego, por la maestría en el detalle de la escuela flamenca. ¿Qué tiene de colombiano? De pronto, "una mariposa de Muzo que Dios sabe cómo abre sus alas de azules nacarados en medio de sartenes y hortalizas". Su técnica, como lo reconoció el importante galerista Claude Bernard, es extraordinaria.

Entonces, ¿cómo callar tanta excelencia? ¿Por qué mantener el inmenso disfrute de su pintura apenas para un pequeño círculo de iniciados? Así pensaron, por fortuna, todas las personas a quienes les debemos que este bello libro fuera posible.