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NUNCA ES TARDE

Merecidos los homenajes nacionales organizados por el Ministerio de Cultura.

MARIA MERCEDES CARRANZA
8 de junio de 1998

En este país alka-seltzer, o sea en el que todo _las grandes tragedias y los grandes acontecimientos_ dura el hervor de un instante, resulta bien exótico el programa de homenajes nacionales iniciado por el Ministerio de Cultura. Y más exótico aún es que los homenajeados lo merezcan, no lo hayan lagarteado y sean _algunos más, otros menos_ personas olvidadas ya o desconocidas por las nuevas generaciones de colombianos, pero con obras en su haber fundamentales dentro de nuestra cultura.
El programa se inició el año pasado con un homenaje nacional a la pintora antioqueña Débora Arango: se le impuso la Cruz de Boyacá; se editó un libro sobre su vida y su trabajo, realizado por Santiago Londoño Vélez; se hizo un documental, titulado Débor arte siglo XX, que realizó Silvia Amaya, y se grabó un CD Rom con 280 registros de su obra, textos críticos, bibliografía y hemerografía. El jugoso conjunto se distribuyó empacado en una bolsa, hecha también en homenaje a la pintora. Quienes la recibieron se preguntaron si eso era de Colombia, Pablo.
Este año, en la Feria del Libro, hubo una segunda versión del programa, para la cual se escogió a cuatro escritores: un crítico y tres novelistas. Son ellos Elisa Mújica, Arnoldo Palacios, Darío Achury Valenzuela y Héctor Rojas Herazo. Se distinguen por ser todos trabajadores infatigables en su oficio y por haber marcado hitos en la historia literaria del país. Recibieron la Cruz de Boyacá; se reeditó su obra más importante y se filmó sobre cada uno un corto de 15 minutos, realizados por Carlos Sánchez. No se hizo el CD Rom y es una lástima, porque queda faltando la parte crítica y bibliográfica de las obras exaltadas.

Hector Rojas Herazo
Pintor, poeta y narrador, Rojas Herazo sobresale en cada una de esas actividades. Ha publicado seis libros de poesía. Sin embargo el Ministerio de Cultura quiso exaltarlo como novelista, reeditando su más reciente obra de este género, titulada Celia se pudre, la cual apareció inicialmente en 1986. Antes había publicado Respirando el verano (1962) y En noviembre llega el arzobispo (1967).
De una personalidad exuberante, así es también su trabajo. Esto se refleja tanto en su poesía como en su prosa, ricas en imágenes y de una excepcional fuerza expresiva. En ambos géneros Rojas es afecto a las obras de largo aliento: Celia se pudre, por ejemplo, llega en esta edición galardonada a las 1.000 páginas. Nacido en Tolú, su narrativa recrea ambientes, lugares y personajes de la región costera.
Buen conocimiento de técnicas narrativas, manejo logrado del habla popular, paisaje interior y paisaje externo integrados con sabiduría. Y más allá, un trabajo con el lenguaje que lo convierte en el verdadero protagonista, según lo anota Jorge García Usta, prologuista y experto en la obra de Rojas, son características esenciales de esa narrativa. Y también una vocación insobornable a lo largo de sus 77 años de vida.

Arnoldo Palacios
En la universidad uno estudia y lee a Arnoldo Palacios como el precursor en el país de un realismo social de denuncia con su novela Las estrellas son negras, publicada en 1949. De 74 años, chocoano y de color, Palacios tiene una formación política de izquierda que lo llevó a vivir tras la Cortina de Hierro y, finalmente, a radicarse en París desde hace 23 años.
Allí, según informa la solapa de la edición hecha por el Ministerio de Cultura, ha publicado dos libros: Lesmamelles su Chocó y La forêt de la pluie. Ignoro si éstos han circulado en Colombia. En caso negativo, su obra conocida aquí se reduciría a Las estrellas son negras. Esta novela, prologada ahora por Antonio Cruz Cárdenas, narra en forma cruda y con un lenguaje muy local la situación de miseria y marginamiento en que viven los habitantes del Chocó.

Dario Achury Valenzuela
Ensayos, glosas y otras erudiciones es el título del libro de Achury Valenzuela que publica el Ministerio de Cultura en su homenaje. De 92 años, periodista, crítico e investigador literario, este intelectual nacido en Guatavita, cuenta con una extensa obra en los géneros enunciados. Tal vez sus trabajos más notables sean los estudios exegéticos del El carnero, de Juan Rodríguez Freyle, cuya edición hizo para la Biblioteca Ayacucho de Venezuela, y de los escritos de su coterránea Francisca Josefa de la Concepción de Castillo y Guevara, más conocida como la madre del Castillo, de quien preparó la edición de sus obras completas que publicó en 1968 el Banco de la República.

Elisa Mujica
hoy Elisa Mujica es considerada una figura mayor de la narrativa colombiana de este siglo y una precursora en el tratamiento narrativo de los problemas fundamentales de la mujer colombiana y de la identidad femenina. Y todo ello sin ser feminista de gueto, sino gracias a una preocupación auténtica, de la que ha tenido conciencia sin conductas autodiscriminatorias y paternalistas.
A sus 82 años ha publicado tres novelas, varios libros de cuentos y algunos relatos para niños. Las novelas se titulan Los dos tiempos (1949), Catalina (1963) y Bogotá de la nubes (1984). En ellas hay siempre un personaje femenino como protagonista, cuya vida es narrada en un interesante contrapunteo con la historia del país. Trabaja así un conjunto muy rico que integra la historia pública y la privada. De las tres novelas, el Ministerio de Cultura publicó Catalina, que es sin duda la mejor lograda.