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OBRAS SON AMORES

Fernando Botero se desprende de su colección privadapara regalársela a Colombia. SEMANA presenta en exclusiva46 obras de los más famosos artistas del mundoque hacen parte de la donación.

7 de diciembre de 1998

Hace tres años y mientras nadaba desprevenidamente en la piscina de un hotel en México donde acostumbra pasar de vez en cuando una temporada vacacional, el pintor Fernando Botero se puso a repasar una poruna las obras que conformaban su colección de arte internacional contemporáneo. Algunas de ellas reposaban desde su compra en su apartamento de Park Avenue, en Nueva York. Pero la gran mayoría había ido a parar a un depósito en Suiza, pues ya no tenía campo en las paredes de su residencia. Después de meditar un instante bajo el agua el maestro llegó a una conclusión reveladora. "Qué ridículo tener todos esos cuadros allí guardados", pensó, y entonces le llegó a la mente la idea de regalárselos a Colombia. La reflexión lo había transportado a sus épocas de adolescente, cuando soñaba con ser pintor y la única posibilidad de acercarse a los grandes maestros del arte era por medio de reproducciones en blanco y negro. "No había cuadros qué mirar, comenta Botero, y me temo que incluso en la actualidad la situación continúa igual". Así que resolvió brindarles a los jóvenes de hoy una jugosa alternativa. Se trata de una colección que reúne alrededor de 60 obras entre pintura, dibujo y escultura de algunos de los más representativos exponentes del arte del siglo XX, que Botero había ido formando desde hace 25 años.
La colección, que en un principio el pintor quería donar a Medellín, será instalada finalmente como exposición permanente en la casa de exposiciones de la Biblioteca Luis-Angel Arango, de Bogotá, porque, según él, en la capital antioqueña nunca tomaron la iniciativa con la suficiente seriedad. "Les dije una y otra vez a las autoridades que construyeran un museo, que yo les tenía un regalo, pero nunca hubo una respuesta clara. Entonces me di cuenta de que el Banco de la República era la única institución que podría conservar y sostener las obras".
De impresionistas como Alfred Sisley y Edgar Degas, a artistas tan contemporáneos como Anthony Caro, Jean Dubuffet y Henry Moore, pasando por Pablo Picasso, Pierre Bonnard, Georges Braque, Marc Chagall, Joan Miró, Francis Bacon y Alberto Giacometti, la colección de Botero traza un completo recorrido por el arte contemporáneo, alimentado por el hecho de que la mayoría de las obras pertenecen al período más importante de sus autores. La selección irá acompañada también de 50 piezas de su autoría _entre escultura, pintura y dibujo_ que serán exhibidas en salas independientes.
Desprenderse de semejante arsenal de obras, cuyo valor total supera los 60 millones de dólares, no era nada fácil. Más si se tiene en cuenta que ese era también un patrimonio de sus hijos. En consecuencia, y madurada ya la idea en toda su dimensión, decidió darles la noticia. Los reunió en Nueva York y en un almuerzo les comentó su propósito. "La reacción de ellos me llenó de satisfacción, dice el maestro. No sólo estuvieron de acuerdo sino que incluso Juan Carlos me dijo que esa donación era el mejor regalo que les podía dar".
La pasión de Fernando Botero por coleccionar arte es similar a la que tiene por pintar. Su destreza con el pincel es igual a la de su instinto a la hora de comprar. Su primer cuadro fue un dibujo de Fernand Lèger que adquirió por 100.000 dólares y hoy vale cinco veces más. Algo parecido le ocurrió con un lienzo de Pierre Bonnard, una de las más entrañables piezas de su colección. Botero apenas la comenzaba y estaba interesado en un Picasso. Viajó a Basilea, Suiza, donde reside Erns Beyeler, quizás el más importante dealer de arte del planeta, y fue a visitarlo a su galería. Beyeler lo llevó por un corredor largo a mostrarle el Picasso que tenía. Pero durante el recorrido Botero se sorprendió con un hermoso lienzo de Bonnard de 1936. Como el Picasso no le llamó particularmente la atención y ambos tenían el mismo precio, le insistió que le vendiera el Bonnard. Al galerista no le gustó mucho la idea pero terminó por aceptar la oferta. Botero no lo sabía entonces, pero cuando hace pocas semanas la Tate Gallery, de Londres, se lo pidió prestado para una exposición, se dio cuenta por el catálogo de que el cuadro tenía un valor enorme, pues no sólo Bonnard lo había terminado luego de múltiples bocetos sino que lo conservó en su casa hasta el momento de su muerte.
En términos generales, hoy sus obras pueden llegar a valer entre tres y cinco veces más. Sin embargo, más allá de su precio, su colección constituye un patrimonio invaluable instalado en Colombia, en donde las colecciones de arte son nulas. El regalo a Bogotá, insólito en un país en el que no existe la tradición de las grandes donaciones, no deja de ser un acto de generosidad extraordinario.
Botero ha asegurado que la donación no parará ahí. Hasta comienzos de 2000, fecha en que se tiene planeada la llegada de la colección, el pintor tiene pensado adquirir más obras. Incluso, en la próxima subasta de Sothebys hay algunas piezas que han llamado su atención, entre ellas una de Renoir y otra de Rodin.
Paradójicamente la muestra de Botero será la competencia del Museo de Arte Moderno, desde donde su ex esposa, Gloria Zea, viene realizando una labor titánica en el desarrollo del arte colombiano.
El pintor está feliz con la donación, pues según él podrá iniciar una nueva y, de paso, cambiar la decoración de su apartamento neoyorquino. "Las paredes de mi casa quedarán desnudas. Así que ahora sí podré adornarlas con las fotografías ampliadas de mis nietos".