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Cerca de 12.000 indígenas sikuani, en Vichada, han reaprendido sus ritos, desarrollado su alfabeto y toman clases bilingües, gracias al Programa de Protección a la Diversidad Etnolingüística

antropología

País de lenguas

El Programa de Protección a la Diversidad Etnolingüística intenta salvar a los 67 idiomas del país, muchos de los cuales tienen menos de mil hablantes .

23 de agosto de 2008

"Pejania matakabi", saluda Rosalba Jiménez. La líder indígena sikuani acaba de decir buenos días en su lengua de la familia guahibo, originaria de los Llanos. Cuando habla en su idioma materno, cambia la cadencia de su voz y el tono se vuelve más natural y agudo. "¿De itsimü?", pregunta, para decir "¿cómo estás?"

Pero, más allá de esa lección de sikuani, una de las 67 lenguas nacionales -casi todas desconocidas para la mayoría del país-, hay una palabra que para esta mujer representa lo importante que es conservar su idioma: "Pekuene": Cultura. Porque eso es lo que encierra una lengua propia: costumbres, ritos, tradición, historia y pasado diferentes.

Pedro Pablo Hernández, líder indígena sikuani, se movilizó durante dos días para llegar de Cumaribo a Puerto Carreño, capital de Vichada. La vía más fácil fue por Venezuela. Al igual que Rosalba, su nombre y su apellido son 'cristianos' porque fueron impuestos por los evangelizadores que llegaron a la región en los años 50. "Teníamos nombres de pájaros. Yo me llamaba Majalú, (abuela de las guacamayas) y había otros nombres como Econae (diosa del trabajo), Barratuito o Cote (el que cargaba bultos). Los nombres tenían sentido", explica Rosalba. Pedro Pablo Hernández añade que ese proceso casi borra su cultura de 15.000 años de antigüedad. Por fortuna, en sus casas, casi subrepticiamente, preservaron su lengua al amparo de la noche. Ahora, 12.000 sikuanis, en la selva de Matavén, en el corazón de Vichada, han vuelto a usarla, han desarrollado un alfabeto y por primera vez una encuesta fue traducida a su lengua.

Ese esfuerzo del Programa de Protección a la Diversidad Etnolingüística del Ministerio de Cultura llega en un momento crucial: en el país quedan apenas 800.000 personas que hablan lenguas aborígenes. La gravedad está en que el país cuenta con 67 lenguas, y más de la mitad de ellas sobreviven con menos de mil personas que las hablan. Suiza, un ejemplo de diversidad, tiene cuatro lenguas oficiales. Colombia tiene tantas (incluidas dos lenguas criollas, en San Basilio de Palenque y San Andrés y Providencia), que ni siquiera las sabe nombrar.

"Desde la forma como construimos las casas hasta nuestra manera de socializar están expresadas en nuestra lengua, que tiene una palabra para eso: 'Unuma'. Ser sikuani es comer chigüire y mañoca, conservar tradiciones como el rito de pasar de la niñez a la pubertad; el de la muerte, que dura tres días y tiene competencias y bailes, o la preparación del guarapo de caña y el 'yaraki' (chicha de yuca amarga)", dice Hernández.

De las 10 etnias de Vichada, además de los sikuani, los pieroa también están rescatando su lengua y creando colegios bilingües. Héctor Fuentes, líder piaroa, aboga por rescatar el uso de arcos, flechas y cerbatanas, y la pesca del bocón, para el cual él mismo ha creado un festival cultural de este pez que alimenta a su etnia. El problema es que a pesar del esfuerzo, sólo quedan 800 indígenas piaroa. "No nos dejamos colonizar. Aceptamos la interculturalidad hace 20 años, pero gracias a la organización, sobrevivimos. Somos pocos, pero unidos".

Los amorúa, en cambio, parece que no se salvarán. En toldos, con plásticos, en un sector marginal en Puerto Carreño, a esta etnia sólo le quedan 50 personas. Desterrados por los paramilitares de sus asentamientos en La Esmeralda y Paz de Ariporo, Casanare, temen a los foráneos y evitan comunicarse con ellos. En la miseria absoluta, sin educación y ahora nómadas, corren el peligro de extinguirse.

La buena nueva es que gracias a la protección, las lenguas reviven. Paula Moreno, ministra de Cultura, explica por qué es vital protegerlas: "Son el vehículo de la cultura, de la memoria y de la historia. Hay que salvarlas para conocernos como país", dice.