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PATRONA DE LOS MUSICOS

El onomástico de Santa Cecilia se convierte en un gran acontecimiento musical

26 de diciembre de 1983

Dentro del congestionado calendario litúrgico la fiesta de Santa Cecilia, patrona de los músicos, se celebra el 22 de noviembre de cada año. La vecindad de tal fecha constituye un motivo oportuno para evocar la presencia de esta virgen y mártir romana en el horizonte musical de varios siglos. Festejada con odas y misas, desde Charpentier en 1675 hasta Gounod en 1885, Santa Cecilia ha sido objeto de no pocos homenajes y dedicatorias por parte de grandes músicos con ocasión de su onomástico en tanto como ocurre con otros temas capitales que han fascinado la creación musical (la pasión de Cristo, la primavera, Fausto, la natividad, Ulises), la santa protectora de los músicos también ha sido honrada por pintores y poetas. En su honor fueron compuestas bellas páginas, consideradas auténticos tesoros artísticos, que la discografía y la literatura de nuestro tiempo conservan con innegable celo.
Nacida en el seno de una noble familia romana y educada desde la cuna en la fe cristiana, siempre abrigó entre la tibieza de su pecho el libro de los evangelios y bajo los ricos bordados de su traje blanco la preciada doncellez. Idealizada por hagiógrafos e iluministas de textos sagrados, se la identificó con la azucena por el pudor y entereza con que conservó su virginidad. Prometida en matrimonio al joven pagano Valeriano, se la representa pulsando un instrumento de cuerda (un laúd o un cello) en cuya técnica es también virtuosa, mientras un ángel adolescente le hace dúo con un contrabajo o le sostiene graciosamente la partitura. La noche de bodas Santa Cecilia confió a su reciente esposo el íntimo propósito de conservarse pura y casta, abominando del mundo y de los deleites de la vida conyugal. Valeriano y su hermano Tiburcio se convirtieron, por encanto de la confesión, al cristianismo y fueron bautizados secretamente por el obispo Urbano en las catacumbas de la vía Apia. Era la época de las enconadas persecuciones cesáreas a los cristianos en que el terrible prefecto Almaquio fustigaba implacablemente todo brote monteísta. Cecilia, su esposo y su cuñado, acusados de dar sepultura a los cristianos martirizados en el circo romanos rechazaron ofrecer sacrificios a los dioses paganos de la época y fueron condenados a muerte: la santa fue cocida en una caldera de agua hirviendo y luego decapitada, en tanto que Valeriana y Tiburcio fueron degollados ante una estatua de Júpiter. Cuenta la historia que el carcelero, la guardia y los verdugos que participaron en la ejecución se convirtieron masivamente al cristianismo al contemplar tanto arrojo y fervor. El triple martirio ocurrió hacia el año 223 de nuestra era en tiempo de los emperadores Marco Aurelio y Alejandro.
Consagrada patrona y benefactora de los músicos, elogiada por Agustín y Ambrosio, honrada por la iglesia y sus pontífices, Santa Cecilia inspiró algunas de las más bellas composiciones sacras de la prolija liturgia cristiana. Cronológicamente, las más importantes obras dedicadas a la mártir romana son las cuatro descritas a continuación.
Marc-Antoine Charpentier compuso al motete dramático "Cecilia virgen y martir" en 1675 dentro de la mejor tradición del oratorio latino instaurado por su profesor Giacomo Carissini. La música francesa del siglo XVII exploraba por ese entonces una serie de puestas en escena cercanas a la ópera en torno a alegorías piadosas sobre la vida de los santos, las virtudes cristianas y los estados del alma. Charpentier, apoyado en una antífona que alaba el coraje y la virtud de la Santa, separa la narración de la persuasión en un esfuerzo innovador que se remonta a los madriga les guerreros de Monteverdi, y que recuerda ciertos efectos corales de Gesualdo o de Lully. -
Jaime Valencia Villa -