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Holy Motors

Esta película del controversial director francés Leos Carax es alucinante, intensa y sin igual. Es también una reflexión sobre el poder del cine y la mutabilidad. ****

Manuel Kalmanovitz G.
23 de noviembre de 2013

País: Francia
Año: 2012
Director: Leos Carax
Guion: Leos Carax
Actores: Denis Lavant, Edith Scob, Eva Mendes
Duración: 115 min

La primera imagen de Holy Motors es en blanco y negro: un hombre musculoso se mueve entrecortadamente y tira algo al piso. Parece una animación de las imágenes creadas por Eadweard Muybridge, el fotógrafo inglés pionero de la descomposición del movimiento en el siglo XIX y uno de los antepasados directos del cine. 

La siguiente imagen muestra al público sin rostro en una sala de cine. Los contornos de las cabezas están iluminados por el haz de luz del proyector. En esas dos imágenes está resumida esta película extraordinaria, que no se parece a nada y que resulta, por eso mismo, imposible de clasificar. 

Holy Motors es una película sobre el cine mismo y sobre lo hipnótico y poderoso que puede ser, quizá por estar ligado a una necesidad profunda de ver cosas. Es también una película profundamente melancólica, apuntando a que ese poderío del cine está decayendo, siendo reemplazado por no se sabe bien qué, por desinterés o por ensimismamiento o por nada.

En el centro de la película está Mr. Oscar, interpretado por Denis Lavant, el actor fetiche del director Leos Carax, que tiene una forma de moverse elegante, flexible y graciosa, como si por dentro llevara un gato flacuchento.

La película sigue un día en la vida de este personaje extraño. Comienza en la mañana, cuando se despierta en un cuarto escondido detrás esa primera sala de cine que vemos, y termina en la noche, cuando se acuesta a dormir en una casa de apariencia anodina en un conjunto cerrado.

Entre esos dos momentos presenciamos una jornada de trabajo, que es la cosa más extraña y alucinante. Resulta que el personaje es un actor y que su escenario es la vida. Lo recoge una limosina y lo lleva a interpretar papeles en distintas partes de París, convirtiéndose en otra gente, poniéndose pelucas y bigotes, barrigas postizas y toda clase de ropajes. Es ejecutivo y delincuente, monstruo y joven, respetable e indigente. 

Parece tener un jefe, que la película muestra brevemente, encargado de decirle qué hacer y a dónde ir. Pero la mayoría de las escenas de Holy Motors lo muestra en las situaciones a donde llega, que son variadísimas. Tanto, que da la sensación de haber visto no una película sino cinco o seis, todas impactantes y enigmáticas, todas llenas de imágenes memorables.

Shelley, el poeta romántico inglés, escribió la siguiente sobre la mutabilidad: “Somos como nubes que velan la luna de medianoche;/ ¡Cómo sin reposo se aceleran, y brillan, y tiemblan,/ Rayando las tinieblas radiantemente! –pero pronto/ La noche se cierra alrededor de ellas y son perdidas para siempre”.  

Esa obsesión melancólica con el cambio, su vitalidad y tragedia, es lo que hay detrás de este personaje/actor que no es nadie y es muchos. A través de sus imágenes, Holy Motors transmite las sensaciones que Shelley describe tan bien, el acelere, el brillo y el temblor, detrás de los cambios que permite la realidad.

Es una película extraña y desorientadora, que existe en un universo propio. Para quienes buscan sorprenderse con las posibilidades del cine, es motivo de celebración.

CARTELERA

**** Excelente   ***1/2 Muy buena  *** Buena   **1/2 Aceptable   ** Regular   * Mala   

El abogado del crímen ***1/2
Cinta de mafia donde la sensibilidad pulida de Ridley Scott realza los diálogos literarios del escritor Cormac McCarthy.

Crónica del fin del mundo ***
Esta película colombiana con excelentes actuaciones explora la relación entre un hijo y su padre que no sale de su apartamento hace 20 años.

El abuelo sinvergüenza **
Los creadores de Jackass juegan entre la ficción y el documental, mostrando cómo la gente reacciona ante un anciando indecente.

Metegol **
Esta animación argentina de Juan José Campanella muestra cómo unos jugadores de futbolín cobran vida.