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El cine japonés vuelve a la cartelera colombiana con esta película bucólica y dramática.

CINE

Nuestra hermana pequeña

Tres jóvenes deciden adoptar a una media hermana, en esta película japonesa que reflexiona acerca de cómo cada generación revitaliza sus tradiciones al adoptarlas.

Manuel Kalmanovitz G.
4 de marzo de 2017

Título original: Umimachi Diary

País: Japón

Año: 2015

Director: Hirokazu Kore-eda

Guion: Hirokazu Kore-eda basado en el manga de Akimi Yoshida

Actores: Haruka Ayase, Masami Nagasawa, Suzu Hirose

Duración: 128 min

Anivel visual y temporal, dan ganas de vivir adentro de esta película de Hirokazu Kore-eda: hay una casa de madera sólida y antigua, rodeada de un jardín con árboles. El tiempo ahí se extiende y la gente hace recetas complejas con cada comida, no hay internet ni redes sociales que distraigan o angustien, ni el menor rastro de las crueldades usuales de la vida en sociedad.

Es un mundo casi ideal en el que es posible refugiarse de los vendavales de la actualidad, aunque todo tan bonito termina por causar su fatiga particular. No es la fatiga de sobrevivir una montaña rusa, sino la de llevar demasiado tiempo una sonrisa comprensiva.

En esta película, como en su anterior De tal padre tal hijo, Kore-eda examina los lazos familiares y la forma en que resuenan en la cotidianidad. En este caso, el evento central es el encuentro de tres hermanas con una medio hermana que nunca habían visto y a quien deciden adoptar impulsivamente tras encontrarla en el entierro de su padre.

Las tres hermanas están definidas tan nítidamente que por momentos parecen personajes de una tira cómica para adolescentes (la película es una adaptación de un manga de Akimi Yoshida y quizás ahí esté la explicación). Sachi, la hermana mayor (Haruka Ayase), es enfermera en un hospital y cumple el papel de madre impaciente y regañona; Yoshino (Masami Nagasawa) es enamoradiza, dispersa y fiestera; Chika (Kaho) es relajada y excéntrica.

Pero ninguna de las tres se muestra más allá de estos rasgos estereotipados. La media hermana, Suzu (Suzu Hirose), tampoco tiene una caracterización que uno pudiera llamar generosa: es una adolescente sonriente y poco expresiva que juega fútbol y que, cuando está en casa, no molesta ni se angustia.

Más allá de estos personajes hay corrientes leves de algún melodrama: el padre dejó a las tres hijas por la madre de Suzu, y Sachi parece replicar esta historia al tener una relación con un hombre casado. Pero las pasiones apenas se manifiestan y nunca se desbordan. “Puede que sea tu hermana menor, pero es la hija de alguien que destruyó tu familia”, dice una hermana. “No importa, ella ni siquiera había nacido cuando sucedió”, responde la otra, desactivando el drama.

A pesar de limitar sus personajes a una aglomeración de clichés, la película alcanza a veces un tono lírico y luminoso. La solidez de la casa y la relación de las hermanas con la tradición —que incluye cocinar, cuidar el altar de los antepasados y hacer licor casero con las ciruelas de un árbol del patio— remedian en algo lo esquemático de los personajes y le dan ese encanto que mencionaba al comienzo.

De hecho es en estos puntos de encuentro entre las jóvenes y el pasado del que son custodias cuando la película logra momentos conmovedores: un recorrido en bicicleta bajo unos cerezos en flor, la contemplación de un mar tranquilo, un viaje en bote para ver unos fuegos artificiales, una cena en familia tranquila y cómoda… son episodios retratados con cuidado por Kore-eda en los que es posible entender cómo la labor de actualizar el pasado puede darle sentido a una vida. 

CARTELERA

Hackers

**

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