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Pensar el terrorismo

Jürguen Habermas y Jacques Derrida, los dos pensadores más importantes del momento y claros opositores, conversaron con la filósofa Giovanna Borradori sobre el papel de la filosofía ante el tema del terrorismo. SEMANA habló con ella.

29 de septiembre de 2003

El frances Jacques Derrida y el alemán Jürguen Habermas han representado dos corrientes ideológicas diferentes. Sus planteamientos, basados en tradiciones distintas, han chocado con frecuencia. ¿Cuáles fueron sus reacciones cuando ocurrieron los hechos del 11 de septiembre en Estados Unidos? La filósofa Giovanna Borradori consiguió dialogar con ellos tan pronto sucedió la tragedia y condensó sus conversaciones en el libro La filosofía y el terrorismo como un valioso testimonio. SEMANA habló con ella sobre las principales conclusiones de este trabajo.

SEMANA: Sobre el tema del terrorismo, ¿cuál es la principal posición de Habermas?

Giovanna Borradori: Habermas quiere asegurarse de que cuando se hable de terrorismo la discusión se centre en algo más que en el crimen organizado a gran escala. Me parece que si el terrorismo debe ser diferenciado del crimen ordinario es únicamente desde la base de su contenido político. ¿Con qué fundamentos se define el 9/11 como un acto político? Para Habermas el contenido político del terrorismo es una función del realismo de sus objetivos. Si sus objetivos son completamente irreales el terrorismo no se diferencia del crimen ordinario. No obstante, en el sentido estricto de la palabra, el terrorismo puede llegar a ser tan retroactivo que en un cambio súbito de eventos los terroristas de ayer pueden convertirse en la nueva élite política. Este ha sido el caso en casi todas las luchas independentistas, comenzando por Argelia. Si Habermas está en lo correcto, la pregunta es cómo valorar los objetivos terroristas.

SEMANA: ¿Y cuál es la posición de Derrida?

G.B.: En contraste con Habermas, Derrida cree que el terrorismo es el síntoma de un trastorno de autoinmunidad que afecta al mundo globalizado. Ese carácter de autoinmunidad se muestra en varios niveles. Primero, históricamente es un hecho que Estados Unidos literalmente armó y entrenó la resistencia islámica en contra de los soviéticos en Afganistán (el mismo Ben Laden estuvo ahí), resistencia que representa el núcleo militar y estratégico de Al Qaeda. Segundo, sicológicamente el terrorismo funciona como un trauma y en la dinámica interna del trauma la víctima tiende a repetir la memoria traumática para probarse a sí misma que el trauma ha sido superado. El terrorismo funciona bajo esta dinámica proyectándose al futuro. El terrorismo, dice Derrida, habita tanto el futuro como el pasado, por lo que siempre es/debe ser esperado. Y tercero, desde un punto de vista mediático, el terrorismo se alimenta del formato de últimas noticias desde el 9/11 para dominar los medios occidentales. Al reproducir constantemente la caída de esas dos torres los medios ingenuamente compraron la dinámica del trauma y la repetición compulsiva, a la vez, del deseo de los terroristas de ver su acto monumentalizado, historializado, agrandado y esparcido alrededor del mundo.

SEMANA: ¿En qué aspectos coinciden Habermas y Derrida?

G.B.: Los dos creen que el reto del terrorismo global requiere algún tipo de transición desde el derecho internacional clásico, que sigue basándose en el modelo decimonónico de nación-estado, a un nuevo orden cosmopolita, en el que instituciones multilaterales y alianzas continentales sean los principales actores políticos. Aunque algunas de estas instituciones ya existen será necesario crear otras. Sin embargo el primer paso en esta dirección debería ser respetar las existentes, algo que la administración actual de Estados Unidos no hace.

SEMANA: ¿Después de su conversación con ellos cuál es la principal conclusión?

G.B.: Si existe una conclusión es que el terrorismo es un concepto extremadamente ambiguo y que es precisamente esa ambigüedad la que representa un peligro. En particular la administración de Estados Unidos utiliza el término terrorismo como si su significado fuese evidente y transparente, lo que permite manejar el tema en términos puramente pragmáticos. Pero el problema no es sólo pragmáticamente complejo, sino también teóricamente vago. Ya señalé cómo la distinción entre terrorismo y crimen ordinario no es fácil de establecer. Pero vale la pena pensar en eso mismo, entre terrorismo y guerra. ¿Acaso ha habido una guerra completamente libre de terrorismo? ¿A saber, el asesinato de civiles en favor de la intimidación o el equilibrio de un gobierno? ¿Y acerca de la distinción entre terrorismo nacional e internacional, ejercito y policía, objetivos civiles y militares? El terrorismo no puede ser simplificado fácilmente: el bien de un lado y el mal del otro, con o en contra de nosotros. ¿Y quiénes somos "nosotros" finalmente?

SEMANA: Ante hechos como los ocurridos el 11 de septiembre cuál es el papel de la filosofía?

G.B.: Habermas y Derrida han sido rivales históricos en casi cada sentido, excepto, tal vez, en su compromiso como intelectuales públicos. Los dos han sido no solamente muy visibles sino también han tenido gran influencia en los momentos clave de la historia reciente de sus respectivos países. Habermas tomó un papel protagónico después de la caída del muro de Berlín, en 1989, abogando por una construcción de nación basada en la Constitución. Derrida habló sobre la cuestión de inmigración en la Europa contemporánea, que en Francia se identificó como el movimiento de los sin papeles.

Derrida lo asumió como que la noción de ciudadanía no es la última palabra en política y que ésta podía reemplazarse con hospitalidad y amistad. Su reciente declaración conjunta sobre el papel de Europa en el pos9/11 sigue a mi libro como la segunda parte de su colaboración. En ésta, así como en sus diálogos conmigo, plantean que la filosofía tiene un importante papel al menos en dos niveles: por un lado, para aclarar conceptos intratables como el terrorismo y, por otra, tomando responsabilidad por el legado intelectual que la ideología explicita y que los terroristas parecen rechazar. Secularización y modernidad es en lo que los terroristas que atacaron las Torres Gemelas y el Pentágono antagonizan abiertamente: estos son conceptos que los filósofos han debatido en la cultura occidental por siglos. La filosofía tiene un llamado a las armas en estos aspectos porque implica una visión única en un debate tan intelectualmente intenso como políticamente desafiante.

SEMANA: Habermas y Derrida hablan repetidamente sobre la tolerancia ¿Es esto posible cuando hay intereses religiosos?

G.B.: En el tema de la tolerancia Habermas y Derrida se encuentran completamente en desacuerdo. Habermas piensa que la tolerancia es un valor universal y que necesitamos cultivarla, abarcando todo su poder y alcance, particularmente en lo que concierne a la religión. Es cierto que cada religión, debido a su dependencia en la fe, alberga una dogmática semilla de creencia. Sin embargo, en la época moderna, la religión ha aprendido a mirarse a través de los ojos de otros para existir dentro de una pluralidad de diferentes acercamientos, renunciando a sus exigencias de poder político. Este es el significado de la secularización. Derrida critica la defensa de Habermas por la tolerancia. Siente que la tolerancia es un concepto impositivo y desesperanzador, usado por cualquier mayoría para permitir de forma condicionada que una minoría practique su fe.

El clásico ejemplo podría ser el rey francés del siglo XVI que permitió practicar su fe y sus rituales a una minoría de hugonotes con la condición de que no desafiaran la autoridad del trono y la supremacía del catolicismo. Este es el terreno en el que Derrida siente que la tolerancia es una causa perdida, mientras que la hospitalidad, entendida como una apertura incondicional hacia el semejante, es mejor alternativa que la tolerancia. La defensa de Habermas de la tolerancia en contra de las objeciones que Derrida desarrolla plenamente en sus diálogos conmigo se enfoca a que la estructura básica de cualquier democracia constitucional funcional no permite a una mayoría fijar las condiciones bajo las cuales una minoría debe ser tolerada. En esta premisa, tolerancia es un concepto cardinal, particularmente cuando uno ha mediado entre distintas creencias religiosas.

SEMANA: ¿Cuál es la opción para los periodistas cuando se habla de terrorismo?

G.B.: Es una pregunta difícil pero crucial. Me parece que los medios no pueden ignorar sus efectos de doble sentido: informar al público, al público global, pero a la vez hacer visibles a los terroristas mismos. Sin duda es una línea muy fina que necesita ser navegada con circunspección y con mucha prudencia.

SEMANA: En su opinión ¿cuáles son los nuevos desafíos de Europa?

G.B.: A mi parecer y al de Habermas y Derrida, Europa parece emerger en el mundo del pos9/11 como la única democracia secular verdadera con el potencial de hacer una diferencia en la escena global. Es también el modelo de un nuevo agente político, que no es ni un estado-nación antiguo con todas sus raíces étnicas y territoriales, ni una federación simple y pura. Europa contintental es, en esencia, una unidad multilateral y pluralística con una larga y dolorosa memoria de guerra. La tragedia vive en la memoria de todos los europeos, viejos y jóvenes: su reticencia a tomar parte en cualquier tramo de la guerra en Irak prueba que es un experimento social y político cuyo verdadero regalo, paradójicamente, reside en la prudencia.