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PIEL DE OVEJA

Sin abandonar el humor, Woody Allen vuelve al tema del alma y sus contradicciones.

7 de mayo de 1990

"Crímenes y pecados".
Escrita y dirigida por Woody allen.
CON Alan Alda, Mia Farrow, Anjélica Huston, Martin Landau, Claire Bloom y Woody Allen.
En una de las escenas de la nueva película de Woody Allen (es la numero 19 en su carrera como director), uno de los personajes le dice al otro:
-¿"Has visto cómo este mundo del espectáculo es una auténtica carnicería, donde un perro devora a los demás perros?" Y el otro le responde:
-"No, es peor que eso. Es un mundo donde los perros ya no responden las llamadas de otros perros".
¿Suena familiar este diálogo?¿ En cúal de las películas anteriores de Allen se ha pescado esa mezcla como esta de humor negro, filosofía y ganas de divertir al espectador?¿Seria en la que se considera su obra maestra, Annie Hall, o más bien en "Hannah y sus hermanas" o en Broadway Danny Rose o más bien en esa rareza titulada Zelig sobre un hombre camaleón que adquiere la pigmentación oscura si se halla al lado de un negro? Pudo ser en cualquiera de esas películas o en las otras, o a lo mejor el diálogo es fresco pero, con este universo concebido por Allen -donde todos comparten su burla contra el sicoanálisis, el amor, los judíos, los complejos edípicos y mil temas más-, donde algunas situaciones aparentemente ya son previsibles, un diálogo como este puede tener raíces en otros momentos de un director que ha logrado, según sus críticos más feroces, una de las películas mas lúcidas y brillantes de su carrera.
Dicen que el atractivo de "Crímenes y pecados" es que una mitad es humor y la otra una tragedia absoluta y doméstica. Los crímenes son cometidos por personas que siempre han sido buenas, intachables, que tienen un sentido estricto de la moral hasta cuando su vida se ve amenazada, por ejemplo, por una amante celosa y violenta. Los pecados vienen de personajes malignos para quienes la inmoralidad es una segunda piel. Esta ambivalencia que tiene sus raíces en la cultura judía de Woody Allen y su afición al sicoanálisis es lo que convierte la película en un inventario formidable de las reacciones de gente como uno.
El espectador se divierte con Allen haciendo el papel de un documentalista cuyas películas nadie mira, ni siquiera gratuitamente. El espectador se inquieta cuando descubre que la vida doméstica de otro personaje, un oftalmólogo (interpretado con humor y delicadeza por Martin Landau, nominado a un Oscar por este papel, mientras la película tenía otras dos nominaciones) se vuelve añicos por que la amante (Anjélica Huston), lo extorsiona.
La vida del oftalmólogo, su sole dad, quedan resumidas en una de sus frases:
-"La última vez que estuve dentro de una mujer, fue cuando visité la estatua de la Libertad". Es demasiado evidente. Cuando las amenazas se hacen insoportables, el oftalmólogo acude a un hermano, quien tiene conexiones con el hampa. El hermano como está acostumbrado hacerlo, le plantea la situación en términos simples. Hay un precio. Si quiere quedar tranquílo, Si quiere salvar su carrera y su matrimonio que se hunden, si quiere recuperar la tranquilidad, hay un precio que debe pagar. En uno de los momentos mas dramáticos, el oftalmólogo queda asustado ante la idea de matar a una mujer que ha sido suya. Pero se siente peor cuando descubre que la idea no es mala, no puede ser desechable, le gusta. Es la ambivalencia moral que ya tiene antecedentes en la obra de Allen.
Al lado del documentalista fracasado y el oftalmólogo enredado hay otros personajes cálidos, atractivos, como el cuñado de Allen, interpretado por Alan Alda, quien tiene éxito como seductor y realizador de espectáculos para televisión; Sam Waterson es el hermano de Allen, un rabino, y Mia Farrow, más hermosa que nunca y con rasgos de madurez que la hacen adorable, interpreta el personaje deseado de una productora de televisión. Cada historia va por su lado, aparentemente, pero contiene obsesiones comunes y el resultado final es una exploración sarcástica y violenta de ese zoológico que es el ego humano, un ego empujado por el placer de crímenes y pecados que todos algún día han querido cometer. Así fuera por el simple placer de transgredir la ley, aunque los resultados pesen después.