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PINTADO EN ESPAÑA

El MAM presenta en Bogotá una antología del arte español contemporáneo

10 de noviembre de 1986

La absoluta ignorancia que existe en Colombia sobre el arte español contemporáneo la ilustraba involuntariamente un gran diario hace pocas semanas en una nota sobre la muerte del gran escultor inglés Henry Moore. Decía la nota: "Según el conocido crítico español Eduardo Chillida...".

La exposición del Museo de Arte Moderno de Bogotá, "Presencia de la realidad en el arte español contemporáneo", que auspician la Embajada de España y los ministros de Asuntos Exteriores y Cultura de ese país, viene a paliar en algo esa ignorancia. Visitandola será posible descubrir por fin que Chillida no es ningún crítico --como no es tampoco, aunque lo fuera en su juventud, jugador de fútbol. Sino escultor, y de los grandes.
Aunque, infortunada pero inevitableménte, esté representado en el MAM sólo por piezas de pequeño formato.
No era posible, naturalmente, trasladar sus vastos "lugares de encuentro ".

Pero en fin, está Chillida. Y con él, otros escultores como Chirino y Palazuelo y Julio López Hernández. Y una docena de pintores --aunque Eduardo Arroyo haya enviado solamente esculturas--encabezados por otro de los grandes, Antoni Tápies.
En total, 61 obras (acompañadas de un catálogo a todo color con una excelente presentación del crítico--ese sí--Francisco Calvo Serraller), que sirven para hacerse una idea bastante completa del arte que se está haciendo hoy en España, terminados los años estériles del franquismo. Faltan nombres, claro está. Falta, por ejemplo, el hiperrealismo de Antonio López o el lirismo de Mompó, entre los veteranos, o el posvanguardismo de Barceló o el neomanierismo de Pérez Villalta, entre los jóvenes. Pero los cuadros de la exposición han conseguido la proeza de que no sobre ninguno.

Es posible ver así el hiperrealismo en bronce de Julio López Hernández y las espirales en hierro forjado de Chirino y los rígidos aceros doblados de Pablo Palazuelo. Es posible ver la abstracción alegre de Guerrero, y la abstracción sesuda y barcelonesa de Rafols-Casamada, y las materias y texturas de la abstracción sabia de Tápies, que es el más sabio de los informalistas que pintan hoy en el mundo. Canogar pinta ahora grandes cabezas de homenaje a Julio González, mientras que Manolo Valdés, del antiguo "Equipo Crónica", insiste en sus reinterpretaciones de la historia del arte español, esta vez con Ribera, e inevitablemente con Velázquez. Antonio Saura, también reinterpretativo, muestra una serie de versiones expresionistas de la Dora Maar picassiana. Gordillo está más aburrido que nunca y los jóvenes García Sevilla y José Manuel Broto no saben todavía muy bien para dónde van, pero van con entusiasmo. Darío Villalba sigue empantando en los setenta. Y está también Guinovart, para quien le guste eso. Y, aunque se eche de menos la pintura de Arroyo, sus "cabezas" de bronce y bisagras son muy interesantes.

Hay que ir al MAM, en todo caso.
No es solamente una excelente muestra de lo que ha sido la resurrección del arte en España durante el posfranquismo, sino que es un vendaval de aire fresco en la cerrazón provinciana que sigue caracterizando a Bogotá en materia de arte. --