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PLAZAS Y COLORES

Las plazas como centro del espacio público y cultural y la abstracción geométrica y cromática, dos exposiciones que valen la pena

28 de abril de 1986

La historia y actualidad de un espacio público como el que hoy por hoy existe y funciona en las ciudades, mayores y menores por igual, del continente europeo, no pueden menos que generar en nosotros una profunda admiración. Ello ante la destrucción de nuestras urbes y la inutilización de nuestros espacios públicos debido a la irrupción indiscriminada del automóvil y a la voraz urbanización que sólo se guía por criterios de mercado. En cambio, la entelequia viva de la plaza europea sigue siendo herramienta efectiva con qué organizar y dar representación a tantas aspiraciones cívicas, surgidas de comunidades plenas de historia, tanto antigua, como reciente, y actual.

AGORA, FORO, PLAZA
Las plazas que vemos en la muestra actualmente exhibida en el Museo Nacional de Bogotá, organizada por la Comunidad Europea, son las resultantes de tres tipos básicos de sedimentación cultural. El primero de ellos es el ágora griega, desarrollada a partir del "patio central" que servía de mercado y escenario religioso, deportivo y teatral, en el palacio minoico. El ágora fue mercado pero también sitio de discusión política y filosófica. Ese concepto se modificó sustancialmente cuando la hegemonía romana, con su imperialismo dictatorial, expulsó las actividades comerciales de aquel espacio público y formalizó, totalitariamente, las funciones cívicas, convirtiendo al ágora en foro. El fue elemento esencial de cualquier amoblamiento de ciudad romana de provincia, y en la capital conformó una compleja figura heteróclita e inmensa de basílicas, templos, circos, foros menores, etc., donde se alojaban las funciones administrativas, religiosas y políticas por excelencia.
Con el advenimiento de la Edad Media, a la caída del Imperio, el espacio público del foro revirtió al carácter popular, admitiendo de nuevo las actividades mercantiles, aunque sin regresar, porque era imposible hacerlo después de tanto tiempo y cambios ocurridos, al ágora. La plaza medieval se caracterizó por el asilo que brindó al trabajo y la vida de las comunidades artesanas y comerciales articulándolas para con ello lograr su persistencia conceptual, y desde muchos puntos de vista también formal, prácticamente hasta nuestros días. Esa plaza iba a ser, en Europa y luego en América, el nódulo principal del sistema nervioso de las ciudades y, a través de ellas, de la vida en el campo.
El Renacimiento y el Barroco sólo fueron capaces de modificar la plaza medieval desde el punto de vista escenográfico, con los recursos adjetivos del "gran estilo", pero casi nunca sustancialmente. De manera que muchas de las que vemos en la muestra son medievales aunque estén adornadas con calificativos de los siglos VX, XVI y XVII. Pero hay también aquí algunas plazas que surgen directamente del foro romano, o casos como el de la Navona, con intervenciones de Bernini y Borromini sobre la invasión de vivienda medieval de las graderías del circo que allí existió. La de Vigevano, en cambio, fue diseñada por Leonardo da Vinci como patio del palacio de Ludovico el Moro, luego intervenido por Bramante y finalmente transformado en plaza al perforarse el cuerpo palaciego en varios puntos y permitir la entrada de la vida urbana al nuevo espacio cívico.
También del Alto Renacimiento llegan a esta exposición plazas con firmas de autores prestigiosos, como el Campidoglio de Miguel Angel, y San Pedro de Bernini. Asimismo la muestra cubre intervenciones más recientes, de los siglos XVIII, XIX y XX pasando por los notables casos de las plazas de Bath y Covent Garden en Inglaterra, La Estrella, la Concordia y el Hemiciclo en Francia, Syntagma en Grecia, Brouckere en Bélgica, Amalienborg en Dinamarca, además de otras en Italia, Holanda, Alemania, Francia,etc.
La exposición remata con varios casos contemporáneos de diseño de plazas entre las cuales la de Beaubourg tiene singular importancia para nosotros. Se sitúa frente al Museo de Arte Moderno Georges Pompidou en París, concebida por el equipo de arquitectos Piano-Rogers como parte integral de aquel edificio High Tech, con estructura a la vista. A partir de ese recurso, el Museo retoma el tema de la tradición constructiva gótica de París, empalmándose con ella a través de las obras en metal de Eiffel y Labrouste. Y la plaza también sirve para unirse con la ciudad, ya que como gran antesala del Museo ofrece su espacio público al proyecto de integrar lo museológico con lo urbano permitiendo apertura y circulación en ambos sentidos, e instigando al transeúnte a participar en la gran fiesta de la cultura contemporánea. Allí, en el gran lote abierto que se filtra al interior del Museo a través de gigantescos pórticos, se celebran todas las representaciones, desde comecandelas, tragavidrios y culebreros, hasta mimos y pequeños grupos musicales y teatrales, que se mezclan con el público que entra o sale, todo ello frente a la inmensa fachada casi fabril, o casi catedralicia, de la institución que recibe más de siete millones de visitantes al año. La de Beaubourg corresponde a un concepto relativamente nuevo en Occidente en lo que a plazas y sus clasificaciones se refiere. A las categorías ya existentes de plazas religiosas, cívico-políticas y de mercado, añade la de plaza cultural por excelencia, ofreciendo su éxito multitudinario como invitación a los arquitectos y disenadores urbanos para que la tengan en cuenta.
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ARCANGELO LANELLI
La visita de 25 cuadros de la producción reciente del notabilísimo pintor brasilero adorna las salas de la Biblioteca Luis Angel Arango, y ciertamente también adorna a Bogotá.
Pues se reafirma así la voluntad por parte de algunas instituciones, de conseguir muestras de calidad para las salas de la capital, ya sea trayéndolas exclusivamente o aprovechando la circulación de exposiciones itinerantes, lo cual no es menos encomiable. Pero sobre todo la muestra en cuestión nos adorna debido al altísimo nivel de su contenido que se centra en la nueva etapa de desarrollo de la obra del paulista.
Desde finales de la década del cuarenta su pintura se desplazó de la representación de retratos, figuras en el paisaje y bodegones, lenta pero seguramente, al territorio de una abstracción cada vez más geométrica y cromática. Ella le permitió hacer la exploración racional del área plana del cuadro, sus posibilidades de subdivisión y repartimiento, y sus opciones ante la exigencia del color que pedía crecer mas allá de los bordes estrictos de la forma geométrica.
Eso es esencialmente lo que ha pasado; a la vista en las amplias salas.de la Luis Angel, los cuadros vibran en cromías sensibilizadas, tan estrictamente armonizadas entre sí, tan amarradas a la coralidad de una actuación unísona, pero polifónica, que ni de lejos ni de cerca permiten conocer con certeza los límites de cada zona de color con respecto a sus adyacentes. Se entremezclan lúdicamente y mientras logran sostener la ilusoria identidad de colores distintos, se invaden unos a otros, traslapándose creando efectos de atmósfera restringida a unos pocos vaporosos centímetros por encima del plano mismo de las telas.
La actual propuesta de Ianelli, cada vez más alejada de la posibilidad de ser apreciada en términos anecdóticos o extrapictóricos, parece a primer vistazo, y al espíritu no dilecto plantear situaciones desargumentadas que no interesan a nadie. Pero el ojo entendido inmediatamente capta la calidad por medio de la cual estas pinturas cuestionan la certeza de lo visto al tiempo que celebran los dispositivos de la imaginación humana para asociar e interpretar libremente. Estos cuadros sirven para formular ideografías a partir de elementos que si bien sumados aritmética o literariamente son casi nada, producen resultados generosos cuando se articulan con base en la dinámica de la sensibilidad estética.
Galaor Carbonell