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Luis Fernndo Afanador es crítico de libros de la revista SEMANA y acaba de publicar su poemario ‘Amor en la tarde’

REPORTAJE

Poesía es lo que hay

Libros recientes, ediciones internacionales e independientes, premios y festivales, hacen que se vuelva a hablar de un género muy prestigioso en el nivel internacional que en Colombia, sorprendentemente, es apenas marginal.

28 de febrero de 2009

Dos recientes antologías de poesía colombiana publicadas en el exterior son muestra del saludable panorama de la poesía en el país. La primera, Antología de poesía colombiana, editada en Caracas a finales del año pasado por la editorial El perro y la rana, que se espera distribuir pronto en Colombia y cuya primera edición ya está agotada en Venezuela.

Y la segunda, editada por la Universidad de Monterrey, Nuevos poetas colombianos, que se lanzó la semana pasada en México y se espera que llegue a Colombia a principios de marzo. Esta última, compilada por el poeta mexicano Iván Trejo, es en palabras del poeta Juan Manuel Roca, su prologuista, una antología "más intensa que extensa, en la que Trejo incluyó una serie de nombres que para él representan un cambio de piel en la poesía colombiana". Nombres de 12 bardos que, a pesar de haber nacido después de 1970, "no muestran una tendencia, ni un acuerdo generacional, sino los muchos matices y diversas vertientes que en este momento caracterizan la poesía colombiana". Y nombres ya conocidos como el de Andrea Cote, Lucía Estrada, María Clemencia Sánchez y John Jairo Junieles, pasando por voces que apenas empiezan a sonar como la de John Galán Casanova, y escritores más jóvenes como Laurin Mendinueta, Angy Gaona, Giovanni Gómez, Robert Max Steinkist, Felipe García Quintero y Santiago Espinosa. "Una antología que más que ser un termómetro de la poesía colombiana reciente, demuestra que ésta -contrario a la creencia común y a las apuestas de las editoriales más comerciales- sigue en muy buen estado".

Y lo anterior se demuestra, porque si hay algún género que se publica y se premia en el país -así sea en editoriales independientes y con tirajes no muy altos- es la poesía. Ejemplos de editoriales hay por montones: de la colección Un libro por centavos, a cargo de la Universidad Externado de Colombia, pasando por editoriales independientes como Tragaluz, Domingo Atrasado, Común Presencia, La Serpiente Emplumada o revistas que gozan de prestigio como Arquitrave, Golpe de dados y Luna de locos. Además de publicaciones recientes en otros países como Las herencias, publicada en editorial Visor (España), de Piedad Bonnett, y Dibujando un mapa en la noche, publicado por editorial Igitur (España), de Juan Felipe Robledo.

Pero no sólo las editoriales independientes hacen esfuerzos. Editorial Norma, aunque no con la regularidad de antes, sigue publicando poesía. Apenas hace dos semanas lanzó en el mercado Amor en la tarde, de Luis Fernando Afanador -hecho que hizo creer a muchos que la mítica colección de poesía de la década de los 90 se reinventaba-. Gabriel Iriarte, editor general de esa casa editorial, dice que no hay un propósito de volver a publicar una colección sino de publicar a poetas dentro de su colección de literatura La otra orilla. Y aunque no se atreve a especular sobre el futuro del género, es claro al afirmar que en las grandes editoriales últimamente se publica poca poesía. Iriarte señala una contradicción: "Aunque la gente va mucho a los festivales de poesía, parece ser que los libros venden menos, lamentablemente". Por eso, editorial Norma seguirá publicando poesía cuando tenga ofertas interesantes de buenos poetas colombianos.

Entonces, ¿por qué no se vende la poesía? Según Alba Inés Arias, librera al frente de la Librería Lerner del Norte, en Bogotá, el problema no es de la lírica sino, en general, de los libros colombianos. La narrativa colombiana tampoco se vende en cantidades que superen los 1.000 ejemplares, a menos que sea un libro de tipo más comercial que esté amparado por la televisión como Sin tetas no hay paraíso. Arias agrega que la poesía además es un género muchísimo más exigente: quien se acerca a un libro quiere leer para decidir si le gusta o no, "allí no valen las recomendaciones, pues la poesía es subjetiva". Los autores que más se venden en su librería son Juan Manuel Roca, José Asunción Silva, José Manuel Arango y Raúl Gómez Jattin. Lo mismo ocurre en librerías como la del Fondo de Cultura Económica. Su librero, David Roa, está de acuerdo. Dice que hay muchos estudiantes y escritores que se acercan a la poesía, y él cree que es porque el centro de la ciudad es frecuentado por gente más especializada e interesada en libros no tan comerciales, lo que no ocurría cuando él estaba al frente de la librería Biblos, al norte de la ciudad.

La universidad sí apuesta

Además de editoriales independientes, las universidades le han apostado a la poesía: en Bogotá los fondos editoriales de la Universidad Nacional y Externado publican libros de calidad con nombres como Carlos Patiño Millán y Horacio Benavides, entre muchos otros, y en Medellín las editoriales de la Universidad de Antioquia y la de Eafit, esta última dueña de la colección Acanto, que ha publicado 25 títulos desde 2001 en formatos pequeños y cuidados que no pasan de 16.000 pesos, también lo hacen.

De hecho, si hay algún responsable de haber difundido de manera masiva la poesía son las universidades. Es el caso de la colección Libro por centavos, de la Universidad Externado. En seis años se han publicado 45 libros con un tiraje de 12.500 ejemplares -de un libro de poesía no se suelen imprimir más de 500-, de los cuales 10.000 circulan gratis cada mes con la revista El Malpensante y el resto se distribuye en bibliotecas públicas, centros culturales, o se venden por 1.000 pesos. La continuidad de la colección es evidente. Tanto, que un Libro por centavos ya es una firma de la Universidad y una especie de institución para la revista, y no sólo para sus suscriptores. La colección es un referente obligatorio cuando se habla de poesía colombiana reciente. "Los libritos del Malpensante", dice la gente. Y no hay necesidad de aclarar a qué se refieren. En pocas palabras, es un proyecto masivo y plataforma para nuevos escritores (es el caso de Andrea Cote, quien publicó su primer libro en esta colección) que no sería viable, en palabras de Miguel Méndez, su director, de no hacerse in house, con recursos de la universidad y sin pagar derechos de autor.

Quizá el gran problema de la poesía esté en su difusión. Si la crítica literaria está prácticamente ausente de los grandes medios es muy complicado que libros pequeños encuentren lectores. Y, en general, la poesía es un género que se reseña muy poco.

Mover el mercado editorial es un problema también de información."La poesía no circula ni se da a conocer en los medios masivos, ni por la promoción publicitaria que utilizan las grandes editoriales", dice Iván Beltrán, editor de Común Presencia y compilador de la Antología de poesía colombiana, publicada en Caracas. De las independientes Común Presencia, editorial que nació de la revista que lleva su mismo nombre, es la que más le ha apostado a la poesía últimamente. En sólo cuatro años ha editado 40 títulos, en los que han aparecido desde los populares Arthur Rimbaud, Roberto Juarrós y Giuseppe Ungaretti, hasta las voces más jóvenes de la poesía colombiana. Beltrán, al igual que otros editores independientes y universitarios, dice que publicar poesía no es comercial.

Por eso mismo, sin embargo, se han consolidado maneras alternativas de difusión. "De hecho, nuestra postura es de expectación constante: siempre inventando nuevos recursos para seguir en la tarea, por medio de convocatorias más personales e individuales: el voz a voz, la lectura pública" y, por supuesto, los multitudinarios festivales de poesía que cada año convocan a más personas.

De ahí también el valor de portales, blogs o revistas independientes que se preocupan por publicar y reseñar a poetas colombianos a la altura de los internacionales. Un ejemplo de ello es la revista Luna de Locos, que se edita en Pereira, gracias a los oficios de Giovanni Gómez. Este es un escritor juicioso que se ha preocupado por intercambiar información con otras revistas de América Latina, y gracias a ello tiene una red para dar a conocer nuevos poetas.

Otro ejemplo es la revista Golpe de Dados, fundada por Mario Rivero hace 36 años y que bajo la batuta de Federico Díaz-Granados se publica cada trimestre para ofrecer nuevas voces y homenajes. "Con la mayoría de las revistas de poesía ocurre lo que con el mago Melquíades en 'Cien años de soledad' y es que cuando todos lo creen muerto y sepultado, aparece de pronto en alguna reunión familiar para despecho y contento de quienes lo odian y de quienes lo aman", dice.

Como en todas las áreas editoriales, la poesía tiene picos altos y bajos. Las ventas hablan, por ejemplo, de grandes éxitos en las antologías que ha publicado de poetas colombianos el Fondo de Cultura Económica. Su editora, Catalina González, dice que de Raúl Gómez Jattin, por ejemplo, ya van cinco reimpresiones en toda América Latina, asunto para nada deleznable. Así, la poesía colombiana tiene un portentoso presente aunque no se la mencione mucho en los medios: entre la independencia, los festivales masivos y el reconocimiento internacional, nadie podrá decir que este no es un país de buenos lectores de poesía y de buenos poetas.