POR HUMOR AL ARTE

ESTA SEMANA SE abre al público, en la National Gallery de Washington, la más inportante muestra que desde 1969 se realiza sobre el conocidísimo artista Claes Oldemburg, otro de los grandes nombres del arte moderno norteamericano y uno de los más humorísticos y sorprendentes creadores de la segunda mitad del presente siglo.
Con Oldemburg, como con Warhol y con otras relevantes figuras de su momento, el arte contemporáneo tiene una deuda importante. El fue uno de los primeros en encontrar, desde la cotidianidad, una reflexión trascendente para ampliar con ello el campo de cobertura del trabajo artístico. Todo en su obra se hizo arte. La actividad cotidiana de cualquier habitante del mundo, el más humilde y olvidado de los objetos, un gesto, una forrna de ver y, en fin, todo lo que en la vida hace presencia.
Con ese sentido hizo arte lo insignificante, lo cual, combinado con la dosis de ironía, humor y de cariño por las cosas que caracterizan todas sus producciones, comenzó a tener significado. A todo esto se debe principalmente su inclusión al grupo de los artistas del pop, pues también para Oldemburg en lo popularmente difundido y reconocible hay una tarea artística que adelantar.
En ese contexto fue que trabajó junto a personajes míticos como John Cage, algunos happenings que pronto hicieron historia, y que ideó sus esculturas (blandas o duras), con las que ha hecho pensar a miles de espectadores sobre la importancia de su propia vida y de su más cercano e inadvertido entorno.
Muchos de los principales trabajos que Oldemburg ha realizado desde 1958 se encuentran en la selección de 200 piezas que el curador del Museo Guggenheim, de Nueva York, realizó para la actual exposición que a partir de marzo próximo visitará otros museos en Los Angeles, Nueva York, Bonn y Londres, donde se ofrecerá la histórica oportunidad de apreciar en conjunto la obra de uno de los artistas que con mayor imaginación ha metamorfoseado la apariencia de lo existente.