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POR LA PLATA

Adelantos millonarios y subastas entre editoriales encarecen los libros en el mundo.

3 de septiembre de 1990

La imágen del escritor indigente, esperando una señal del editor para poder comer, vestirse y dormir tranquilamente con los derechos ganados con la publicación de sus libros, ya no es lo que era, al menos para la mayoría de los autores en el mundo.
Pero, unos pocos, poquísimos, han convertido esa relación escritor-editor en una auténtica subasta que amenaza con encarecer aún más los libros que están leyéndose menos tanto en Colombia como en los demás países.

Esta situación saltó cualquier medida con los casos de dos auténticos bestsellers, Ken Follet y Jeffrey Archer: Follet, autor de novelas muy vendidas como "El ojo de la aguja" y "Rebeca es la clave", ha firmado un contrato con la editorial Dell Publishing, de Nueva York, que alcanza los 12.3 millones de dólares por sus dos nuevas novelas de las cuales no ha escrito una sola línea.
Si acaso entregó a sus editores media cuartilla en la que resume ambos argumentos. Otro escritor, también de Gran Bretaña, Jeffrey Archer, amigo personal de la primera ministra Margaret Thatcher y quien ha sabido combinar la sofisticación, la literatura y la política, ha recibido 20 millones de dólares como anticipos por sus tres próximos libros, por parte de la empresa Harper Collins. Tampoco tiene una sola línea redactada hasta el momento.

Esta situación, que ha desatado una polémica tanto en Europa como en Estados Unidos, ya tenía algunos precedentes con los contratos firmados hace pocos meses con otros escritores que se venden muy bien como Stephen King, el gran maestro de la novela gótica y terrorífica, Tom Wolfe inmortalizado definitivamente con "La hoguera de las vanidades" y Tom Clancy. A ese grupo de privilegiados hay que añadirlos nombres de Mario Puzo, alrededor de cuyos derechos su agente siempre convoca a una auténtica puja. Los redactores culturales de los medios de Nueva York recuerdan con estupor el espectáculo grotesco de una habitación en un lujoso hotel, con mesas larguísimas llenas de bebidas y comidas mientras los representantes de las editoriales alzan la mano ante el calmado agente de Puzo, buscando quedarse con su nuevo libro.

Actualmente, la nueva novela de Oriana Fallaci que vendió 150 mil ejemplares en Roma en sus primeros tres días de aparición, es sometida a otra puja entre las editoriales de lengua castellana para publicarla: el tope es de 800 mil dólares lo que la convierte en una obra casi inaccesible.

Los críticos, los editores que no pueden pagar tanto dinero ( se dice que en España la firma Ediciones B, de propiedad de Rudolph Murdoch, el magnate australiano, ha adelantado 500 mil dólares por la nueva novela de Tom Wolfe), y los mismos escritores están preocupados con esta situación que encarece cada vez más los libros y convierte el negocio en una simple subasta mercantilista.

La situación de los escritores colombianos y latinoamericanos, en general es muy diferente. Exceptuando grandes estrellas como Garcia Márquez, Vargas Llosa, Cabrera Infante o Carlos Fuentes, los demás autores tienen que conformarse con un 10 por ciento sobre el precio en librerías, en tiradas que en Colombia cuando llegan a los 3 mil ó 5 mil ejemplares se consideran estupendas.

En Colombia, algunas grandes editoriales mantienen otros sistemas con autores que se venden bien y necesitan largos meses para la preparación de sus obras: les financian con anticipación el proyecto, los mantienen mientras investigan, viajan y escriben. Uno de los mejores ejemplos es el periodista Germán Castro Caycedo, quien asi trabaja tranquilamente de libro en libro y a diferencia de sus colegas, tiene la sana costumbre de invertir los derechos de cada libro en el siguiente que está preparando. Las editoriales que mantienen concursos y premios literarios, especialmente de novelas, pagan al ganador el importe de ese galardón y éste se considera un adelanto de derechos.

Mientras en estados Unidos una novela de éxito vende en pocos dias más de 300 mil ejemplares de tapa dura y en España unos 30 mil volúmenes, en Colombia una edición de 3 mil ejemplares en ocasiones debe esperar cinco y seis años para agotarse del todo. Generalmenle, las editoriales nacionales a los dos años de haberse iniciado la venta de un libro, rebajan su precio y lo ofrecen en las cada vez más frecuentes ventas de bodega.

Para algunos editores y escritores colombianos (entre ellos Juan Luis Mejia y Roberto Burgos Cantor), estos precios escandalosos pagados a Jeffrey Srcher, Tom Wolfe, Ken Follet, Mario Puzo y Oriana Fallaci entre otros, ayuda a que el libro sea cada vez más un objeto clandestino. Como comenta Mejia: "Hemos llegado a la triste situación de que una buena novela entra en un solo ejemplar a Colombia y es rotado de mano en mano entre un pequeño círculo y hasta ahí llega porque a esos precios cada vez más inaccesibles nadie puede divulgarla más" .-