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POR SU ROSTRO LO CONOCEREIS

Restauración de "La última cena" de Leonardo enfrenta a historiadores y teólogos.

6 de enero de 1986

Desde 1977, la doctora Pinin Brambilla de Milán está restaurando el centenario fresco de " La última cena", pintado en 1497 por Leonardo De Vinci. La limpieza del cuadro ha desencadenado una enardecida polémica en la que participan historiadores, historiadores del arte, académicos y teólogos. La discusión se centra en la imagen del rostro de Cristo que según unos refleja el momento en que establece la eucaristía ("Jesús tomó el pan... y lo dio a sus discípulos diciendo: éste es mi cuerpo..." Mateo 26-28) y según otros encarna la escena en que anuncia la traición ("Uno de ustedes me traicionará..." Mateo 26-21). La creencia general es que si el rostro, cubierto por tanta pintura aplicada posteriormente, está resignado con transcendencia, eso indicaría que el Señor está hablando de la eucaristía. Sin embargo, la idea más popular durante cinco siglos ha sido que Leonardo tomó el momento de la traición. La prueba está en un grabado de Giovanni Pietro da Birago hecho en 1500 en el que aparecen las palabras de la traición escritas sobre la tabla. Pero son muchas las personas destacadas que han discutido el tema. Entre ellos Goethe y Rembrandt, el historiador Jacobo Burckhardt, el crítico y ensayista inglés Walter Pater y los historiadores del arte Ludwig Heydenneich y Kenneth Clark, entre otros. Actualmente la discusión continúa entre destacadas personalidades de diversos institutos y universidades como el profesor Gilbert, el profesor Hartt, historiador del Renacimiento italiano, en el Colegio Americano; Leo Steinberg, profesor de historia del arte en la Universidad de Pensilvania y autor de "La última cena de Leonardo"; monseñor Pietro Amato, profesor de iconografiá en el Instituto Pontificio Oriental de Romá; Carlo Cardinal Martini de Milán y el profesor Brandt. Monseñor Pietro Amato aporta algo nuevo al decir que los gestos de los apóstoles, como el de Santo Tomás levantando la mano aparentemente preguntando: "¿ Usted cree que soy yo?", es un ademán imposible en el momento de la eucaristía.
De todas maneras, estas especulaciones quedarán resueltas hacia la Semana Santa del año entrante cuando la doctora Brambilla haya limpiado el rostro de Jesús, cuyo redescubrimiento marcará el cambio más drástico de las imágenes religiosas en la historia del arte y dará luz sobre el significado que Leonardo le quiso dar a la pintura.
De otra parte, parece que a Leonardo le costó mucho trabajo concebir las cabezas de Judas y de Jesús. Para hacer la primera, estuvo en las prisiones y en los asilos mentales de Milán y allí se dio una idea de su expresión. El caso de Jesús fue más difícil. En un momento dado, Leonardo le expresó su angustia al artista Bernardo Zenale, quien replicó: "Es su culpa. Usted le ha dado tal belleza divina a los apóstoles Felipe y Jaime, que ahora lo único que puede hacer es dejar al Cristo sin acabar". De todos modos se sabe que Leonardo sí terminó la cabeza de Jesús como lo prueban observadores de la época y las copias que se hicieron apenas hubo terminado la obra. En los cuadernos de Da Vinci se han encontrado notas sobre la mano de Cristo y sobre el modelo para concebir a Jesús como: "Cristo. Conde Giovanni, el que está en compañía del Cardenal de Mortaro".
La realidad triste es que lo que la naturaleza y la violencia de los soldados no lograron destruir, lo hicieron los restauradores. El primero fue Michel Angelo Bellotti en 1726, quien usó aceite en témpera y cubrió lo que quedaba del original. Entre 1819-23 el restaurador y pintor Stefano Berezzi destruyó la mano izquierda de Cristo en un intento de mover el fresco. La oposición del público lo detuvo, pero treinta años más tarde volvió a repintar "La última cena" logrando un resultado calamitoso, según el historiador de arte italiano Adolfo Venturi. Otros, irónicamente, trataron de mejorar el original como Ernesto Silvestro (1924), quien le pintó a San Jaime seis dedos. Hubo un intento serio de restauración por Mauro Pelliciolli (1954), quien dejó la pintura como estaba hace unos meses. La única restauración seria, precedida de un examen científico de la pared, aislando cada sustancia para desarrollar solventes, fijadores y pesticidas que no dañen la pintura, es ésta.
Pese a las dudas que surgen entre muchas personas sobre si después de quitar el falso rostro no quede nada la doctora Brambilla sonríe optimista y asegura: "Yo lograré una hermosa recuperación de la cara de Cristo como lo he hecho con los discípulos".