Home

Cultura

Artículo

PREFIERO MATAR

En "Camorra", de Lina Wertmuller, las madres napolitanas hacen justicia con sus proplas manos

27 de octubre de 1986

Sin preámbulos que le dejen tiempo al espectador aunque sea para ambientarse con la época o con el color del barrio donde pasará la historia. Sin que sobre una imagen o una palabra, Lina Wertmuller va al corazón del tema desde el primer instante y desde ese primer instante el espectador queda metido en una historia que no le permite ni espabilar.

La película se llama "Camorra".
Es un título afortunado, pero no es ni el original ni una invención de esta directora italiana que después de varios años regresa a los cines colombianos con una historia conmovedora, actual, dramática y real. "Camorra" es el nombre que reciben las mafias de droga en Nápoles y de un episodio de hace algunos años, la Wertmuller extrajo el argumento y lo "condimentó" con una historia policial. Siguiendo su costumbre de títulos largos, esta película, en su original, se llama "Una complicada intriga de mujeres, delitos y droga".

A través de una prostituta célebre (interpretada por la magnífica Angela Molina, más veterana ahora y mejor ahora que en el inolvidable "Ese oscuro objeto del deseo", de Buñuel), la directora va desarrollando un drama en el que no deja regada ni una sola pista sobre lo que está ocurriendo en la historia: la muerte de reconocidos traficantes de droga, cuyos delitos son amparados por una férrea caparazón de impunidad.

Desde el instante inicial cuando se comete el primer crimen, se empieza a tejer una intrincada telaraña de sospechas que se mantiene incólume a la adivinación de los espectadores y sólo se desata al final cuando se vuelve más dramático aún este filme excelente.

Aparte del lenguaje visual acertado y de la veracidad del tema, en "Camorra" (que estuvo más de quince semanas consecutivas en Italia, lo cual es un récord) están presentes otros elementos del buen cine, que es al que está acostumbrada Lina Wertmuller desde cuando se consagró con su "Amor y anarquía": el ritmo que es detenido cuando hay que parar en el detalle preciso para que quede el amor al descubierto y que hay que agilizar para que aparezca la impotencia de las madres cuyos hijos están siendo "envenenados con heroína", son parte de las virtudes que tiene la película para que el público quede sembrado en sus asientos y, de a poco, vaya comprometiéndose en una historia que le llega primero al corazón y después a todo el cuerpo.

La actuación de Angela Molina merece algo más que el renglón ya escrito. Es una protagonista de todo el filme. Es decir; la cinta gira en torno a ella, a sus movimientos, a su desparpajo, a su perfecto dominio de los hombres más sanguinarios, a su amor frustrado, a su cuerpo dispuesto envuelto en telas transparentes, al deseo que provoca y, al final, a su compromiso de madre de vengar lo que han hecho con los hijos de sus amigas y lo que intentaron hacer con su propio hijo. Otro español sobresale en esta película donde el inglés que hablan los protagonistas por razones comerciales suena mal y suena falso. Francisco Rabal, un veterano con muchos aplausos y con muchos premios (el más reciente por "Los santos inocentes"), brilla desde su papel de ciego prepotente, torpe y propietario de una privilegiada memoria musical.

No es posible decir que "Camorra" es lo mejor de la Wertmuller, porque la estupenda obra de esta directora hace difícil la elección.
Aparte de la ya mencionada "Amor y anarquía", sus películas han sido verdaderos hitos, no por el hecho de ser una de las pocas mujeres directoras, sino por lo que en ella ha dicho. "Abandonados por un insólito destino en un mar azul del agosto", con sus hasta ahora infaltables Giancarlo Gianini y Mariangela Melato, "Mimi por mafioso cornudo" y "El siete bellezas", forman parte ya de la historia del buen cine. "Camorra", entre tanto, reúne un valor adicional: dirigida por una mujer, el centro de la historia son las mujeres que prefieren matar antes que ver morir a sus hijos. --