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PREMIOS DESAFINADOS

Los Grammy están demostrando que existe más preocupación por la publicidad del evento que por la calidad de los premiados.

31 de marzo de 1997

La semana pasada fueron entregados en Estados Unidos los premios Grammy, que en su trigésima novena edición mostraron una vez más al legendario guitarrista y vocalista Eric Clapton como el más aplaudido, en esta ocasión gracias a una sola canción: Change The World. Clapton se llevó dos estatuillas en las categorías de mejor grabación del año -premio conjunto con el productor 'Babyface'- y mejor interpretación pop masculina. El tema mereció un premio más como canción del año, pero éste recayó en los compositores Gordon Kennedy, Wayne Kirkpatrick y Tommy Sims.El productor y compositor Kenneth Edmonds, más conocido como 'Babyface', era el gran favorito con 12 nominaciones que finalmente revirtieron en sólo tres premios: como productor del año, otro por la grabación del año en la producción de Change The World, y como compositor de Exhale, tema premiado como mejor canción de ritmo y blues. Sin embargo el gran fracaso pareció haber sido el grupo Smashing Pumpkins, que sólo se alzó con dos de las siete nominaciones que tenía -mejor interpretación de rock fuerte y mejor interpretación de un dúo o grupo rock-. Entre las mujeres, la canadiense Celine Dion ganó dos de los cuatro que tenía como opción, uno al mejor álbum del año y otro al mejor álbum pop, mientras que Tracy Chapman, que en 1989 había sido la gran triunfadora, sólo ganó uno de los cinco premios a los que estaba postulada, el de mejor canción rock.LeAnn Rimes, una cantante de música country de 14 años, recibió el premio a mejor artista nuevo en uno de esos casos incomprensibles de estos premios, pues competidores como Garbage o No Doubt tuvieron un mayor reconocimiento no sólo en Estados Unidos sino en el mundo entero.El balanceAhora que ha pasado esta celebración anual, considerada como la fiesta principal del mundo de la música, vale preguntarse por qué es tan importante este certamen que, de alguna manera, se asemeja a otras actividades netamente estadounidenses como la Serie Mundial de Béisbol, a los play off del baloncesto o, en una dimensión más cercana, a los premios Oscar en el cine.Porque los Grammy en realidad son eso. Una entrega de premios para la música grabada y publicada en Estados Unidos, así sus alcances lleguen ocasionalmente a artistas de otras nacionalidades. Es decir, en nada se diferencian de los premios británicos, australianos, canadienses, franceses o americanos de la música. Sin embargo su enorme publicidad ha ocasionado que incluso los Premios Mundiales de la Música, que se entregan en el principado de Mónaco el próximo 17 de abril, no tengan la grandeza de los Grammy, una institución que cada día parece preocuparse más por el evento en el que se entregan los galardones que por el valor musical de los trabajos que se encuentran en competencia.El Grammy es la manifestación máxima de la Asociación Nacional de Artes y Ciencias de la Grabación, un organismo estadounidense en el que sus 9.000 miembros realizan una votación inicial para determinar los candidatos en cada una de las diferentes categorías y una votación posterior, sobre estos escogidos, para seleccionar el ganador.A pesar de abarcar varias categorías los premios dejan de lado muchas expresiones musicales que merecerían estar allí. El caso latino es el más particular. Si artistas de rock hispanoamericano como Charly García, SodaStereo o, porqué no, la mismísima Shakira, no aparecen en postulación alguna, es porque de manera insólita se tiene en cuenta únicamente la mejor interpretación tropical latina (con lo vasto que puede ser ese universo), mejor interpretación pop latina (encaminada más al área baladística y que este año tuvo entre sus nombres a Enrique Iglesias, Vikki Carr, Marco Antonio Solís y José Feliciano) y la mejor interpretación mexicano-americana-texana, una categoría que a muchos les resulta absurda.El Grammy también ha llegado a ser un estigma en ciertos campos. Aún resulta evidente la especie de maldición que recae sobre los artistas que reciben la estatuilla al mejor artista nuevo. Los premiados generalmente se han caracterizado por tener carreras cuyo éxito desvirtúa por completo el valor del premio que recibieron. Ha sido el caso de artistas como Debbie Boone, que nunca volvió a tener un éxito en su vida; A Taste Of Honey, un dúo de morenas que tuvo una corta carrera con pocos éxitos; Christopher Cross, el explosivo ganador de 1981, o Culture Club, el grupo del andrógino Boy George cuya carrera no se prolongó por más de cuatro años. Recientemente sobresale el caso de Marc Cohn, un vocalista que fue premiado sólo por una canción y que a la fecha no se ha vuelto saber de él. La única excepción destacada _siempre las hay_ es la de Mariah Carey, que lo recibió en 1991 y se ha convertido en una de las figuras más importantes de la música pop en esta década.Pero el mayor fiasco que haya sufrido el Grammy fue el de Milli Vanilli, un dúo de morenos con ojos claros, bailarines brillantes y artífices de un suceso arrollador que los llevó a vender más de siete millones de copias de su primer disco y a ganarse el premio como mejor artista nuevo. Tan sólo unos meses después de recibirlo confesaron, tras una disputa con su manager, que ellos no eran quienes cantaban en sus discos y que en sus presentaciones siempre habían doblado. Desde entonces la Asociación exigió que los artistas que cantaran en la ceremonia de premiación debían hacerlo en directo.¿Cuál es el criterio con que se escogen los ganadores del Grammy? En realidad es un misterio. Lo cierto es que durante su historia de casi 40 años ha habido figuras de trascendencia que nunca han accedido a uno de los premios en las categorías más importantes, como es el caso de Barbra Streissand. En otros no ha dejado de ser evidente la selección del ganador por motivos más afectivos o nostálgicos que crítico-artísticos. Sucedió cuatro años atrás con Natalie Cole, quien a pesar de poseer una exquisita voz y lograr un álbum muy bueno con Unforgettable contó, como gran aliada, con la voz de su padre que, gracias a las sofisticadas técnicas de grabación, le permitió un dúo que brillaba justamente por eso, por la nostalgia. Este año sucedió algo similar con Free As A Bird, una vieja y mal grabada canción de John Lennon a la que -gracias a la tecnología- le sumaron las voces de los Beatles supervivientes. El desaparecido cuarteto recibió el Grammy a mejor interpretación pop de un dúo o grupo.Independientemente de sus intrigas, los Grammy se han erigido en una institución en el mundo de la música. Sin embargo, no cabe duda de que seguirán siendo una expresión típica del mundo del entretenimiento estadounidense, acostumbrado a los grandes montajes, y no una visión global de lo que ocurre en el vasto mundo de la música universal, cada vez más diverso y cambiante.