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JF Abraham, J Willgoose Esq y Wrigglesworth, mejor conocidos como Public Service Broadcasting.

MÚSICA

La banda que se sirve de la historia para agitar el presente

SEMANA habló con J.Willgoose, fundador y cerebro de la particular banda Public Service Broadcasting, sobre su arte y su nuevo disco, ‘Every Valley’.

28 de julio de 2017

La Segunda Guerra Mundial, la Carrera espacial, la Revolución Industrial y su necesaria adicción al carbón, todos temas de los que la banda británica Public Service Broadcasting (PSB) se ha servido, hasta ahora, para alimentar su particular propuesta musical. Vale aclarar, los temas hacen más que solo inspirar, la banda propone una relación orgánica y los integra a su arte por medio de cintas y audios de archivo, y así se distingue del resto.

Como revelan sus videos y trabajos, los Public Service Broadcasting desdibujan la línea entre música, banda sonora y performance. Y si bien por ahora no tienen planes de pasar por Colombia, su propuesta está disponible en servicios de streaming y no es descartable que, en algún punto, traigan su espectáculo a uno de los varios festivales locales que ganan fuerza, credibilidad y osadía en su curaduría. En vivo PSB adquiere otra dimensión tan valiosa como la que ofrecen en sus grabaciones.



A comienzos de julio, los PSB lanzaron su más reciente producción, ‘Every Valley’. Su tercer albúm les permite, más maduros, robustecer su propuesta con una temática que gira alrededor del carbón, y a la vez sumar voces invitadas, ampliar sus experimentos sin perder ni el rumbo ni la identidad. Desde Inglaterra esto dijo a SEMANA.COM el cerebro de la operación, J. Willgoose sobre su carrera, inicios, sueños cumplidos y camino a recorrer.

Semana.com: Su trabajo es desconocido para la mayoría de colombianos, ¿podría describir qué es Public Service Broadcasting?

J.Willgoose: Debo aclarar, somos una banda extraña. En 2009 la empecé por mi lado para entretenerme. Hacía música instrumental e integraba samples hablados de películas de archivo, creo que quería darle un aire humano y sumarle carácter.

Con el paso de los años integré miembros, y nos hemos vuelto más serios en escoger los samples, pues los materiales de archivo que usamos se vuelven centrales en contar una historia. En The War Room, utilizamos material de la II Guerra Mundial, para relatar así el conflicto. En the Race for Space, abordamos la era dorada de la exploración espacial y, ahora, llegamos a este punto. Escribimos Every Valley, un álbum sobre el legado y la declive industrial en el Reino Unido. No es un tema del cual se suele hablar con mucha gente, pero eso es bueno, es algo distinto y diferente a mi manera de ver.

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Semana.com: Sobre los temas que escogen para sus discos, ¿parten del material que encuentran?, ¿de motivaciones personales?

J.W.: Es relativo. Sobre la II Guerra Mundial no tenía mayor idea, no pasé por clases de historia en la escuela así que soy una persona ignorante en general, y The War Room fue el primer trabajo realmente serio que escribí con el nombre Public Service Broadcasting, un intento de probar que podía ser algo más serio. Por eso, ese trabajo tenía un interés y una curiosidad personales. The Race of Space partió de un punto similar, un interés personal. Tenía un deseo por combatir de una manera el cinismo y las conspiraciones que rodean ese periodo de la historia, para celebrar, exaltar estos eventos y logros.

Y sobre este trabajo, que aborda los mineros y el carbón, no surge de algo personal, su historia me pareció muy interesante. Además, como banda me resultó un paso interesante a tomar, pues no era algo predecible. Esa cualidad detecto en mis bandas y artistas favoritos, cambian su arte y sus obras de forma inesperada.

Every Valley salió al público a comienzos de julio, y no decepciona.

Semana.com: Qué lo acercó a estos archivos, y voces que usa en sus obras, que hacen de su música algo cinemático, cálido...

J.W.: Hay varios factores, no solo uno. Por un lado, muchas de las historias son cautivantes, absurdas, increíbles. Por ejemplo, en lo que respecta al espacio, los logros, la gente, la valentía indescriptible de subirse a estos artefactos, cuasi misiles balísticos y ser disparados a la estratósfera, es algo que me parece de locos.

También, una parte clave de lo que queremos es contar ‘historia’: estudiar desde la perspectiva del sonido cómo pasamos de esos momentos del pasado al tiempo presente. En el caso en este álbum nuevo, hablamos de una industria que se pensaba eterna, se decía "la gente siempre necesitará carbón", con certeza total, y miren donde estamos ahora. La humanidad cambia y me resulta especial dibujar esas líneas entre pasado y presente, ver cómo cambia todo.

Semana.com: ¿Cómo escogió a Wrigglesworth, baterista con el que trabaja en la banda? ¿También compone?

J.W.: Soy un obsesionado del control, así que a él le toca la parte más operativa. Yo escribo la mayoría, hago un demo en casa y luego él lo traduce a la vida real. A menudo lo que programo o escribo suena raro, así que él se encarga de que suene fantástico, es muy bueno en eso. Lo encontré por medio de un amigo de un amigo que sabía que buscaba a una baterista, así nos conocimos.

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Yo no puedo tocar guitarra bien, puedo ejecutarla, pero no soy un instrumentista que la gente vaya a ver y se sorprenda. En cambio, Wrigglesworth es un baterista fuera de serie, y por eso en los shows se ubica al frente, más protagonista. Aplicamos eso de "aproveche sus puntos fuertes", y por eso yo me hago casi a un lado del escenario.

Semana.com: ¿Cómo traduce esta música en shows en vivo, en festivales, giras? ¿Se ve operando muchas máquina o puede enfocarse en su instrumento, y qué reacción percibe de sus audiencias?

J.W.: Somos tres en la banda ahora. Tocamos con J.F. Abraham, que suma bajos, percusiones, teclados, cornos, guitarras...  y todos tocamos varias cosas en distintas canciones. Hay mucho looping, muchas capas que se entrelazan, pero hecho de una manera en la que la dinámica de los temas puede cambiar. Mucha gente usa los pedales de loops de la misma forma, nosotros jugamos a variar.

También re editamos el material fílmico con el que trabajamos, así que la experiencia es audiovisual. Honestamente, cuando le pongo cuidado a la audiencia, los siento hipnotizados, con sus ojos imantados a la pantalla. En festivales, o en lugares en los que la gente puede haberse tomado algo, los veo activos, bailando. Las audiencias son extrañas. Puedes tocar lo mismo exactamente y recibir reacciones totalmente distintas.

Semana.com: ¿Recuerda algún concierto en particular?, y ¿qué sueño queda por cumplir?

J.W.: Aspiraba a tres cosas cuando empecé. Primero, tocar en Berlín, porque es una escena única y siempre lo soñé. Segundo, tocar en Glastonbury, porque es quizás uno de los festivales más grandes del mundo, y es inolvidable para quien asiste y quien hace parte. Y, por último, crecí al sur de Londres, y aún vivo ahí, y mi lugar favorito es la Brixton Academy. Es hermoso, le caben unas 5.000 personas, y pensé que tocando esta música extraña nunca llegaría, pero sucedió. Y bueno hemos hecho todas estas cosas, una razón más para tomar más riesgos con éste álbum. Habiendo cumplido estos sueños, bien vale preguntarse, ¿por qué seguir? y, ¿en qué dirección tomar pasos? Creo que nuestra respuesta es que queremos crear arte que valga la pena y que perdure.

Semana.com: Con respecto Every Valley, su reciente disco, cuenta una historia y le suma muchísimos matices. Alterna canciones pesadas con otras que evocan a Kraftwerk, e incluso una canción de amor. ¿Lo pensó como una unidad?, o se tomaron más libertades...

J.W.: Espero que se sienta cohesionado, y aquello que lo une es el sonido. Aun cuando el estilo cambia, hay elementos del sonido que siempre están. Lo que escribo nace como una respuesta a algo, y a veces se siente como escribir una banda sonora porque puedes ver material, escucharlo, y pensar sobre una historia o un grupo de personas. Eso, a su vez, te lleva a pensar qué sentiste, qué sacó de ti, y así terminas con un amplio rango de estilos musicales. Creo que eso es bueno siempre y cuando no se vuelva una locura. Comparándolo con nuestros trabajos previos, es quizás el más cohesionado, deliberadamente, pero sin duda dejamos espacio para explorar.

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Semana.com: ¿Las canciones que más disfruta al escuchar son las mismas que más disfruta tocar en vivo?

J.W.: En vivo disfruto las más veloces, las ‘majestuosas’, y se siente bien porque emocionan más, te drenan más físicamente, elevan tu ritmo cardíaco, y suelen tener ese mismo efecto en el público. Canciones como Go, Signal 30, Spitfire, suscitan reacciones del público. Pero lo interesante de nuestros espectáculos es que nuestra audiencia es lo suficientemente madura para apreciar los matices, y nos permite fluctuar. No todo debe ser de tempo veloz, a 100 por hora, y en piezas de mayor reflexión, más lentas aquí y allí, mantenemos la atención. Ese es un gran privilegio.



Semana.com: La política actual es turbulenta, quizás siempre lo ha sido, pero venimos de un 2016 fue más bien depresivo: ¿qué tanta influencia tiene este presente político para escribir?

J.W.: Este álbum es, a su manera, muy político. No trata de martillarle a la gente un mensaje en la cabeza, pero detrás demuestra profundidad e inspiración política que la gente puede captar. Todo vuelve a lo que hablábamos antes. Una vez cumples tus sueños, como músico, y eres privilegiado en encontrar una voz y tener una audiencia te preguntas qué quieres decir: ¿Quieres ser un acto de pop ligero? ¿Quieres crecer y tocar más y ganar más dinero? ¿Quieres retarte, tomar riesgos... que quizás te quiten fans? Para nosotros el camino es ese último. Lo más interesante para quienes crean algo, creo, es retarse, provocar, y generar reflexión y pensamiento antes que solo brindar entretenimiento. 

Y no digo que el pop sea fácil o vacío como género, hay muchas canciones de pop que también integraron comentario, e hicieron eco de movimientos sociales o de protesta. Digamos, cómo lo hizo Stevie Wonder en Living for The City... 




...y Sam Cooke en A Change is Gonna Come...



... y Marvin Gaye. Artistas que hicieron ‘pop’ de su época pero dijeron algo. Parece que hemos olvidado ese arte, o menos bandas se atreven a hacerlo. Nosotros tratamos de hacer nuestra versión. Habiendo dicho eso, sé que nunca llegaremos a ser tan buenos como esos grandes que mencioné.

Semana.com: El de ustedes no es el típico show en vivo. En el pasado han utilizado incluso televisores al frente del escenario, como si fuera este el líder de la banda, ¿qué ideas piensan para el tour que viene?

J.W.: Pienso que ya no nos escondemos tanto. Estamos comenzando a hablar más, encontrando nuestra voz -así sea un gran cliché-. Ya hago cosas que un ‘frontman‘ suele hacer. Las cosas han cambiado lentamente, y se siente bien. Aún así, me gusta creer que es un show libre de toda clase de ego o tonterías de rocanroleros. Somos gente normal tocando lo mejor que podemos nuestra música.