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QUE VIVA LA FIESTA

Con sus crónicas periodísticas sobre la tradición popular colombiana, Carlos Sánchez Ocampo rescata ungénero que parecía en vías de extinción.

13 de julio de 1998

Para quienes añoran cada día con mayor nostalgia la crónica, género desplazado por la noticia rápida y el frío análisis de los sucesos, el libro Santificad las fiestas, editado recientemente por el Ministerio de Cultura,constituye todo un manantial en el desierto de la narración periodística. Su autor, el antioqueño Carlos Sánchez Ocampo, se dio a la tarea de rastrear, durante ocho meses consecutivos, las festividades ligadas a la tradición popular colombiana en 10 diferentes pueblos del país. El resultado es una serie de relatos que rescatan las virtudes más sobresalientes del olvidado género de la crónica, además de convertirse en un valioso documento testimonial sobre el folclor nacional. Apoyado en las fotografías de Eliza Mejía, su acompañante de travesía, Sánchez Ocampo reemplazó con sus ojos la casi siempre tan impersonal cámara de televisión, para empaparse de los rituales de los pueblos elegidos: el Corpus Christi en Atánquez, Cesar; el Kalusturinda, en Santiago-Manoy, Putumayo; las fiestas de las Guaguas de Pan, en San Pedro de Jongovito, Nariño; el Festival de la Cultura Wayúu, en Uribia, La Guajira; la Fiesta del Gallo, en El Valle, Chocó; la Marcha de Flagelantes y la Procesión del Santo Sepulcro, en Santo Tomás, Atlántico; el Carnaval de Riosucio, en Riosucio, Caldas; el Desfile de Mitos y Leyendas, en Medellín; La Mudanza y la Paletilla, en Becerril, Cesar; y el Festival de la Leyenda del Hombre Caimán, en Plato, Magdalena. Sánchez describe cada una de las celebraciones con un estilo trabajado y cuidadoso, de manera que su presencia se sienta en el relato y sirva para transportar al lector al lugar de las ceremonias, muchas de ellas desconocidas para la mayoría de los colombianos. Incluso la de la Leyenda del Hombre Caimán, cuya canción insignia logró popularizarla en todo el territorio nacional sin que se sepa a ciencia cierta de dónde surgió el mito y el consiguiente ritual que año por año convoca a los habitantes de Plato.Algunas de las fiestas no demandan sino unos cuantos miles de pesos. Otras se llevan varias decenas de millones. Pero el objetivo es el mismo: permanecer como manifestación de la supervivencia de los pueblos. Y eso es lo que ha reflejado Carlos Sánchez en un libro que demuestra, entre otras cosas, el poder revivificador de la crónica, ese género que se niega a morir a expensas de la inmediatez.