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¡QUEDESE QUIETO!

La colección de fotografìas de Félix Nadar, que por estos días exhibe el Museo Nacional, de Bogotá, es un espectáculo para los ojos.

16 de octubre de 1995

A PESAR DE QUE Nadar es una de las personalidades más conocidas del inicio de la historia de la fotografía, y que muchos de sus proyectos estuvieron ligados al desarrollo de la vida intelectual parisiense del siglo XIX, la recuperación de su aporte ha sido una empresa más bien reciente. La exposición retrospectiva que en 1994 le dedicó el museo de Orsay de París, con la colaboración del Metropolitan de Nueva York (donde se presentó en abril del presente año) no sólo resaltó nuevamente la importancia de quien fuera una de las personalidades más conocidas del París de su momento, sino que puso de nuevo en evidencia la juventud de la historia de la fotografía y la necesidad de revisar la que se conoce a luz de nuevas investigaciones.
Algunas de las obras incluidas en las muestras de París y Nueva York se encuentran en la actualidad en las salas del Museo Nacional de Bogotá, en donde también despertaron otro capítulo poco explorado de la historia de la fotografía colombiana. Por ello la exposición recoge además de los trabajos de Nadar, los de algunos de los más importantes fotógrafos nacionales como Meliton Rodríguez y Benjamín de la Calle, quienes reflejaron su influencia; así como documentos de Francisco de Paula Borda, un entusiasta liberal bogotano que conoció a Nadar en su taller, momento a partir del cual casó con él un intercambio amistoso que consta en la correspondencia presente en la muestra. A su colección se debe la iniciativa del estudio realizado por el Museo Nacional y por lo mismo de organizar la exposición en Bogotá.
Al parecer movido por la popularidad de que gozaba Nadar en los círculos intelectuales, el joven Borda, estudiante de derecho en París visitó el taller del afamado fotógrafo en 1864, cuando ya éste había realizado gran parte de su carrera. Había sido periodista, autor de teatro, caricaturista, inventor y desde 1854 retratista, aunque también dedicaba parte importante de su tiempo al estudio de la aeroestación, a lo cual se debe que hubiera sido autor de la primera fotografía aérea del mundo, una panorámica de París, y fundador de la 'Sociedad de estímulo a la locomoción aérea por medio de aparatos más pesados que el aire'.
A Félix Tournachon verdadero nombre de Nadar (1820-1910), se le considera hoy como uno de los grandes retratistas de todas la épocas, logro que seguramente alcanzó guiado por su sensibilidad artística y por las experiencias que acumuló en diferentes campos de la expresión, pero también porque su círculo amistoso estuvo constituido por figuras de primer orden en la vida del arte y la literatura, quienes acudieron a su estudio convencidos de que más que su imagen Nadar sería capaz de captar su espíritu o su alma. Así es que posaron para él grandes de hoy pero anónimos del momento como Alejandro Dumas, Gustave Doré, George Sand, Oscar Wilde o Charles Baudelaire, amigos que compartieron el sentimiento bohemio con que enfrentó la vida desde los 17 años, edad en que perdió a su padre el impresor Victor Toucharnon
De él heredó gustos e inclinaciones literarias que lo llevaron en determinados momentos a incursionar en este campo; una convicción social y libertaria que lo impulsó entre otros hechos a participar en la guerra por la independencia de Polonia y a trabajar con el más crítico sentido la caricatura; así como una radical convicción en el arte debido a lo cual se atrevió a presentar en su estudio a los pintores impresionistas, cuando estos gozaban de real descrédito, y a defender la fotografía más como una expresión artística que como una forma de reproducción mecánica de la imagen.
No obstante, y a pesar de su rechazo hacia la comercialización de la fotografía, a su destacado trabajo en los grandes formatos, y a todas sus reticencias hacia ese medio, a Nadar se le conoció fuera de Francia por la 'tarjeta de visita' (pequeña carta de presentación con la imagen fotográfica, que gozó de enorme popularidad después de que fuera impuesta en los círculos aristocráticos por la emperatriz Eugenia de Montijo). Sus negativas no alcanzaron a resistir las solicitudes del público, de manera que inclusive las imágenes fotográficas que Nadar regaló en su estudio a su amigo bogotano Francisco de Paula Borda, tienen esa pequeña medida.
De igual forma el coleccionismo que derivó de la costumbre de presentarse con tarjetas de visita hizo que algunas de las imágenes de los personajes del mundo cultural captadas por Nadar se sumaran a las que se guardaban en álbumes familiares significando con ello una tendencia intelectual. Así se difundió, como en otros países, en Colombia el espíritu de su obra y se edificó lentamente una influencia que recogió, con todo su valor poético, la obra de algunos de los principales fotógrafos colombianos.