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Entrevista

Radiografía de Botero

'Invención de una estética', el nuevo libro de Santiago Londoño Vélez, se constituye en la más extensa y rigurosa investigación sobre la obra del artista Fernando Botero.

20 de octubre de 2003

Se estima que hay más de 100 títulos publicados entre libros y catálogos sobre la obra del artista Fernando Botero, sin contar con los artículos y entrevistas que han aparecido en diferentes medios de comunicación de Colombia y del mundo. Aún así, según Santiago Londoño Vélez, autor de Fernando Botero: la invención de una estética, se aventuró a escribir por primera vez un libro que revelará cómo se desarrolló un estilo que popularmente se reconoce como "las gordas de Botero". Sin caer en descripciones poéticas, ni superficiales, el libro se basó en una rigurosa investigación condensada en más de 600 páginas. SEMANA habló con el autor.

SEMANA: ¿Cómo fueron las primeras obras de Botero?

SANTIAGO LONDOÑO: El fue un autodidacta. Nunca hizo un estudio en especial, incluso fue expulsado del colegio cuando, a sus 16 años, escribió un artículo sobre Picasso y su no conformismo en el arte en el periódico El Colombiano. El quedó huérfano de padre a los 4 años, la situación económicamente fue muy difícil y le tocó desde muy temprano bandearse solo. Eso se ve reflejado de alguna manera en sus primeros trabajos. Al comienzo fue influenciado por el muralismo mexicano y sobre todo por José Clemente Orozco, también por el colombiano Pedro Nel Gómez. En sus primeros trabajos hay un interés por el duelo, la muerte, pero también hay muchos paisajes.

SEMANA: ¿En qué momento empieza a pintar con los volúmenes con los que hoy se reconoce?

S.L.: Todas sus primeras obras son en acuarela. El no empezó a pintar óleo sino hasta 1955. Pero ya ahí se ven los volúmenes, se ven unos brazos gruesos, unas piernas expandidas, unas manos enormes, etc. Ese interés por encontrar un sentido de las proporciones, de la monumentalidad de la figura, fue algo espontáneo. Pero experimentó mucho antes de eso. Vivió en Tolú pues él quiso ser un poco como el Gauguin colombiano. Arrendó una casucha y durante unos meses pintó bajo dos influencias: Gauguin, por las mujeres negras, lo nativo, y por los períodos azul y rosa de Picasso. Luego retomó el tema de los volúmenes después de viajar a Europa en donde hizo su gran descubrimiento: los clásicos italianos que manejaban el tema del volumen.

SEMANA: ¿Cuál es su intención al trabajar con esos volúmenes y lo que mucha gente llama "gordas"?

S.L.: El ha dicho que no pinta gordas. Se ven gordas si se miran fuera de contexto pero todos los personajes que él pinta, los objetos, los animales, hacen parte de un mundo exagerado en donde se hace un énfasis exagerado en los volúmenes y la monumentalidad, en la forma. Todos los volúmenes que Botero pinta son expandidos: una flor, un zapato, una fruta, un árbol, un dedo, todo eso hace parte de un universo coherente que él ha creado en dos y tres dimensiones. Eso viene de múltiples referencias: lo primero es una inclinación natural y espontánea que él expresó desde sus primeras pinturas y que luego racionaliza, sobre todo por la experiencia que tuvo en Italia.

SEMANA: ¿Cuáles son los principales aportes de Botero a la historia del arte colombiano?

S.L.: Botero y artistas como Obregón, Negret y Ramírez Villamizar pusieron a Colombia de cabeza con la modernidad. Introdujeron nuevos lenguajes, rompieron con todo el academicismo de la época del centenario de la independencia y pusieron a Colombia dentro de lo que eran las vanguardias del momento y rescataron el derecho del artista a expresarse como individuo. Ellos rompieron con todo eso, y Botero tomó parte muy activa.

SEMANA: En el medio artístico se oye con frecuencia que lo mejor de Botero se produjo en los 60 y que luego su obra no ha sido tan relevante. ¿Qué opina al respecto?

S.L.: Yo no estoy de acuerdo. Botero ha tenido una serie de etapas que para mí son muy interesantes. Yo creo que ahí lo que empieza a jugar son los gustos personales. Tiene mucho interés el período en el que el artista está buscando un estilo propio. Hay cuadros de Botero que parecen cuadros de Obregón en cierta época y cada época tiene su atractivo. Incluso en la actualidad Botero está produciendo una obra muy interesante y cuando se abra su nueva donación al Museo Nacional de las pinturas relacionadas con la época de la violencia se verán cosas muy buenas.

SEMANA: A propósito, Botero ya ha mostrado algunas obras relacionadas con la violencia, algo poco común en él.

S.L.: El siempre dijo que la pintura nunca debería tener una relación política. Para él la pintura era una exaltación de la vida y del gozo de vivir, pero también dijo que en determinado momento encontró que la realidad de Colombia era tan violenta, tan cruel, tan impactante que él, como pintor, se sentía en la obligación de dejar un testimonio de lo que ha sido Colombia en estos últimos años. Sin dejar de pintar sus bodegones, sus grupos familiares, hizo un conjunto de obras relacionadas con la violencia que suman una buena cantidad. Con su estilo propio puede dejar un testimonio de la realidad histórica del país.

SEMANA: Muchos artistas jóvenes en Colombia ven con recelo a Botero. ¿A qué se debe esto?

S.L.: Es algo parecido a lo que pasa en literatura con García Márquez. Eso es propio de todo joven. En la búsqueda de su identidad hay una ruptura con el padre. Es como esas peleas entre los hijos y los papás. Con el tiempo uno se va dando cuenta de que su papá tenía razón en algunas cosas y por lo menos entiende qué fue lo que hizo. Yo creo que la gran lección de Botero es la búsqueda de un lenguaje personal, independientemente de que guste o no. Ahora es común ver artistas -no en todos los casos- que hoy tienen algo, dentro de un año otra cosa y en dos otra cosa diferente, pues nunca saben lo que quieren. Lo que él ha mostrado es que lenguajes como el bronce, el mármol, el dibujo o la pintura tienen una vigencia extraordinaria.