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Radiografía de la Camorra

Un reportaje documentado y muy bien escrito que revela en detalle el inmenso poder económico de esta mafia italiana.

Luis Fernando Afanador
11 de enero de 2009

Roberto Saviano

Gomorra

Mondadori, 2008

325 páginas

Me encantan El Padrino de Mario Puzo y el de Coppola. Me encanta Buenos Muchachos, de Martin Scorsese y Érase una vez en América, de Sergio Leone. Y, por supuesto, la serie de televisión Los Soprano. Pero ahora, al terminar de leer Gomorra de Roberto Saviano, un impresionante reportaje-ensayo sobre la Camorra napolitana, es como si hubiera conocido otra dimensión de la mafia. Espantosa, sobrecogedora. Desde luego menos glamorosa y épica; acaso más verdadera.

No es por simple azar que mientras Mario Puzo recibió la aprobación y el aplauso de los mafiosos -uno de los boss de la Camorra que aparecen en este libro pide en la cárcel que le proyecten El Padrino-, Roberto Saviano recibió una amenaza de muerte y, al igual que Salman Rushdie, debe permanecer oculto y con protección especial. La Camorra había prometido asesinarlo antes de Navidad y sabe que no puede cantar victoria. Al sacerdote Peppino Diana no le perdonaron la osadía de cuestionarles su poder. Ellos nunca olvidan y pueden esperar.

Es que Saviano ha cruzado un límite imperdonable. Además de mostrar en detalle cómo funcionan -es decir cómo matan, extorsionan, trafican, corrompen y se enriquecen-, ha hecho visible toda la dimensión de su poder. Antes de su minuciosa radiografía, la gente pensaba que eran los típicos mafiosos que controlaban el juego, la prostitución y el narcotráfico en el limitado ámbito de Nápoles y luego comían pasta tranquilamente en compañía de sus familias. Algo entre lo ilícito y lo exótico, un asunto de italianos, ajeno y manejable, como en las películas. Nadie había señalado de una manera tan contundente lo que realmente son: una empresa a nivel mundial que mueve millones de euros y está involucrada en la industria de la moda, la construcción, el tráfico de armas y los desechos industriales.

En el norte de Nápoles existe una gran cantidad de pequeñas fábricas de calzado y confecciones con una mano obra de altísima calidad y bajo costo tradicionalmente explotada por las grandes casas de la moda italiana. Pues bien, aprovechando ese 'material humano' y la misma materia prima china, el Sistema de Secondigliano -así se autodenomina la Camorra de un conocido barrio napolitano- ha invadido el mundo con almacenes que venden finas copias de las marcas famosas. Cuando Angelina Jolie recorría la alfombra de la noche de los Óscar con un hermoso traje de chaqueta de raso blanco, no sabía de su procedencia -una fábrica clandestina de Arzano- y mucho menos de su autor, Pasquale, un desconocido modisto que no saldrá nunca en las revistas y que se lamentará de su suerte mientras, con las mismas manos de artista, conduce un camión para otro trabajo sucio del Sistema.

Saviano calcula que la Camorra se lleva una enorme tajada del mercado internacional de las armas -moviliza alrededor de 3.300 millones de dólares- y gracias a sus contactos con las fábricas de los antiguos países comunistas tienen capacidad para abastecer el ejército de un país, como lo hicieron con Argentina durante la guerra de las Malvinas que 'lastimosamente' se acabó muy pronto. El servicio secreto británico interceptó la siguiente llamada telefónica entre aquel país y San Cipriano d'Aversa, territorio camorrista: "—Aquí la guerra ha terminado. ¿Qué hacemos? —No te preocupes, ya habrá otra guerra…".

El daño ecológico que han hecho con su fabuloso negocio de enterrar desechos industriales tóxicos en la zona meridional de Italia utilizando adolescentes para conducir los camiones es un delito de proporciones mayores, de lesa humanidad. La Camorra no es anti-Estado, es una exitosa empresa multinacional para adquirir dinero y poder al precio que sea, en la legalidad o en la ilegalidad. Puro y simple capitalismo desbocado.