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RECORD Y SORPRESA

La colección de Procultura y el último de Michael Ende, dos novedades en el mercado del libro.

15 de septiembre de 1986

La "Nueva biblioteca colombiana de cultura", de Procultura, completó 50 títulos, tras un año y cuatro meses de labores. Tiempo récord para tan ambiciosa colección, si tenemos en cuenta que en su mayor parte se trata de títulos inéditos. Los autores llamados a integrar esta colección son intelectuales de reconocida importancia en el país: investigadores y antropólogos, poetas, economistas y filósofos, ensayistas, críticos y sociólogos, que conforman un amplio panorama de nuestra cultura. En realidad, la colección busca llenar un vacío en la actividad editorial, pues viene a tomar la iniciativa frente a una producción intelectual que de otra manera muy probablemente se hubiese quedado inédita, o bien, olvidada en viejas e incontables ediciones. Procultura, con esta colección, le ha dado un vuelco a la producción editorial oficial, o semioficial del país, pues ha puesto a circular libros de inminente interés para el público lector. Así lo confirman sus más recientes éxitos de librería: la obra en prosa y la poesía de Alvaro Mutis; los ensayos de Estanislao Zuleta recogidos bajo el título "Sobre la idealización en la vida personal y colectiva"; la reedición de una selección de la poesía de Porfirio Barba Jacob; los ensayos en torno de José Asunción Silva y su obra admirable; el más completo y riguroso estudio acerca de los kogi, en "Los Kogi" de Reichel Dolmatoff; "Lecturas sobre economía colombiana" de Jesús Antonio Bejarano "La filosofía en Colombia-siglo XX" de Rubén Sierra, e "Hispanoamérica, mito y surrealismo" de Carlos Martín.
En la colección "Nueva biblioteca colombiana de cultura", el curioso puede comprobar, al repasar los títulos, que esta no es una simple suma de textos aislados. Ella aspira a una coherencia: la que enseña como se han sucedido las diversas etapas de la poesía colombiana, como ha evolucionado el pensamiento filosófico entre nosotros, y cómo la investigación social y antropológica ha encontrado y desarrollado sus métodos.
Con razón dijo Gloria Zea, gerente de Procultura, al entregar los últimos títulos de la serie, que son estos "textos importantes e irremplazables en historia, antropología, poesía, filosofía, economía, cultura popular, y en casi todos los aspectos que conforman una nacionalidad". Así podemos reconocer que esta labor editorial de Procultura, ha destacado el propósito de crear un impulso vigoroso para la expresión de la cultura colombiana, pero también el propósito de comprometerse con la renovación del pensamiento en el país, estableciendo nuevos paradigmas para la labor editorial frente a nuestra producción intelectual.

El nuevo libro de Michael Ende, "El espejo en el espejo", definitivamente poco o nada tiene que ver con los anteriores, "Momo" y "La historia interminable". Mientras estos últimos se situaron dentro de la categoría de la literatura infantil -sin que esto impidiera que los adultos se hicieran adictos a ellos-, este último, "El espejo en el espejo", ha renunciado voluntariamente a esa delicada denominación. El cambio de Michael Ende ha desconcertado a sus fieles lectores hasta el punto de dejarlos sorprendidos y sumidos en la insatisfacción. Pero es necesario comprender que este nuevo libro obedece a otro género, que refleja un estado de ánimo desconocido en Ende y que es en definitiva el resultado del cultivo de otras emociones, también inéditas en él: el pesimismo y a veces el horror.
Aquí se reúnen 30 narraciones cortas, vinculadas, aunque independientes, por un juego de alusiones que se concatenan y recíprocamente se entrelazan: de ahí el título del libro. Las breves narraciones se reflejan unas en las otras, como en el salón de los múltiples espejos. Pero no es el mundo exterior sino el mundo interior el que aprisiona estos cuadros íntimos. Cocteau, Kafka, Borges, los románticos alemanes Thieck y E.T.A. Hoffman, son, entre otros, los autores que aparecen y desaparecen súbitamente en estos juegos de espejos, que por momentos sólo reflejan pesadillas. Una estación de ferrocarril que es una cárcel en la que se intuye una miseria inmemorial e infinita, y que no es otra que la de la condición humana... Un puente que se construye bajo la fatalidad, aceptada de su imposible culminación... Un joven que para contraer matrimonio toma el camino más corto, tarda en recorrer este camino la vida entera... La imposibilidad de llegar a lo que se busca, o su encuentro insignificante; los caminos siempre equivocados; la búsqueda en el mundo de lo que se lleva en sí; la fatalidad y la arbitrariedad de los obstáculos que se alzan ante la mirada impotente del hombre, forman esta galería de imágenes, que también evocan al surrealismo, tan patente en sus páginas a través de las pinturas de Edgar Ende, padre del autor, a quien está dedicado este libro de sombrías alegorías. Romanticismo, fantasía interior y fatalidad, son los personajes que reflejan "El espejo en el espejo", transitando a través del puente tendido entre la vida y el sueño, o entre la vida y la muerte.