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Relato de navidad en la gran vía

20 de agosto de 2001

Prólogo

Pablo Uribe Vargas escribió sus memorias entre el 18 de diciembre de 1997 y el 15 de enero de 1998. Escribió seis páginas cada día, durante casi cuatro semanas, como si estuviera poseído por la necesidad de editar y corregir los fantasmas de su vida. El resultado es, como el lector puede apreciar, una autobiografía que si bien no revela toda la verdad sobre los hechos de sus días, al menos narra "el punto de vista de su memoria" sobre la gente que lo rodeó y sobre -son palabras suyas, claro- las decisiones que, en medio de la crisis, tuvo que tomar ante la extraña actitud de las personas más cercanas a su vida.

Mi labor como editor ha sido motivada por el respeto a su última voluntad y se ha limitado, primero, a hacer posible la lectura de este curioso libro y, segundo, a aclarar, por medio de una serie de pies de página, algunas de las interpretaciones que el autor hace sobre las peripecias de sus familiares y sus conocidos y, principalmente, sobre los objetos privados que encontró en el apartamento en donde he vivido desde el día en que nací.

No tengo ningún derecho sobre esta obra. Soy, solamente, el primer lector de estas páginas. Desde las primeras escenas de su aventura, Uribe llegó a la conclusión de que yo podría serle útil a su libro: cuando llegamos del viaje de vacaciones encontré, al lado de mis llaves del apartamento -conectadas al ahora famoso llavero del bus rojo-, una pequeña nota sobre el teclado del computador. La notica decía:

Entre al archivo titulado granvia.doc y, después de leerlo, compare lo que dice ahí con lo que dice el periódico de las últimas semanas. Lea esta historia y, si le parece necesario, corríjala, divúlguela, publíquela.

Como pueden ver, me he encontrado a mí mismo en la tarea de dividir una historia ajena en dos grandes partes. En la primera, un hombre de veintidós años comete una equivocación y termina encerrado en el edificio La Gran Vía. En la segunda, un hombre trata de descender a la memoria de su vida, y casi de inmediato trata de volver, intacto, del horror de los hechos.

Pero no. No tengo ningún derecho sobre esta obra. Estoy cumpliendo una especie de promesa. Me he descubierto a mí mismo en la labor de darle forma -de párrafos, fragmentos, capítulos, monólogos y diálogos- a un texto que, a pesar de sus múltiples contradicciones, he encontrado apasionante. Ni siquiera he sido capaz de titular, con todo el ingenio que se merecía, esta historia que ha centrado su sentido en -son palabras suyas, claro- el descubrimiento de esa "voz necesaria para nacer por obra y gracia de uno mismo".

23 de abril de 1998

Lea un capítulo del libro

Prólogo

Pablo Uribe Vargas escribió sus memorias entre el 18 de diciembre de 1997 y el 15 de enero de 1998. Escribió seis páginas cada día, durante casi cuatro semanas, como si estuviera poseído por la necesidad de editar y corregir los fantasmas de su vida. El resultado es, como el lector puede apreciar, una autobiografía que si bien no revela toda la verdad sobre los hechos de sus días, al menos narra "el punto de vista de su memoria" sobre la gente que lo rodeó y sobre -son palabras suyas, claro- las decisiones que, en medio de la crisis, tuvo que tomar ante la extraña actitud de las personas más cercanas a su vida.

Mi labor como editor ha sido motivada por el respeto a su última voluntad y se ha limitado, primero, a hacer posible la lectura de este curioso libro y, segundo, a aclarar, por medio de una serie de pies de página, algunas de las interpretaciones que el autor hace sobre las peripecias de sus familiares y sus conocidos y, principalmente, sobre los objetos privados que encontró en el apartamento en donde he vivido desde el día en que nací.

No tengo ningún derecho sobre esta obra. Soy, solamente, el primer lector de estas páginas. Desde las primeras escenas de su aventura, Uribe llegó a la conclusión de que yo podría serle útil a su libro: cuando llegamos del viaje de vacaciones encontré, al lado de mis llaves del apartamento -conectadas al ahora famoso llavero del bus rojo-, una pequeña nota sobre el teclado del computador. La notica decía:

Entre al archivo titulado granvia.doc y, después de leerlo, compare lo que dice ahí con lo que dice el periódico de las últimas semanas. Lea esta historia y, si le parece necesario, corríjala, divúlguela, publíquela.

Como pueden ver, me he encontrado a mí mismo en la tarea de dividir una historia ajena en dos grandes partes. En la primera, un hombre de veintidós años comete una equivocación y termina encerrado en el edificio La Gran Vía. En la segunda, un hombre trata de descender a la memoria de su vida, y casi de inmediato trata de volver, intacto, del horror de los hechos.

Pero no. No tengo ningún derecho sobre esta obra. Estoy cumpliendo una especie de promesa. Me he descubierto a mí mismo en la labor de darle forma -de párrafos, fragmentos, capítulos, monólogos y diálogos- a un texto que, a pesar de sus múltiples contradicciones, he encontrado apasionante. Ni siquiera he sido capaz de titular, con todo el ingenio que se merecía, esta historia que ha centrado su sentido en -son palabras suyas, claro- el descubrimiento de esa "voz necesaria para nacer por obra y gracia de uno mismo".

23 de abril de 1998

Lea un capítulo del libro

Relato de Navidad en la gran vía de Ricardo Silva. Capítulo Uno

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