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Repasando el 'Kamasutra'

Wendy Doniger, eminente hinduista y religiosa comenta el 'Kamasutra' y las imágenes eróticas de Bikaner.

Luis Fernando Afanador
24 de septiembre de 2004

Wendy Doniger
La trampa de la yegua
Anagrama, 2004
104 páginas

En sánscrito, el antiguo lenguaje literario de la India emparentado con el latín y el griego, kama significa amor, placer, deseo y sutra, tratado. El Kamasutra, entonces, es un tratado de amor erótico, escrito en la India hacia el 225 d.C por Vatsyana Mallanaga. Un libro sobre el arte de vivir: cómo encontrar pareja, mantener el poder del matrimonio, cometer adulterio, vivir con una cortesana y, por supuesto, utilizar algunas posiciones: también es un libro sobre posturas sexuales.

Desde su aparición, el Kamasutra se publicaba con ilustraciones pero, debido al inclemente clima indio, éstas no se conservaron y las imágenes disponibles -pinturas en miniatura de influencia persa- son del siglo XV. La serie de 40 cuadros que incluye La trampa de la yegua, fueron realizadas en Bikaner, Rajastan, por el artista Ruknuddin en 1698 y son parte de la colección del museo Fritz de Cambridge. Wendy Doniger, eminente hinduista y religiosa, a partir de la serie erótica de Bikaner nos propone una interesante relectura del Kamasutra.

Según el tamaño del órgano sexual, el Kamasutra clasifica, de menor a mayor, al hombre como "liebre", "toro" o "semental", y a la mujer como "cierva", "yegua" o "elefanta". Teniendo en cuenta que el objetivo es alcanzar "cópulas igualitarias" entre compañeros sexuales del mismo tamaño y que matemáticamente sólo es posible alcanzar tres -predominan las desiguales: seis- el tratado busca encontrar una armonía en las uniones. Es ese el sentido de buscar distintas posiciones: "En el momento de la pasión, en una cópula en que el hombre es más grande que la mujer, una cierva se coloca de manera que se dilate lo más posible por dentro". Las posiciones en que la "cierva se abre mucho" abundan. La "cierva" es la pareja erótica más representada: "Es la preferida, la pareja erótica ideal".

Lo igual es lo mejor pero no es fácil de alcanzar. Por naturaleza, la mujer es más grande. "La elefanta", es más grande que el "semental" y así sucesivamente. En consecuencia, el hombre "tiene que ser más grande". El tamaño del pene era ya una inquietud y el Kamasutra trae varias fórmulas para agrandarlo o para contraer la vagina. Cuando no es posible, queda el recurso de las posiciones como la famosa "trampa de la yegua" que le da título al libro: "Los dos extienden las piernas hasta dejarlas rectas. Si, en cuanto él la ha penetrado, aprieta con fuerza las dos piernas de ella, se produce el 'apretón'. Si ella cruza los muslos, se forma el 'círculo".

Aunque "el tamaño sí importa" se trata más de un problema mental. No es un asunto fisiológico sino de deseo. Importa también -y mucho- la duración y la intensidad, en la cual los hombres y las mujeres son clasificados como "rápidos", "medianos" y "resistentes". Y aquí también la mujer es superior al hombre: posee mayor energía sexual. "Por tanto, si la cópula es desigual en vez de igualitaria, a la mujer hay que dedicarle besos, abrazos, etcétera, a fin de que alcance el placer sexual en primer lugar".

No obstante todas las comparaciones con los animales, el Kamasutra reconoce la especificidad de la sexualidad humana. Los seres humanos buscan el placer, los animales no. Por lo tanto, no necesitan de ningún tratado.

Wendy Doniger considera el Kamasutra como una exploración ilimitada de las posibilidades de la cópula humana heterosexual. En ese sentido, es más un libro inspirador que un manual. Es decir, no hay que tomarlo tan literalmente ni preocuparse por no poder realizar algunas de sus posiciones que, verdaderamente, exigen una capacidad física muy especial. Y, comparado con la pornografía occidental de hoy, resulta casi inocente: excluye la zoofilia, la pedofilia, el sadomasoquismo, etc. Sólo busca ampliar nuestra imaginación y mostrarnos los infinitos modos en que un hombre y una mujer desnudos pueden emprender una relación erótica como si fuera una danza interminable.