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REQUETEPESIMO

Aburrida y sin calidad es la novela de Jaime Bayly. La noche es virgen. Jaime Bayly.

MARIA MERCEDES CARRANZA
23 de marzo de 1998

Anagrama, Barcelona, 1997. $19.900 No se que o-bras habrá favorecido el Premio de Novela Herralde _que se entrega en España en sus XIV versiones anteriores, pero sí puedo decir que en la XV oportunidad ha escogido una basura. Al parecer los españoles no han superado todavía la época del destape, ese fenómeno posfranquista, que consistió en desquitarse, luego de tantos años de represión, haciendo gala de ser muy lanzados en sus costumbres. Solo así se explica que los seis jurados le hayan otorgado el premio a La noche es virgen del peruano Jaime Bayly, pues sin duda tiene todas las características del ingenuo y conmovedor destape español de los años 70 y 80: sexo sin tapujos, lenguaje audaz, droga, palabras gruesas y total desinhibición. Pero de literatura, nada. Parece, en efecto, que Bayly busca escandalizar. Gabriel Barrios, su personaje, es un muchachito snob, un blanco limeño, que trabaja con mucho éxito en la televisión y que se aburre porque no vive en Miami, sino en la horrible Lima. Es, además, homosexual de closet y drogadicto. Para palear tanta tragedia junta, Barrios va por las noches a un metedero de rock, de coca y de marihuana y conoce a Mariano, el hombre de sus sueños. Una y otra vez, con una inmensa aburrición el lector comprueba que Barrios y Marianito hacen el amor, se meten buenos tiros de chamo (coca), le jalan a la yerba y toman coca-cola. Y así durante 189 pesadas páginas. Pero no hay temas buenos o malos, hay buenos y malos escritores. El romance de Mariano y Gabrielito, su aburrimiento y su drogadicción pueden resultar apasionantes tratados por un buen escritor. Pero este no el caso, pues Bayly no se preocupa por el trabajo literario. Tal vez la obra sirva de base a algún lingüista o sociólogo, interesado en estudiar el lenguaje lumpen de Lima. En este aspecto sí se luce Bayly, pues es evidente que quiso trasladar al papel el habla de la calle, el decir cotidiano con su jerga bacana, brother. Hay que reconocer que en tal empeño se muestra audaz, pero se queda ahí, como si eso fuera suficiente. Y lo peor: no escandaliza.