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El fotógrafo Javier (Julián Román), un astuto dedicado al rebusque, viaja de Bogotá a la costa con su prima Marina (Paola Baldión) en busca de la tierra que les quitaron cuando niños.

CINE

Retratos en un mar de mentiras

Llega a cartelera la ópera prima del experimentado Carlos Gaviria tras llevarse cuatro premios importantes en el Festival de Guadalajara.

Ricardo Silva Romero
23 de mayo de 2010

Título original: Retratos en un mar de mentiras
Año de estreno: 2010
Género: Drama
Dirección y guión: Carlos Gaviria
Actores: Paola Baldión, Julián Román, Carolina Lizarazo, Edgardo Román, Ana María Arango, Ramsés Ramos

El gran fuerte de la valiente Retratos en un mar de mentiras, la principal razón por la que esta película de carretera colombiana se convierte en una experiencia que no sobra, es la inquietante actuación de Paola Baldión. La frágil Baldión, que nació en Francia pero creció en Colombia, que pasó por nuestra televisión hace ya un par de años y le ha dedicado los últimos tiempos a convertirse en una cineasta, es una presencia innegable en la pantalla: un misterio por resolver. Carlos Gaviria, el director, que debuta en el cine pero cuenta con años de experiencia en el campo audiovisual, ha conseguido momentos estremecedores (la escena en la que la familia es sacada de su propia casa nos recuerda en qué lugar hemos estado viviendo), pero es la mirada extraviada de Baldión lo que nos deja sin aire.

Y nos ayuda a olvidar ciertas líneas del diálogo que editorializan fuera de tiempo, ciertos momentos alegóricos que le reclaman al espectador una sola interpretación, ciertos paréntesis narrativos, de carácter paródico, que por poco desarticulan la tragedia.

Quizás sea ese el gran riesgo que corren todos los relatos de carretera: que, de estación en estación, de obstáculo en obstáculo, se vaya perdiendo el interés; que el nuevo personaje secundario no sea tan interesante como el anterior; que la meta no sea digna del recorrido.

Retratos en un mar de mentiras es el viaje de dos primos, el astuto Jairo y la traumatizada Marina, desde la Bogotá menos hospitalaria que uno se pueda imaginar hasta la costa atlántica más peligrosa que se puede visitar, en busca de las tierras que les arrebataron los sangrientos paramilitares cuando apenas eran un par de niños. Todas las supuestas verdades de estos últimos años, desde "Colombia se ha vuelto un lugar seguro" hasta "Colombia es pasión", son puestas en duda en ese trayecto a bordo de un destartalado Renault 4: sí, cómo no, "este país es muy bello", como dice, en un atípico momento de debilidad, el protagonista dicharachero (habría que decir que es más gracioso de lo necesario), pero la trama de Retratos en un mar de mentiras insiste en que también es un país lleno de desigualdades sometido por personajes muy oscuros.

Quien entre a ver esta producción se encontrará, pues, con una desigual antología de cuadros de costumbres típica de las películas de carretera y con aquellos rasgos de humor fácil con los que suele agobiarnos la comedia colombiana en el cine y en la televisión, pero también tendrá enfrente un relato corajudo que no se calla las verdades que nos siguen agobiando aunque nos muramos de las ganas de negarlo, una serie de imágenes de pesadilla que vale la pena rescatar del basurero de nuestra realidad y una actuación compleja, contenida e inteligente de esas que le prueban a la gente del público que ha visto un largometraje que puede recomendar sin correr ningún peligro.