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Algunas de las piezas que sorprendieron este año de Giambattista Valli, Tom Ford y Óscar de la Renta.

DISEÑO

Reyes de la pasarela

La reciente salida del genial Nicolas Ghesquière de Balenciaga sacudió al mundo de las pasarelas. Este es uno de los grandes movimientos de este año en una industria en la que hay mucho talento y se mueven miles de millones de dólares.

17 de noviembre de 2012

Para algunos el diseño de moda es una actividad un poco frívola que solo le interesa a un grupo muy reducido de especialistas. Para ellos las pasarelas, las nuevas tendencias y las colecciones no tienen nada que ver con la vida real. Pero –como lo explica el personaje de Meryl Streep en una célebre escena de la película El diablo viste de Prada— la moda es mucho más importante de lo que se tiende a creer. En primer lugar, porque es un negocio multimillonario. Es un sector de la economía que maneja recursos enormes y, prueba de ello, es que es el eje central de algunos de los grupos económicos más grandes del planeta como LVMH, PPR o Inditex. Además, es un negocio que, a pesar de la crisis, sigue teniendo buenos resultados: Dior, por ejemplo, reportó un crecimiento del 27 por ciento en sus ventas del año pasado. Este año ha sido particularmente agitado en el sector creativo. Hace un par de semanas, justamente, ocurrió un movimiento que podría tener grandes repercusiones en la industria. El francés Nicolas Ghesquière dejó inesperadamente su puesto como director creativo de Balenciaga, una marca propiedad del gigantesco grupo Pinault Printemps Redoute (PPR) del multimillonario François-Henri Pinault. Ghesquière, nacido en 1971, es autodidacta, se formó durante dos años en el taller de Jean Paul Gaultier y es considerado por los críticos uno de los más talentosos diseñadores del momento. Recibió el cargo hace 15 años y transformó la marca: la sacó de la bancarrota y le dio una nueva identidad. Tanto así que hoy es una de las más codiciadas en el mercado. El matrimonio con Pinault era uno de los más sólidos, incluso se dice que el año pasado el francés rechazó la propuesta de reemplazar a John Galliano, quien fue despedido de Dior por su comportamiento errático y agresivo. Sin embargo, la relación entre Pinault y Ghesquière se empezó a fisurar en los últimos meses pues el diseñador quería hacer desfiles pequeños y colecciones poco comerciales y se negaba a dar entrevistas o a aparecer en televisión. Ahora se especula mucho con su futuro. Se rumora —y esto sería una noticia gigantesca— que podría reemplazar a Karl Lagerfeld, quien ya tiene casi 80 años, en Chanel. Pero esa posibilidad no es tan clara: “Lagerfeld ha mantenido durante 20 años el ADN de Chanel. Y la propuesta de Ghesquière es demasiado vanguardista para la casa francesa”, le dijo a SEMANA Lila Ochoa, directora de la revista Fucsia. A esto se le suman otros movimientos importantes recientes. A finales del año pasado, además de la salida de Galliano de Dior, Christophe Decarnin fue despedido en noviembre de la dirección de Balmain. 2012 también ha tenido otras grandes novedades: la primera fue la salida del italiano Stéfano Pilati quien, en febrero, dejó inesperadamente la dirección de Yves Saint Laurent. En su reemplazo fue nombrado el talentoso Hedi Slimane, una de las nuevas estrellas de la moda (ver gráfica), a quien los dueños de la marca le dieron un cheque en blanco para hacer los cambios que quisiera. A los pocos días también fue anunciado el retiro de Raf Simons de la marca Jil Sander para reemplazar a Galliano en Dior. A su puesto regresó Jil Sander, quien fue la diseñadora original. Otro de los grandes cambios trascendentales que han tenido que enfrentar los creativos es la proliferación de marcas como H&M y Zara, que presentan varias colecciones por año, a precios muy bajos, e incluso se inspiran en algunas de las piezas de las grandes casas. Ante esta situación algunos de los diseñadores han tenido que sacar al mercado más de dos colecciones al año y a precios más accesibles. Otras han recurrido a soluciones ingeniosas como Proenza Schouler, bajo la dirección de Lázaro Hernández y Jack McCollough, que decidieron hacer piezas prêt-à-porter con materiales y técnicas que pertenecen a la alta costura. El diseñador inglés Peter Pilotto, por otro lado, se ha dedicado a hacer piezas únicas a un precio moderado con técnicas de estampados digitales. La alta costura también ha sufrido cambios. Esta, que es considerada la máxima expresión del diseño de moda, ha perdido espacio: las piezas fabricadas a mano y con materiales de primer nivel tienen cada vez menos mercado. No solo porque existen muy pocas clientas dispuestas a pagar el precio —un vestido puede llegar a costar al menos 35.000 dólares— sino por el esfuerzo que cuesta producirlas y exhibirlas. Algunas marcas, como Chanel o Armani lo siguen haciendo a pesar del costo pues les trae gran prestigio: sus piezas de alta costura son consideradas obras de arte. A pesar de sus enormes ganancias, la industria de la moda sigue evolucionando. Cada vez hay más creadores talentosos que sorprenden con sus propuestas. No cabe duda de que, como también dice el personaje de Meryl Streep, es un elemento social y cultural que afecta a todos.

Infografía: Javier de la Torre Galvis/Semana Un mes, cuatro destinos Dos veces al año—en febrero y septiembre—, los editores, las celebridades y los adictos a la moda abandonan su rutina normal y se embarcan en un viaje con cuatro paradas: Nueva York, Londres, Milán y Paris. Se trata de las semanas de la moda más importantes del mundo, donde los mejores diseñadores revelan sus colecciones para las temporadas primavera/verano y otoño/invierno. La moda anda a un ritmo distinto y siempre se adelanta a la realidad. Por esto, en febrero, cuando ya está empezando la primavera, los diseñadores hacen sus apuestas para el invierno mientras que en septiembre, en pleno otoño, muestran sus diseños para primavera del próximo año. Son semanas ajetreadas, con más de cinco desfiles cada día y fiestas y cocteles todas las noches. Cada diseñador puede escoger en qué plaza presentarse, aunque lo más usual es que lo hagan en su país de origen o donde tengan su taller. En Nueva York se encuentran, por ejemplo, Carolina Herrera, Óscar de la Renta, Calvin Klein y Donna Karan. En Londres, ciudad que se está volviendo una meca de la moda, son famosos los shows de Jonathan Saunders, Christopher Kane, Peter Pilotto, Burberry, y Tom Ford. En Milán, el espíritu de la mujer italiana queda al descubierto en las presentaciones de Prada, Dolce & Gabanna y Roberto Cavalli. Todo acaba en Paris con los grandes: Chanel, Valentino, Givenchy, Christian Dior y Alexander McQueen. Los tigres asiáticos Como en la economía y la tecnología, los asiáticos también han empezado a dejar su huella en el mundo de la moda. Por un lado, los mercados del lejano oriente son cada vez más atractivos para las grandes marcas: Chanel, Gucci y Burberry tienen tiendas enormes en Beijing, Tokyo, y Seúl y otras grandes ciudades de Asia. El creciente poder adquisitivo de las mujeres asiáticas, por no mencionar el apetito que sienten por marcas occidentales como Louis Vuitton o Prada, ha abierto una importante oportunidad de negocios para los empresarios de la moda, preocupados por la crisis económica en Europa y Estados Unidos. También cada vez es más frecuente oír que Michelle Obama se puso un vestido de Jason Wu para la posesión de su esposo Barack Obama en 2008, que Kate Middleton brilló en un diseño de Prabal Gurung en su visita a Singapur, que Thakoon es el protegido de Anna Wintour de Vogue y que la nueva cartera de la temporada la creó Alexander Wang. Desde hace unos años, estos diseñadores se han colado en las pasarelas de Nueva York y han cautivado a celebridades y editores de moda. Además de Wu, Thakoon (de Taiwán) y Gurung (proveniente de Nepal), otros como Derek Lam, Phillip Lim o Richard Chai siguen los pasos de pioneros como Issey Miyake, Vera Wang y Anna Sui, y han podido alcanzado la fama con sus líneas frescas y modernas y coloridos diseños.