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Oliver Stone (de pie) explora las relaciones entre los productores de marihuana en California y las mafias mexicanas.

CINE

Salvajes

El polémico Oliver Stone regresa con un 'thriller' ligero, que caricaturiza el mundo del narcotráfico.

Ricardo Silva Romero
4 de agosto de 2012

Título original: Savages

Director: Oliver Stone

Guión: Shane Salerno, Oliver Stone y Don Winslow.

Actores: Blake Lively, Taylor Kitsch, Aaron Johnson, Benicio del Toro, Salma Hayek, John Travolta.

Año: 2012

Duración: 131 minutos
 
Algo sucede con la carne en esta película de Oliver Stone. Hay carne bronceada y juvenil, de príncipes y princesas californianos. Pero esa no es la carne interesante: al fin y al cabo estamos acostumbrados a verla en programas de televisión, en revistas de farándula y en las publicidades con las que empapelan las ciudades.

Lo interesante es lo que sucede con la otra carne, la de vaca o de cordero, que se muestra con especial insistencia en un par de momentos de la película. Es carne a medio cocer, roja y sangrienta, que contrasta drásticamente con el otro universo de gente bonita, bronceada y distraída. Un recordatorio de que detrás de la placidez californiana hay sangre y músculo, tendones y muelas.

Este es un thriller ligero de Oliver Stone y se le dan bien las cosas poco profundas. Su insistencia en conspiraciones complejas (JFK) o en críticas ambiciosas a la contemporaneidad (Asesinos por naturaleza, Wall Street) resultaba frustrante por tanta idea cruda repetida. Como si la falta de ideas o de complejidad pudiera suplirse con pasión o con la vehemencia de un chiflado.

Acá hay ideas no muy grandes, fáciles de masticar, y dichas sin tanto artificio, pero es suficiente.

Sobre los salvajes del título, hay tres bandos que se disputan el título y la película disfruta poniéndolos en una balanza.

De un lado hay un trío de chicos californianos, jóvenes y bien parecidos: una muchacha conocida como O, pero llamada Ofelia (Blake Lively); Chon, un exsoldado con tendencias violentas (Taylor Kitsch), y Ben, un budista relajado y nueva era (Aaron Johnson). Lo particular de este trío -aparte de la descomplicada relación amorosa que los une- es que tienen una exitosa empresa ilegal que se encarga de cultivar y distribuir una marihuana hidropónica especialmente potente.

Esa empresa atrae al segundo grupo de salvajes, un cartel mexicano que tortura y descuartiza, interesado en asociarse con estos jóvenes y decidido a convencerlos de las bondades de la propuesta. Ahí entra Lado (Benicio del Toro), un villano excelente, y su jefa, Alicia (Salma Hayek).

Los terceros salvajes, con un rostro menos claro, quizás, aunque más efectivos, son la Ley, en la persona de un agente corrupto de la DEA (John Travolta).

Para convencer a los primeros salvajes, los segundos secuestran a la muchacha que quieren. Pero los primeros, a pesar de ser relajados y vivir en una nube lenta de marihuana, tratan de recuperarla.

Hay enredos emocionales y aunque todos los personajes están a medio centímetro de ser caricaturas -algunas muy buenas, como Del Toro- logran destellos interesantes al contrastar la delincuencia inocente, anémica y elevada de los muchachos con la más sangrienta y mundana del cartel mexicano. En ese sentido, cuando la muchacha cautiva recibe bocados de carne término medio de la mano de Dwel Toro, parece mascando algo más, una especie de maldad que le había permitido, de forma subterránea y hasta ese entonces, llevar la vida inocente y distraída que llevaba.