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| Foto: Pablo Andrés Monsalve

FILBO 2017

Santiago Gamboa, el viajero

El escritor bogotano publica un nuevo libro que recopila sus crónicas de viaje. Ciudades al final de la noche (Angosta Editores) es también una exploración personal.

28 de abril de 2017

En el prólogo de su nuevo libro Ciudades al final de la noche (Angosta Editores, 2017), el escritor Santiago Gamboa argumenta que la especie homo sapiens pudo dominar y llegar al siglo XXI porque viajó, porque no se quedó quieta en África esperando ser arrasada: viajó como pudo, conoció otras especies, se mezcló y se impuso: venció en las guerras.

Tantos milenios después aún se viaja para sobrevivir, para escapar, para conocer, porque quizá no hay una manera más decente de vivir que buscando siempre el horizonte. No está de más tampoco recordar los versos de Kavafis: “Pues la ciudad es siempre la misma. Otra no busques —no la hay— /ni caminos ni barco para ti. / La vida que aquí perdiste / la has destruido en toda la tierra”. En este nuevo libro, Gamboa reúne sus crónicas de viaje, que pasan por América Latina, Europa, Asia y África. Semana.com habló con el escritor.

Semana.com: Vivió 35 años por fuera de Colombia y viajó mucho, ¿Por qué no se conoce tanto en el país ese trabajo que ha hecho como cronista de viajes?

Santiago Gamboa: Para mí es un gusto muy grande publicar este libro como la recopilación de textos que yo he escrito sobre ciudades. Este es un trabajo mío que en Colombia se ha conocido poco, porque generalmente son textos que han sido publicados en las revistas Nexos, de México, y en El Mercurio, de Chile. Entonces la posibilidad de tenerlos todos organizados por regiones del mundo, y de hacerles un retoque para un libro y publicarlos todos en conjunto, y en la editorial de Héctor Abad, viejo amigo, es para mí una cosa extraordinaria. El libro tiene que ver mucho con aspectos de mi propia vida, yo he ido conociendo ciudades y he ido incorporando esas ciudades a mi propia vida. Viví en algunas de ellas, viví en Madrid, en París, en Roma y también en la India. Ese recorrido está presente en el libro, donde también está Bogotá, que es la ciudad de donde salí y de donde soy. También hay otras ciudades a las que he ido por diferentes motivos, por el gusto de conocer otras culturas, o de trabajo, escribiendo crónicas sobre las mismas ciudades. Por lo tanto, el libro es una recopilación de crónicas, pero para mí tiene un especial valor porque es una especie de recorrido personal por el mundo, hay ciudades de América latina, europeas, de Asia, y alguna pequeña de África e incluso del Golfo. Uno recorre el mundo como lo ha elegido, es como un tablero de damas chinas, me da mucho gusto tener en un libro mi propio recorrido, y que está organizado de manera cronológica, y es como un mapa de lo que yo he ido haciendo como recorrido en los últimos 35 años.

Semana.com: ¿Por qué no publicó esas crónicas en Colombia?

S.G.: Aquí en Colombia desafortunadamente no hay muchos espacios para crónicas largas, sólo hay algunos. Alguna crónica de mi libro se publicó en Soho, pero son crónicas que tienen objetivos diferentes, en este caso tienen un objetivo específico, no interesa tanto la ciudad sino una curiosidad puntual. El hecho de que la mayoría de estas crónicas hayan sido publicadas en un periódico chileno, habla de la carencia que tenemos de espacios para publicar este tipo de textos. El director de Nexos me dijo que escribiera un libro de viaje y que se publicara por capítulos, lo que fue una gran oportunidad.

Semana.com: ¿Qué debe tener una buena crónica de viaje?

S.G.: Una crónica de viaje no se escribe para que la persona que va a ir a ese lugar la lea y esté informada, para eso no es una crónica de viajes. En mi caso trato de mostrar la experiencia de un escritor viajando por esa ciudad, interesándose por algunas cosas, desdeñando otras, buscando a su vez en el interior de esas ciudades también su propio recorrido. Por ejemplo a mí en Abu Dabi me llamaba la atención una serie de cosas relacionadas con que fuera un país tan joven, me maravillaba que apenas estuvieran construyendo sus propios monumentos. Y pensando en eso encontré que el costo de la gran mezquita de Abu Dabi equivale al dinero para hacer el salvamento económico de Grecia en la última crisis, lo que parece un escándalo, pero después uno dice: “¿Cuánto costó en su momento Notre Dame, la Catedral de Colonia, La Muralla China?”, claro, cada país hace en su época sus grandes monumentos. Para mí hay una pequeña diferencia en las crónicas de las ciudades en las que he vivido largo tiempo y a las que he ido solamente de viaje y he permanecido poco tiempo, la óptica es diferente. Me gusta, cuando voy a una ciudad nueva, evitar ser reconocido como extranjero, me gusta fingir que soy de la ciudad.

Semana.com: En el libro se encuentra uno con que estos viajes también los realizaron sus personajes de ficción…

S.G.: Este libro va a mostrar un trabajo de crónica de viajes que yo luego incorporo en mis novelas. Acá está la crónica que yo escribí sobre Etiopía y que al mismo tiempo es el final de mi novela Volver al oscuro valle. Aquí está la crónica completa, pero sin los personajes de ficción. Como mis personajes literarios son personajes que viajan, esos escritos de crónica entran en las novelas pero con algunos cambios. Yo siempre he escrito crónicas sobre los lugares que me han interesado y luego por ahí pasa la literatura. Publicar ahora las crónicas tiene un significado para mis novelas, y es un libro que muestra una cara distinta de algunos de los viajes que mis protagonistas han hecho en sus novelas.

Semana.com: ¿Lo importante de la crónica de viaje no es el viaje sino un pensamiento, una postura?

S.G.: La crónica de viaje tiene la posibilidad de permitir que el viajero investigue no sólo lo que ve alrededor sino sobre sí mismo. La crónica de viaje es un viaje personal, pero en movimiento. Hay una persona que escribe sobre lo que ve pero también sobre lo que piensa, lo que lee. La literatura de viajes es una parte de la literatura intimista. La idea es lograr transferir y transportar al lector no sólo un conocimiento, sino toda una vivencia completa, y ahí se une con la literatura. Un libro que a ti te guste no es sólo un libro leído, es un libro vivido.

Semana.com: Hay toda una tradición de literatura de viajes, ¿cuáles son sus autores de referencia?

S.G.: Yo en esta literatura tengo un diálogo permanente con Paul Theroux, para mí él es el jefe. En América latina el jefe es Martín Caparrós, que tiene algo que me gusta mucho, y es que hace un ensayo de viaje. El Hambre puede ser visto como un libro de viaje y como un ensayo. Por ejemplo en Contra el cambio él lo convence a uno, porque mientras uno está leyendo se da cuenta que él tiene razón siempre, y eso quiere decir que es un gran escritor. Hay pocas referencias en América Latina. Este género ha sido practicado por anglosajones, y es el tipo de género de una cultura que tuvo imperio. En la antigüedad un escritor se iba a recorrer el imperio al que él pertenecía y recorría el mundo. Paul Theroux tiene una frase muy buena: hacer literatura de viaje no es sólo contar lo lejos que se estuvo de la casa y las cosas raras que comió. Y es verdad, tiene que haber algo más. Paul Bowles tiene una de las mejores definiciones: cuando llegas a una ciudad es como si esa ciudad y tú se enfrentaran, y esa ciudad te modifica y lo que tú escribes es el resultado de esa modificación y eso es diferente para cada persona.

Semana.com: Después de tantos años usted volvió a Colombia, ¿no viajará más?

S.G.: Mi regreso es un falso regreso, porque yo volví a Cali. Yo estoy siguiendo el viaje pero más cerquita. Fuera de eso yo tengo una trampa, un escondedero en Italia, una casita, ahora yo arranco y me voy tres meses. Incluso el año pasado me dieron la nacionalidad italiana, que es muy útil. Y como yo no soy una persona rica ni mi familia lo es, entonces siempre me las he ingeniado para que mi trabajo me lleve a los sitios donde quiero ir.