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SE DEJA LEER

Una interesante novela sobre el hampa de cuello blanco.

14 de julio de 1997

Perder es cuestión de metodo Santiago Gamboa Norma, Bogotá, 1997 $ 16.200 Perder es cuestión de metodo Santiago Gamboa Norma, Bogotá, 1997 $ 16.200 ¡Que delicia encontrar una novela colombiana que no intenta ser un ensayo socio-histórico-antropológico sobre cualquiera de los conflictos que azotan a nuestra sociedad y que incorpora aspectos de nuestra realidad sin explicar punto por punto, como si el lector fuera un minusválido mental! Tal es el primer pensamiento que se viene a la cabeza al leer Perder es cuestión de método, de Santiago Gamboa. Y no es que evada esa realidad y esos conflictos: sabe darles un buen tratamiento literario. Veamos: el personaje central es un periodista de judiciales que trabaja en un medio de Bogotá y que se empeña en averiguar quiénes y por qué mataron y empalaron a un sujeto, cuyo cadáver fue encontrado en la laguna del Sisga. La investigación de Silampa _así se llama el protagonista_ le permite a Gamboa pasear al lector por toda la ciudad, desde los bajos fondos hasta el norte refinado y sus clubes sociales. Le permite también mostrar la corrupción en torno al negocio de la construcción y la falta de escrúpulos de funcionarios y ejecutivos de las altas esferas sociales, así como la complicidad o, al menos, la indiferencia de las autoridades. La gracia está en que Gamboa incorpora la vida de la ciudad, sus calles, sus lugares característicos y sus puntos de referencia sociales y comerciales a la narración. Y lo hace con acierto. También utiliza en los diálogos _que están bien trabajados_ el lenguaje coloquial según la esfera social del personaje que habla. Y no se apoya en notas explicativas al margen ni recursos similares, pues consigue que, por el contexto, se entienda el sentido de ese vocabulario, del cual, por lo demás, no abusa. En resumidas cuentas, se trata de una novela de calidad, que experimenta con acierto en el terreno de la narrativa local. Y que atrapa la atención del lector por el buen manejo del suspenso tanto en la historia de amor y de dolor que relata, como en la sucia encrucijada de intereses que desenreda. Hay sin embargo un pero: al final la obra resulta demasiado larga y el lector se cansa de las vueltas y revueltas, bastante inverosímiles, del cadáver empalado. Y hasta se siente tentado de dejarla a un lado.